
Moscú y Pyongyang han sellado una relación que ya no se oculta. El presidente ruso, Vladímir Putin, recibió este domingo en el Kremlin a la ministra de Exteriores norcoreana, Choe Son-hui, en una muestra del creciente acercamiento entre ambos regímenes. “Es un gran placer verle. Transmita mis mejores deseos a Kim”, dijo el mandatario ruso ante las cámaras de la televisión estatal, en un encuentro que confirmó la sintonía estratégica entre Rusia y Corea del Norte en plena guerra contra Ucrania.
Putin evocó su reciente conversación con el líder norcoreano durante el viaje que ambos realizaron a Beijing a finales de agosto, y aseguró que “todo va según lo planeado”. La ministra Choe, por su parte, agradeció el recibimiento y celebró “el fuerte impulso” que, según ella, ha cobrado la cooperación bilateral desde la cumbre celebrada en junio de 2024 en Pyongyang, donde se firmó un tratado de defensa mutua.
Ese acuerdo, firmado durante la primera visita de Putin a Corea del Norte en 25 años, selló una cláusula inédita: ambos países se comprometen a apoyarse “por todos los medios necesarios” en caso de agresión. Desde entonces, Corea del Norte se ha convertido, de facto, en el único aliado que ha enviado tropas a combatir junto al Ejército ruso en territorio ucraniano.
Según fuentes de inteligencia surcoreanas y occidentales citadas por Reuters y la BBC, Pyongyang habría desplegado unos 15.000 efectivos en la región rusa de Kursk entre agosto de 2024 y mayo de 2025, en apoyo a las fuerzas rusas que intentaban recuperar el control de la zona tras una ofensiva ucraniana.
Moscú, por su parte, ha agradecido públicamente esa participación. Durante la reunión con Choe, Putin subrayó que “los rusos nunca olvidarán las proezas de los soldados norcoreanos durante la campaña de liberación de Kursk”. Sus palabras, más allá del gesto diplomático, consolidan la narrativa oficial del Kremlin de una “guerra antifascista” librada en alianza con viejos socios socialistas.
El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, quien también se reunió este domingo con la jefa de la diplomacia norcoreana, insistió en que la cooperación abarca “la coordinación de pasos en la ONU y otras plataformas multilaterales”. En la práctica, se trata de una alianza política y militar que desafía abiertamente las sanciones internacionales impuestas por Naciones Unidas al régimen de Kim por su programa nuclear y de misiles.
Los contactos de alto nivel entre Moscú y Pyongyang se han intensificado en el último año. Lavrov visitó Corea del Norte en julio y fue recibido personalmente por Kim Jong-un. En octubre, el expresidente ruso y actual vicepresidente del Consejo de Seguridad, Dmitri Medvédev, viajó a la capital norcoreana para asistir al 80º aniversario del Partido de los Trabajadores, donde agradeció “la ayuda militar y fraterna” de Corea del Norte.
Según la inteligencia surcoreana, Corea del Norte ha suministrado a Rusia misiles balísticos, vehículos blindados y millones de proyectiles de artillería. En contraparte, Moscú habría transferido tecnología de defensa antiaérea, sistemas de guerra electrónica y petróleo refinado, además de asesoramiento técnico en materia satelital. Washington y Seúl acusan a ambos países de violar abiertamente las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.

El acercamiento se enmarca en una red de alianzas emergentes entre Estados sancionados o en tensión con Occidente. Corea del Norte, Rusia, Irán y, en menor medida, China, comparten cada vez más canales de cooperación económica y militar, en lo que los analistas describen como una “interdependencia del aislamiento”.
Para el Kremlin, la alianza ofrece una doble ventaja: compensar el desgaste de su industria bélica con munición norcoreana y proyectar la imagen de un bloque antioccidental dispuesto a resistir a largo plazo. Para Kim, en cambio, representa una oportunidad única de acceder a recursos energéticos y tecnología militar rusa, además de ganar relevancia internacional tras años de aislamiento extremo.
Ambos países participarán esta semana en la III Conferencia Internacional de Seguridad Eurasiática en Minsk, donde se espera que escenifiquen su cooperación ante delegaciones de China, Irán y varios países del sur global. Moscú aspira a consolidar ese foro como alternativa a las estructuras occidentales de seguridad, mientras Pyongyang lo aprovecha como escaparate diplomático para legitimar su papel en el tablero global.
El acercamiento entre Rusia y Corea del Norte marca un punto de inflexión en el equilibrio geopolítico de Asia y en la guerra de Ucrania. El apoyo militar norcoreano, aunque limitado, confirma que el conflicto ya ha dejado de ser regional para convertirse en una guerra proxy con ramificaciones globales.