En octubre pasado, el académico británico estadounidense Simon Johnson, profesor de la Escuela de Administración Sloan del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), fue reconocido con el Nobel de Economía por sus estudios sobre la desigualdad de las naciones. El premio fue compartido con otros dos economistas: su colega estadounidense de origen turco Daron Acemoglu, también de MIT, y el británico James A. Robinson, de la Universidad de Chicago.

Un año antes, en 2023, Johnson y Acemoglu habían escrito Poder y progreso: nuestra lucha milenaria por la tecnología y la prosperidad, un libro en el que analizaron cómo los avances tecnológicos de los últimos 1000 años beneficiaron históricamente a las élites. En la obra explican cómo los avances tecnológicos pueden convertirse en herramientas empoderadoras, advierten sobre las consecuencias de depender de la inteligencia artificial (IA) y enfatizan la necesidad de reformular la innovación para fomentar la prosperidad compartida.

En medio de un juicio antimonopolio contra la empresa de Mark Zuckerberg -dueña de Facebook, WhatsApp e Instagram- a vender una de sus partes, BBC Mundo conversó con Johnson sobre el poder de la IA y las grandes empresas tecnológicas como Meta, Apple, Amazon, Microsoft, Alphabet (Google). Y de posibles formas de limitarlo.

—¿Tuvimos alguna vez en la historia de la humanidad empresas tan poderosas como las grandes tecnológicas de hoy?

—En Estados Unidos tuvimos empresas muy poderosas en algunos momentos del pasado, incluyendo a finales del siglo XIX durante el período de los llamados Robber Barons (Barones Ladrones). Pero, creo que el poder de las grandes tecnológicas hoy en día, al combinar poder industrial y poder sobre la información, es al menos tan fuerte como en el 1900, y podría decirse que incluso más. Las grandes tecnológicas tienen un gran alcance. Afectan directamente a muchas actividades comerciales y también impactan cómo recibimos y procesamos la información, lo cual es fundamental para la democracia.

¿Qué es lo que hace a estas grandes tecnológicas tan poderosas?

—Creo que es el hecho de que estas tecnologías están arraigadas en nuestras vidas y no podemos vivir sin ellas, como los motores de búsqueda o redes sociales. Mira, por ejemplo, a mucha gente no le gusta Elon Musk ahora mismo y prefiere evitar sus productos. Y quizá no compren Tesla, pero muchos usan X, antes conocido como Twitter, porque sienten que no hay alternativa.

Empresas digitales como X funcionan como monopolios, dice Johnson

Así que estas empresas establecen monopolios de facto y entonces la gente siente que no puede vivir sin ese monopolio. Ahora prácticamente las mismas empresas estarán a la vanguardia del despliegue de la inteligencia artificial, lo que les otorgará una nueva dimensión de poder.

—¿Es el desarrollo de la IA algo bueno o malo para la humanidad?

—Está por verse. Si vamos en cierta dirección, podría ser muy beneficioso para la humanidad. Pero, si vamos en otras direcciones podría ser extremadamente problemático. Así que el libro [Poder y progreso] trata de animar a la gente a comprender y reflexionar sobre esas decisiones.

—¿Cuáles son estas medidas que se pueden o deben tomar para que la IA sea beneficiosa y no perjudicial para la humanidad?

—Bueno, propusimos muchas ideas en 2023, cuando publicamos el libro, y algunas de ellas se debatieron ampliamente en 2024. Pero, honestamente, el actual gobierno de Trump no las está adoptando porque sobre todo favorece que las empresas hagan lo que quieran.

Se podrían hacer muchas cosas para impulsar el desarrollo de tecnologías que sean más pro trabajador, que mejoren sus capacidades en lugar de desplazarlos. Es la dirección de la invención la que se puede cambiar mediante subsidios gubernamentales, programas, concursos, estableciendo estándares; muchas cosas que se podrían hacer. Pero, no creo que se vayan a implementar. Al menos no este año.

Simon Johnson ganó el Nobel de Economía el año pasado por sus estudios sobre la desigualdad

¿Podrían hacerse estos cambios a través de las leyes?

—Las restricciones legales, como en Europa, para cerrar y prohibir cosas, son muy difíciles de aplicar en el EE.UU. actual. Por otra parte, en Europa impusieron restricciones, pero también dificultaron el desarrollo de la tecnología. Y lo que creemos es que hay que participar en su desarrollo, porque si dejas que otros la desarrollen se hará de forma perjudicial y entonces tus consumidores podrían optar por usarla de todos modos y habrá consecuencias negativas. Así que, para participar en la negociación hay que estar inventando, y los europeos se quedaron atrás en cuanto a la invención.

