De rodete, mañanita y bastón. “Fui una anciana desde esa medianoche hasta el amanecer”, dice al inicio de este cuento. Y tan verosímil sostuvo la actitud, que su gracia le traería el galardón tan personal como invaluable. Fue entonces que, en aquella fiesta de disfraces que coronaría la temporada teatral de Aliados (Telefe, 2014), el asistente de dirección de ese show se le acercó con la propuesta. “Me dijo: ‘Che, si había algo que me faltaba para estar seguro de tener entre manos ‘la obra’ para vos, es todo esto’. ‘Bueno, querido… Me mandas el proyecto, ¿si?’, le respondí sin salir del personaje”, recrea Juan “Pedro” Peter Lanzani (34) con su voz de abuela. La pieza en cuestión era El emperador de Gynt, del noruego Henrik Ibsen, adaptada por Franklin Caicedo (1928-2013) y Lito Cruz (1941-2017); Él, Julio Panno, el director que lo acompañaría en esa “volada de gorra” –como la llama– desde hace ocho años y en cada “necesaria” reposición.

Peter Lanzani en “El emperador de Gynt” (de Henrik Ibsen), adaptada por Franklin Caicedo y Lito Cruz, y dirigida por Julio PannoPeter Lanzani regresa con “El emperador de Gynt”, el 2, 11, 16 y 23 de septiembre sobre el escenario del Teatro Broadway

Y ese “volver una y otra vez” a esos textos, según explica, tiene que ver con ese “imperioso ejercicio de desoxidarme”. Especialmente, claro, luego de un break laboral de poco más de un año y a la espera de nuevos ‘cranéos’ que ansía desenfundar a fin de año. “Me urgía regresar un rato a semejante desafío”, como define a esta pieza que desembarca en el Broadway (2, 11, 16 y 23 de septiembre) y en la que, además, Jazmín Kendikian Manoukian envolverá con acordes los quince cambios de piel que asumirá Lanzani en ese “lindo delirio”. Y en sus líneas, Ibsen no hace más que referirse a la exploración introspectiva de nuestros “propios tesoros”. Básicamente: al sondeo del yo. Una buena oportunidad para indagar en esas búsquedas personales que impactan el ‘ser actor’ de Peter y que, según dirá, enriquecieron ese ‘mood esquizo’ (o su versatilidad, en términos más formales), con el que realmente sorprendió en esta última década: desde El Clan (de Pablo Trapero, 2015) hasta Argentina 1985 (de Santiago Mitre, 2022).

Peter Lanzani sobre el escenario de “El emperador de Gynt”, obra en la que interpreta a quince personajesPeter Lanzani en una de las interpretaciones de “El emperador Gynt” y acompañado por el piano de Jazmín Kendikian Manoukian

En revisión a grandes rasgos, Peter se felicita. Está convencido de que “el arte no es el resultado, es más bien el proceso en el camino”. Y que “de la incomodidad sale la verdad más grande en términos de lo que se siente, del sentido del desafío y el desprendimiento de todas las ataduras del ego”. Se despegó a tiempo una etiqueta profesional que pudo haber sido casi estigmatizante para un “alma tan inquieta”. A codazos se hizo lugar en las tantas filas de las audiciones que solían negarle por ser un producto ‘crismorenil’. Autogestionarse fue una alternativa muy a mano ante la premura y su Alan Strang –en el Equus de Peter Shaffer por Carlos Sorín–, el rol que lo desnudó por completo (literal y figurativamente) para volver a vestirlo de infinitas ductilidades y arrojarlo a una irrefrenable sucesión de “puertas detrás de las que había cada vez más”. Peter honra sus búsquedas personales. Ese “saber que no sabemos” tan impulsor. Y, “aunque muchas veces ‘muy hinchado’ me imaginé largando todo para abrir un bar en cualquier playa”, celebra “la convicción diaria de que he encontrado mi oficio”.

