Maia Moreira, 40 años, llegó desde Lanús, agotada después de recibir en el club cientos de donaciones para Bahía Blanca. Un camión fue directo hacia el club Olimpo. El resto a Ezeiza, para sumarse al envío que hará la AFA junto con las donaciones colectadas por los demás clubes. Antes de las 20, como se había comprometido, Maia ya estaba igual en el estudio de radio en Plaza Italia. Puntual como Silvana Vignola, hincha y socia de Argentinos Juniors, psicóloga, “orgullosa militante” de los derechos de las infancias, de las personas con discapacidad. “Reducen que un club es ir a la cancha, como si el amor a un club fuera solo eso”, dice Grace Prounesti Piquet, trabajadora de prensa, con camiseta de Tigre.
Rubén, de la “Agrupación por amor a San Lorenzo”, habla de las ollas populares que organizan los jueves “para los más humildes” y recuerda al fundador padre Lorenzo Massa, que sacaba a los pibes de la calle. También hay docentes, directores de cine y hasta un mago. Camisetas, entre tantas, de Ferro, Temperley, River, Racing, Merlo, Claypole y de Vélez, con Mónica Santino, pionera del fútbol femenino. “Todos barra bravas”, ironiza Hernán Aisenberg, de “Boca es Pueblo”.
Son apenas algunos de los hinchas, organizaciones, que se autoconvocaron para ir este miércoles al Congreso a apoyar el reclamo de los jubilados. En la Premier League vemos carteles desde hace varias fechas con hinchas que protestan por el aumento abusivo de los precios de los boletos, cantos que se quejan de la codicia de los dueños de sus clubes. El domingo hubo incluso una marcha masiva en Old Trafford, con hinchas de Manchester United, en la previa del clásico ante Arsenal.
En Argentina, hay hinchas que se unen hoy por los jubilados. La reacción nació a partir de los golpes policiales que sufrió Carlos, 75 años, apaleado como los demás, pero él con su camiseta de Chacarita Juniors. Un grupo de Facebook de hinchas de Chacarita vio la escena y acompañó a Carlos al miércoles siguiente. Otra vez palos. Un doble búmeran.
“Sospecho que algo así solo puede pasar en Argentina, que la naturalización de que caguen a palos a los jubilados se corta por una impronta futbolera”, dijo Sergio “Cherco” Smietniasnski, abogado en organizaciones de derechos humanos, también él presente el lunes pasado, en el estudio de Plaza Italia. Recordó que cada club tiene sus comisiones de cultura, de género, de derechos humanos. Y que él mismo, como otros, forma parte de las Coordinadoras de hinchas que nacieron algunos años atrás, cuando el poder político pretendió que los clubes fueran convertidos en Sociedades Anónimas, como sucede nuevamente ahora.
Son hinchas, claro que, aun con todas sus limitaciones, reivindican a los clubes como Asociaciones Civiles. Y que no esconden militancias políticas. Pero que están lejos de ser barras bravas. Algunos barras, es cierto, acaso decidan sumarse hoy al Congreso, así como lo hicieron ayer y el lunes aportando fuerza para cargar las miles de donaciones que llegaron a los clubes para Bahía Blanca.
Es toda una paradoja que el movimiento haya nacido a partir de una camiseta de Chacarita. Su barra brava fue fuerza de choque del ex líder gastronómico Luis Barrionuevo, cuando había que cuidar intereses en los años 90, pleno gobierno de Carlos Menem. Reprimir protestas, callar opositores. Alguien recordó en las redes el rumor incluso de que la barra se jactaba de tener como trofeo la peluca de Norma Plá, la jubilada de protestas duras que hizo llorar una tarde al entonces ministro de Economía Domingo Cavallo. “No me mire la peluca, porque este pelo es mío”, frenó, Norma, digna, a Gerardo Sofovich una noche en “Polémica en el Bar”. Como Sofovich, también sabía de la peluca el policía que se la arrancó de un manotazo durante una protesta en la Sociedad Rural. Norma, que era de River, la usaba porque se sometía a un tratamiento de quimioterapia, un cáncer de mama que la mató en 1996. La crueldad para ser duros hacia los más débiles hoy es discurso oficial, pero no nació con los libertarios.
Puede serle fácil al gobierno actual, y a sus entrevistadores amables, reducir a “barras bravas” la decisión de hinchas que quieren acompañar a los jubilados. Y amenazar entonces con penas severas. Parece más difícil que comprenda el acto político de la solidaridad. Y del hincha de fútbol que ama una única camiseta, a diferencia de políticos que la cambian seguido, según el gobierno de turno. Sin abandonos. Porque la pelota, es cierto, puede ser un reino de memoria corta. Lo sufren todos los fines de semana técnicos o jugadores que hace solo fechas atrás eran vivados y a la derrota siguiente son insultados. Pero los clubes, sus camisetas, su gente, son en cambio reino de memoria larga.
Carlos Piro, uno de los historiadores oficiales de Chacarita, cuenta en su introducción de “Chacarita de Primera” (1999) que dedica el libro a su padre, a su abuelo José y a sus tíos “porque fueron quienes me hicieron hincha del Chaca”. Cita también a madre, abuela, hermanas y amigos del barrio. Porque son todos los que le hicieron sentir que “ser hincha de Chacarita es un orgullo”. Y, aunque hablara de otra cosa, Piro cita también al poeta Antonio Machado. Porque Chacarita, dice, “es la fe de mis mayores”.