Como mencionaste antes, una de las grandes preocupaciones que hay sobre la IA es la pérdida en las fuentes de trabajo. Otros dicen que las nuevas tecnologías siempre generan nuevos empleos y de mejor calidad. Estudiaste mil años de tecnología, ¿cuál es tu postura al respecto?

—Bueno, hay un famoso chiste que dice que la gente esperaba que la próxima generación de máquinas lavara su ropa sucia para poder dedicar más tiempo a ser creativo, escribiendo y pintando. Y resulta que la IA quiere escribir y pintar, pero vos aún tenés que lavar tu ropa. Creo que es una respuesta bastante simple y directa. Mirá, toda máquina física y algoritmo desplaza gente cuando se introduce. Son formas de automatización. La pregunta para el mercado laboral es: ¿se están creando también nuevas tareas, cosas nuevas para que los humanos hagan, cosas que antes no hacían?

Esa es la misma pregunta que siempre nos hicimos sobre las nuevas tecnologías y, en el caso de la IA, aún está por verse. Pero, todo indica que habrá mucha automatización. Así que más vale que se creen muchas tareas nuevas para equilibrar eso. De lo contrario, tendremos un problema.

Las máquinas aún no hacen nuestras tareas domésticas más aburridas, pero sí nuestros trabajos más creativos advierte el Nobel

—También existe el contraargumento de que la IA nos permitirá ser más ricos como sociedad y que podríamos introducir una renta básica universal para que todos tengan cubiertas sus necesidades básicas.

—Mirá, no me opongo a ser tan ricos que podamos ir a escalar, esquiar o pasear en barco todo el día. Me parecería bien. Pero, sinceramente, no estamos ante una tecnología que aumente tanto la productividad, lo que significa que el pastel no crecerá tanto. No será suficiente como para que todos vivan con un alto nivel de vida con la llamada renta básica universal. Eso es solo una quimera. O tal vez sea más que una quimera. Quizás sea una ilusión creada para mantenerte dispuesto a participar en una gran disrupción económica. Ya veremos.

—Sobre las plataformas de redes sociales hay quienes sostienen que están ayudando a democratizar la información que antes quizás estaba exclusivamente en manos de las élites políticas. ¿Qué opinas?

—Bueno, esa era la promesa original de internet. Y, por supuesto, se consideró que las redes sociales desempeñaron un papel positivo en la Primavera Árabe de principios de la década de 2010, por ejemplo. Pero, creo que más recientemente nos dimos cuenta de que hay mucha manipulación. Hay mucha búsqueda de la atención de la gente para obtener ingresos por publicidad digital, y eso perjudica la capacidad de las personas para pensar y procesar por sí mismas. Perjudica a los niños y, en general, crea formas de adicción que son bastante perjudiciales para la sociedad y para la democracia.

En su libro, Johnson y Acemoglu analizan el impacto de 1000 años de tecnología sobre la igualdad económica

En tu libro propones que las grandes empresas tecnológicas se dividan. ¿Cómo funcionaría eso?

—Bueno, era algo que se estaba debatiendo y todavía podría suceder. (Nota de redacción: la entrevista se realizó antes de que comenzara el juicio antimonopolio de la Comisión Federal de Comercio contra Meta, en Washington, el 14 de abril). Las empresas se podrían dividir en diferentes servicios. Se podría separar a WhatsApp de Facebook, por ejemplo. Eso no sería tan difícil y no perjudicaría la funcionalidad del producto.

Habría que preguntarse si eso es suficiente. También creemos que se las debería alejar del modelo de la publicidad digital, porque esa es una gran causa del problema. O sea que quizás habría que hacer eso además de dividir a las empresas.

Cuando decís dividirlas se refiere a entregarlas a diferentes dueños. ¿Esto se ha hecho en el pasado?

—Sí, Standard Oil fue obligada a disolverse en 34 empresas diferentes, la mayoría de las cuales tuvieron mucho éxito, y el valor de las acciones subió cuando se dividió. Así que no fue una medida contra los accionistas ni contra la empresa privada. Se trataba de evitar que Standard Oil abusara de los clientes por su posición dominante y distorsionara el mercado.

