Para desentrañar el enigma de cómo fueron construidas las pirámides de Egipto, algunas mentes imaginativas defienden la hipótesis de que se debieron a extraterrestres que descendieron en platos voladores sobre el valle del Nilo. La propuesta es curiosa porque, de ser aceptada, exige dar cuenta de algo más difícil que la existencia de las pirámides, que es la existencia de los extraterrestres. La explicación es menos convincente que lo que se quiere explicar. Con la misteriosa carga que traería, según versiones surgidas en la Aduana, el avión en que llegó a Aeroparque Laura Belén Arrieta el 25 de febrero pasado, pasa algo similar. La justificación es más increíble que lo que debe ser justificado.

La información inicial hablaba de que la máquina en la que llegó Arrieta transportaba más de una decena de valijas. Y que cuando la Aduana quiso revisarlas llegó “una orden de arriba” impidiendo el procedimiento.

Las autoridades indicaron que el Bombardier 5000 que aterrizó ese día procedía de Miami y que quedó en situación “de tránsito” en un hangar de la empresa Royal Class. El 5 de marzo volvió a despegar de Aeroparque con destino a París, previa escala en Tenerife para cargar combustible. La primera versión ofrecida por funcionarios del Gobierno, a primera hora de la mañana del martes, consignaba que “el equipaje queda a bordo del avión, y el mismo es precintado conforme al procedimiento porque estar en situación de tránsito”. La Aduana emitió ayer un comunicado aclarando que se realizaron los controles de rutina sobre la aeronave y la viajera, pero no se menciona la existencia del “equipaje”.

Javier Milei y Laura Belén Arrieta

Estas narraciones se refieren al que sería el vuelo más costoso de la historia de la aeronavegación. Para trasladar una carga enigmática, que consistiría en más de una decena de valijas, desde Miami a París, se decidió pasar por Buenos Aires. También pagar el alquiler de un hangar por siete días, al cabo de los cuales se retomaría el itinerario. Por si estas decisiones no constituyeran algo insólito, se agregan algunos interrogantes: ¿es habitual que un avión permanezca “en tránsito” durante una semana? ¿Y que la Aduana no revise su carga durante ese período, aun cuando la normativa la exima de hacerlo? ¿Es común?

Resolver estas preguntas es casi imposible. Tal vez no sepamos nunca si el “equipaje” descendió en Buenos Aires sin revisión alguna, o si siguió hacia París, después de estar guardado siete días, en el viaje más caro de la historia. Eso se debe a que no quedan registros de los procedimientos. Es más, como se insinuó en las últimas horas, el Gobierno puede alterar su relato inicial y desconocer la existencia de esa carga.

Estas lagunas informativas son intrascendentes. Sobre todo si se las compara con el sospechoso mapa de relaciones y operaciones que sale a la luz con el episodio ocurrido en Aeroparque. En principio, es llamativa la identidad de la protagonista. Arrieta pertenece a la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), una liga reaccionaria de los Estados Unidos, que hoy lidera Donald Trump y a cuyas cumbres han asistido Javier Milei; el salvadoreño Nayib Buquele; el brasileño Eduardo Bolsonaro, hijo del expresidente Bolsonaro; y el español Santiago Abascal, que lidera Vox. En la reunión que se realizó en Buenos Aires en diciembre pasado, Arrieta salió fotografiada con Milei.

Más significativa que esa adscripción política es la situación laboral de la viajera. Ella trabaja en COC Global Enterprise, la empresa perteneciente a Leonardo Scatturice, propietaria del Bombardier 500 que aterrizó en Buenos Aires. Scatturice también fundó y conduce OCP Tech Global IT, que se desarrolla en el sector de la electrónica, proveyendo “soluciones digitales” como control de identidad, data centers y ciberseguridad, entre otras especialidades.

