“Tengo 40 años y recién ahora estoy aprendiendo que está bien decir que no. Estaba decidida a que mis hijas no fueran tan complacientes como yo. Por eso, las animé a descubrir que existe otra posibilidad: la de cuestionar las cosas y resistir», cuenta Liliana Ebos, mamá de dos adolescentes y mujer que ha vivido en carne propia lo que es tener el ‘síndrome de la niña buena’.
Cuenta que sus elecciones en la crianza hicieron que todo se vuelva más difícil, pero asegura: “Prefiero tener adolescentes fuertes, con la confianza necesaria para ir a contracorriente, que hijas tímidas y obedientes solo para hacerle la vida más fácil a los demás”.
Tras largos años de terapia y de mucha convicción para salir de esos patrones que la configuraron para ser una persona complaciente afirma que sí es posible dejar de ser una ‘niña buena’.
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¿Qué es el síndrome de la niña buena?
De acuerdo con la biblografía, el ‘síndrome de la niña buena’ es un término que acuñó por primera vez la psicoterapeuta estadounidense Beverly Engel en su libro The Nice Girl Syndrome (2008) y que, según desarrolla, afecta mayoritariamente a la población femenina, aunque también puede ocurrir en hombres.
Se trata de patrones de conducta arraigados en la infancia que se manifiestan, por ejemplo, en no traer problemas, estar siempre con una buena cara, ser agradables, serviciales, atentos y, sobre todo, anteponer los deseos de los demás por sobre los propios.
“Son individuos que desde una temprana edad asimilaron que para ser queridos tenían que darlo todo y adaptarse a todo tipo de circunstancias”, desarrolla Victoria Almiroty, licenciada en Psicología (M.N. 56875). “Su lugar es ser la variable de ajuste del resto”.
Puede leerse como un cliché o el arquetipo de un personaje digno de una película, pero en verdad es un patrón profundamente arraigado que moldea la vida de muchas personas. De acuerdo con la Lic. Almiroty estas conductas complacientes pueden desencadenarse también en personas que han sido criadas por padres abusivos (porque constantemente sienten que se tienen que adaptar a las dificultades) o poco presentes en la vida de sus hijos. En el último caso, explica, han tenido que ir a buscar el amor afuera de sus casas y han tenido que ser muy agradables para conquistar a gente externa a su núcleo familiar.
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Según se informa en análisis psicológicos de renombre, como el de la psicóloga Alice Miller, este síndrome puede llevar a una profunda desconexión con uno mismo. Como explica la profesional en El drama del niño superdotado, los síndromes de “niña buena” o “niño bueno” reprimen las verdaderas emociones y deseos de una persona como consecuencia de experiencias negativas durante la crianza. “Así se genera una autoimagen distorsionada y la incapacidad de forjar relaciones sanas», declara la académica en su obra.
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De acuerdo con los manuales de diagnóstico de salud mental, el ‘síndrome de la niña buena’ no se considera un trastorno mental como sí lo es la depresión o la ansiedad. “Es más bien un síndrome adaptativo muy frecuente, con rasgos que se entrelazan con la fobia al conflicto, la dependencia emocional, el perfeccionismo y la baja autoestima”, acentúa Almiroty.
De no tratarlos o en caso que su sintomatología se vuelva persistente, podría llevar a la pérdida de identidad, baja autoestima, ansiedad y problemas emocionales varios.
Otros síntomas del ‘síndrome’ que destacan los profesionales son:
- Encontrarse constantemente ahogado por responsabilidades
- Tener el autocuidado como último en la lista de tareas
- Sentir una culpa abrumadora cuando se prioriza la vida y los deseos propios
- Dificultad para expresar opiniones y preferencias
- Asentir y/o estar de acuerdo incluso cuando no se lo está
- A pesar de alcanzar logros, sentir un vacío persistente
- Tener una necesidad de perfección extrema
- Miedo a defraudar, al rechazo, a la crítica
Consecuencias de tener el síndrome de la niña buena
En su libro best seller, Engel señala que este tipo de personas derivan en relaciones abusivas y que la infelicidad es una constante en sus vidas.
Al no poder conectar con los deseos propios y crear una identidad en base a la necesidad ajena, Almiroty reconoce que −de comenzar a tratar el tema en terapia−, los focos centrales a fortalecer son: la autoestima, el sentido del valor propio, el egoísmo responsable, la verdadera identidad.
La investigación “Are women the more empathetic gender? The effects of gender role expectations” pone de manifiesto que, por ejemplo, la creencia de que las mujeres son inherentemente más empáticas que los hombres crea expectativas de que las mujeres son emocionalmente hábiles y cariñosas. “En un esfuerzo por mantener la paz y obtener aprobación, asumen el papel de la ‘niña perfecta’, esforzándose por cumplir con las expectativas y evitar los conflictos. Este patrón continúa en la edad adulta, donde el trauma no resuelto lleva a priorizar constantemente a los demás”, se detalla en el escrito.
Asimismo, sus estrategias de afrontamiento pueden volverse perjudiciales con el tiempo. Así lo revela la investigación “Politraumatización, mecanismos de defensa, Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) complejo en adolescentes” donde se informa que dichos mecanismos alteran los procesos naturales de autorregulación y regulación de las emociones, a veces llegando a desatar síntomas del TEPT y del TEPT complejo.
A continuación, una serie de herramientas o técnicas que aconseja Almiroty para revertir estas conductas:
- Técnica del “no afirmativo”: “No, gracias, prefiero esto otro…”
- Registro corporal: detectar si hay tensión en garganta o pecho = señal de que el “sí” fue forzado.
- Pregunta guía: “¿Esto lo quiero yo o lo hago para que me quieran?”
- Ejercicio de escritura: anotar 5 deseos reprimidos y accionar sobre uno por semana.
- Mantra: “Decir lo que pienso no rompe el vínculo, lo hace real”.
- Técnica de role play frente al espejo para practicar frases firmes con tono cálido.
- Aprender a no hacerse cargo de emociones ajenas: “Puedo entenderte sin solucionarte todo”.