La Standard Oil de Rockefeller fue dividida en 34 empresas en 1911

—Supongo que hubo una gran resistencia a su división en ese momento.

—Por supuesto que sí. Quiero decir, los dueños de estas empresas nunca aceptarán las propuestas. Pero fue algo bueno para el resto de la economía.

Dijiste que uno de los principales problemas es la publicidad digital. Creo que fue el especialista en ética tecnológica Tristan Harris quien dijo que, si no pagas por un producto, tú eres el producto. ¿Puedes explicar cómo funciona el modelo actual y por qué lo consideras tan peligroso?

—La forma en que funciona la publicidad digital es mantener tu atención. Es como los avisos de la televisión: quieren mostrarte cosas que te involucren emocionalmente, para que no cambies de canal, no dejes la tele para ir al baño, por ejemplo. Pero, los celulares y el software alcanzaron un mayor nivel de actividad y una segmentación más precisa de las personas. Utilizan tu feedback y rastrean lo que hacés. Saben cuándo apartas la mirada, cuándo te cambias de sitio. Se volvieron muy buenos manipulando tus emociones. ¿Y cómo mantengo tu atención? Haciendo que te enojes. Te involucran en la narrativa. Buscan que sientas miedo, horror, cosas así. Y eso se convierte en una manipulación emocional bastante extrema.

Ahora, con suerte, vos y yo podemos lidiar con eso. Dejás el teléfono, te alejás, salís a caminar. Pero, muchos adolescentes la pasan mal. Y dentro de la democracia, creo que eso alimenta la polarización. Puedes enfadar a la gente. Quieres hacer enojar a la gente para mantenerlas enganchadas porque obtienes más dinero de la publicidad digital cuando están enojados.

¿Y qué propones en su lugar? ¿La suscripción?

—Sí, la suscripción sería mejor.

Johnson propone que las redes sociales adopten un modelo similar a las empresas de streaming

—Pero si les dijeras a quienes nos leen que van a empezar a pagar una suscripción por todo lo que usan (TikTok, WhatsApp, etc.), muchos se molestarían. Algunos incluso argumentarían que eso dejará a personas sin acceso a esta tecnología que actualmente está al alcance de todos.

—Bueno, sí, quizás. Creo que esos son puntos válidos y es parte de cómo la industria se resiste. Hoy en día mucha gente paga por servicios de streaming, por ejemplo. Netflix, Disney, etc. Y, por otro lado, como dijiste antes, si no pagas, entonces tú mismo eres el producto. Así que, aunque muchas cosas buenas en la vida son gratis, eso no incluye al contenido de internet. Las cosas gratis te las traen los anuncios digitales, y estos anuncios son adictivos, manipuladores y problemáticos desde un punto de vista democrático.

¿Son más problemáticos para la democracia que los contenidos falsos o erróneos que se publican?

—Mi opinión es que la publicidad digital fomenta este otro contenido. El objetivo es mantenerte conectado, mantenerte mirando el teléfono y distraerte del mundo real. Con una subscripción sería mejor y puedes tener diferentes niveles de suscripción. Puedes tener precios más bajos en diferentes países. Puedes tener precios más bajos para estudiantes o para personas mayores.

Es interesante que, por un lado, la tecnología puede hacer que estemos todos conectados. Pero, por otro lado, hemos visto elecciones influenciadas por información falsa en redes sociales. Parecen estar muy ligadas la tecnología y la democracia en los últimos años, ¿verdad?

—La democracia está en problemas, no hay duda de ello. Por varias razones, no solo las redes sociales. Pero, las redes sociales están contribuyendo a la polarización de la sociedad. También son una herramienta de manipulación en manos de personas antidemocráticas. Sabemos que los rusos tienen una gran cantidad de troles [personas anónimas que publican comentarios agresivos o polémicos]. Sabemos que mucha gente en China, no necesariamente el gobierno chino, dirige negocios destinados a la manipulación digital, a engañar a la gente y a robarles dinero.

Y sabemos que Corea del Norte obtiene una fracción significativa de sus ingresos gubernamentales de los delitos cibernéticos, como, por ejemplo, el ransomware, que te obliga a pagar para desbloquear tus datos en bitcoin o alguna otra criptomoneda. Estas cosas están a la vista de todos y creo que debemos interactuar con ellas, debatirlas abiertamente y encontrar mejores soluciones.

*Por Veronica Smink