Leonardo Scatturice

Scatturice, que está radicado en los Estados Unidos desde el 21 de enero de 2020, tiene una trayectoria en el negocio de la aeronavegación privada que, siendo larga, es más breve que la que desplegó en el submundo del espionaje. En esta segunda especialidad habría prestado servicios a empresarios del sector aéreo. También tiene un vínculo muy cercano con la empresa Royal Class. Es el nombre de fantasía de Just Flight, la operadora del polémico vuelo. Just Flight/Royal Class es también la dueña del hangar donde quedó guardado el avión que trajo a Arrieta. Royal Class, que perteneció durante décadas a la familia Yabrán, quedó después en manos de Miguel Livi, que era su gerente general. Livi se mudó a Miami y dejó la operación en manos de Diego Colunga y de Diego Yacobitti, que se mueven como si fueran socios de la firma.

Un hangar de Royal Class, en Aeroparque

¿Scatturice también es socio? Si lo fuera, no sería en sentido formal. Lo aseguran empresarios muy bien informados sobre la actividad aeronáutica. Tal vez se dejan llevar por un viejo vínculo de Scatturice: su sociedad, esta vez sí oficial, con Diego Colunga en AJS Jet S.A. Diego es hijo de un legendario piloto y empresario del rubro de vuelos privados, Carlos Colunga, eterno colaborador de la familia Macri en ese rubro. Lo que interesa para esta historia es otra cosa: Scatturice, o su empleada, Arrieta, se moverían en el hangar de Royal Class como Pancho por su casa.

Por supuesto, esa familiaridad no explica que la Aduana, “por una orden de arriba” haya evitado controlar el “equipaje” del avión de Scatturice. Salvo que se incorpore esta información: Santiago Caputo, el “Mago del Kremlin”, tiene una relación de mucha confianza con Scatturice, que lo llevó a pedirle los nombres de quienes deberían estar al frente de las áreas operativas de ARCA, la antigua AFIP. Entre ellos, los directivos de la Aduana, liderados por Andrés Velis. Es una información que en ARCA circula sin que alguien la desmienta. Así se explica que el control político de esa agencia lo ejerza “el Mago”, a través de su hombre de confianza, Manuel “Manu” Vidal.

La proximidad de Caputo con estos empresarios tiene otras expresiones. Colunga, de Royal Class, es director de Aerolíneas Argentinas en representación del Estado. Cuando se lo designó, todos los reportes explicaron que fue a instancias del poderoso asesor de imagen de Milei. Esa gravitación quedó reflejada en el acta del directorio de Aerolíneas del 27 de diciembre pasado, que en su inciso 11 permite a Colunga a seguir realizando actividades en empresas competidoras de la estatal. Es una autorización prevista en la Ley 19.550 de Sociedades Comerciales.

Balance provisional: el avión en el que llegó Arrieta en ese insólito vuelo Miami-Buenos Aires-París pertenece a Scatturice, quien tiene una relación más que estrecha con Royal Class, la propietaria del hangar donde esa máquina estuvo guardada durante 7 días, con su misteriosa carga. Esa compañía es operada por Colunga, director de Aerolíneas a instancias de Caputo. Al mismo tiempo, las autoridades de la Aduana fueron también indicadas por Caputo, por consejo de Scatturice.

Leonardo Scatturice (de saco a cuadros), al recibir un premio para su empresa

La cuestión de las valijas se vuelve inquietante por otros factores, que pueden ser imaginarios. Que Scatturice conduzca una empresa de negocios digitales hace fantasear que en las supuestas valijas hubiera chucherías electrónicas. ¿Tal vez ese tipo de dispositivos que se utilizan en el campo de la Seguridad, y que provee Mario Montoto, íntimo amigo del dueño de OCP Tech? Observadores más suspicaces pueden hacerse otra composición de lugar: ¿es tan difícil pensar que Scatturice, que se ha movido durante décadas en los sótanos del espionaje, haya enviado a Buenos Aires material destinado a esa actividad? La proximidad con Santiago Caputo refuerza esa conjetura, que bien puede ser delirante, debido a que el “Mago” controla la SIDE a través de su amigo Sergio Neifert. Para matizar con una broma: quizá tienen razón los que dicen que “Milei es el funcionario más influyente del gobierno de Caputo”.

Ahora bien, por un momento se podría hacer el esfuerzo de suponer que Laura Belén Arrieta no tuvo nada que ver con la carga del vuelo que la dejó en Buenos Aires. Y que ese “equipaje” fue precintado y enviado a París de manera regular, como consigna la primera versión oficial de los hechos. El caso es igual de escandaloso, no por lo que habría sucedido en Aeroparque, sino porque revela una trama de intereses cruzados difícil de justificar por los funcionarios públicos. Con un detalle adicional: Caputo no es funcionario público. Está ligado al Estado por un contrato de locación de servicios con la Secretaría General de la Presidencia, que ejerce Karina Milei. Si, con el paso del tiempo, el viaje de Arrieta llegara a tener consecuencias judiciales, el problema tal vez lo tenga la hermana del Presidente. O, mucho más probable, el tío segundo de Caputo, Luis Caputo, quien como ministro de Economía tiene responsabilidad sobre la Aduana.

A las vinculaciones administrativas hay que agregar las de naturaleza política. Porque la Casa Rosada cedió a Scatturice la representación del capítulo argentino de la CPAC. El empresario inscribió en Miami una sociedad denominada CPAC Argentina Inc., en la que él figura como presidente y la viajera Arrieta como tesorera. La tarjeta de presentación como titular de esa organización puede ser providencial para Scatturice, sobre todo en estos días. Sucede que la jueza Kathleen Williams, del sur de Florida, acaba de rechazar una demanda del empresario contra varios funcionarios de la administración norteamericana. En esa demanda, Scatturice explicó que él es “el devoto cónyuge extranjero de la ciudadana estadounidense Sra. Diana María Marquardt”, con quién él “ha trabajado incansablemente para construir un futuro”. Scatturice se queja de que las autoridades entorpecen ese sueño demorando la autorización para que se convierta en residente permanente en los Estados Unidos, como él solicitó a través del formulario I-485, arguyendo ser familiar inmediato de un ciudadano del país, la Sra. Marquardt.

El registro oficial del Estado de Florida donde figura la creación de CPAC Argentina Inc., a nombre de Leonardo Scatturice y con Laura Arrieta como directiva

Scatturice no olvidará con facilidad el 25 de febrero. Ese fatídico día, la jueza Kathleen rechazó su protesta aclarando que ya se volvió abstracta, debido a que las autoridades rechazaron su solicitud. Es decir, el representante de la CPAC Argentina no consiguió la residencia permanente legal. ¿Se convertirá en ilegal? Sería una paradoja que el impetuoso Donald Trump termine expulsando del país a quien, en un sentido ideológico, sería el representante de Milei. Incógnita: los viajes del “Mago” Caputo para visitar a Scatturice en Miami, ¿se deben a que el antiguo espía y empresario aeronavegante no puede salir de los Estados Unidos? Otro pormenor: en las explicaciones sobre el vuelo del 25 de febrero se enfatizó, con mucha insistencia, que Scatturice no cultiva un vínculo sentimental con Arrieta. Más allá de que no hay por qué ponerlo en duda, es posible que esa especulación afectara la solicitud de la green card, que está basada en la devoción del empresario por su esposa Marquardt.

En el caso Arrieta-Scatturice-Colunga-Caputo parece realizarse una fatalidad histórica. Aviones y poder integran una dupla complicada. No sólo por el caso Southern Winds y aquel malhadado viaje desde Perú, transportando drogas, que puso por primera vez en la pantalla la pasión de Ricardo Jaime por la corrupción. También por el recuerdo de Eduardo y Gustavo Juliá, hijos del brigadier general José Juliá, jefe de la Fuerza Aérea con Carlos Menem, que cayeron en Barcelona por transportar casi una tonelada de cocaína en un lujoso jet, desde Buenos Aires. Sin embargo, el episodio más sonado es otro: el vuelo que trajo a la Argentina a Guido Antonini Wilson, con una valija repleta de dólares, desde la Caracas de Hugo Chávez. Para que la rima sea perfecta: el avión era de Royal Class, como el de Arrieta.

Es verdad que el viaje que realizó esta militante conservadora tiene un potencial más corrosivo. No porque los hechos sean más escabrosos, sino porque corre el velo sobre un sistema de relaciones y negocios para el que el escándalo no parece ser un accidente, sino un objetivo. Dicho de otro modo: un conjunto de pirámides que para ser explicado necesitaría una flota incalculable de platos voladores. Misterios de la aviación.