Peter Lanzani como Alan Strang en la “Equus” (de Peter Shaffer) dirigida por Carlos Sorín en 2015 y junto a Rafael Ferro

Decidió empezar a mirarse “en serio” recién a sus treinta y cuatro. Sí, fue el año pasado que incursionó en el diván. Y aunque la psicología siempre le ha parecido “fascinante” –al punto de haber leído “varios libros de los que entendí un mínimo porciento”– admite que “con el diario del lunes, sé que lo hice tarde. Pero me cambió la vida”. Demás estaría recordar que transitó su “expuestísima” adolescencia en una precoz estructura laboral al ritmo y exigencia de Cris Morena (69) –“la colimba”, como apodó alguna vez–, euforias desmedidas de estadios llenos y hasta guardaespaldas personal del Mosad. Y nunca se detuvo. “A veces uno, y principalmente de chico, se cree omnipotente. Que todo lo puede. Que todo lo sabe. Que es capaz de bancar el peso de todo sobre sus hombros. Y no… La vida no funciona así. Tal vez siempre lo supe…”, admite en reflexión. “Me pasó demasiado a la lo largo de los años. Hablo de cosas que me marcaron muchísimo y que quedarán en la intimidad. Pero tengo una familia presente y amigos de siempre. Los que me hacen volver continuamente a las bases, a las raíces. Y por ahí eso te hace creer que ya es suficiente. No, no… Tarde o temprano se necesita un profesional que guíe ese trabajo interno que sólo uno puede lograr, madurar o enraizar”, certifica Lanzani.

Entonces llegó el momento. “Tal vez me intuí algo inestable y con urgencia de reencontrarme conmigo mismo”, describe respecto de un 2024 de elegido stand by profesional, “mucha exposición pública” y la “necesidad de sacudirme algunos personajes para dejar lugar a otros nuevos de colores diferentes”. Concluye que “siempre fui un ‘hombre del hacer’ y quizás no estar ‘haciendo’ como acostumbraba, me desestabilizó. Me sentí apagado. Quieto. Frenado. Como sin esa llama que siempre me había hecho ir de un lado al otro”, describe. “Precisaba ese empujón. Porque a veces soy muy duro conmigo mismo. Me castigo demasiado. Y entendí que está bueno mirar un poco hacia atrás para darse cuenta: ‘¡Ey, mirá todas las cosas hermosas que te pasaron!’ ‘¡Ojo que hay otras que no estás poniendo en la balanza!’”, explica en relación de lo que aprendió en este ejercicio de revisarse.

“Ahora –con la llama reanimada– ya estoy de ‘frente march’, sumando proyectos en el tintero. Me apasiona. Me encanta lo que hago. Me veo leyendo las letras de Ibsen y digo: ‘Pará, pará… Primero aprendétela y después ponéle el cuerpo’. Como si fuese esos nenes a los que le das un dinosaurio y se vuelven locos, empiezan a jugar apasionados, a hacer rugidos… ¡No puedo controlarlo! Pero no me culpo, de eso también se trata actuar, ¿no?” Y El emperador Gynt no es lo único que ocupa a este “hombre del hacer”. Desde casi un año, incluso en el contexto de ese “buscar ayuda profesional”, Peter está empeñado en lograr financiación para su debut como director cinematográfico con la biopic del legendario Luca Podran (1953-1987). Y bien valdrá detenernos aquí, en lo que podrá ser el “reto más significativo” en la carrea de uno de los actores más influyente de su generación.

Dedicó los tiempos de pandemia a crear la Asociación Civil de Trabajadores del Arte, destinada a estimular la generación de contenidos de ficción (“una dura pelea que pronto nos desanimaría”) y, finalmente, a estudiar cine, diseñando una rutina semanal que incluía una meticulosa clasificación de directores según nacionalidades; Aunque, dice haber “entrado de lleno” con Lucrecia Martel (58). Pero “el cine me quitó tiempo para el cine”, ironiza este confeso fan de Scorsese. Su hambre por los desafíos no correría con la misma suerte. La gestación de esta ópera prima que “ya lleva un par de años”, cuenta con el aval de Armando Bo (47) y de Luis Ortega (45) en la producción ejecutiva. “Estamos escribiendo, inmersos en un mundo maravilloso, y esperando rodar el próximo año”, comparte. Y habla en plural porque se refiere a la dupla de cráneos que conforma con Martín “el Colo” Fisner, quien fuera parte del equipo de fotografía de la serie El marginal (de Sebastián Ortega y Adrián Caetano, 2022) y director del cortometraje Guanaco (2024), protagonizado por Peter.

Peter Lanzani, protagonista del cortometraje “Guanaco” (2024), de Martín Fisner, con quien prepara el rodaje de la biopic de Luca Prodan

Lanzani y Fisner desandaron la ruta del mítico líder de Sumo en un viaje con postas romanas y londinenses. Debían encontrar locaciones pertinentes a sus años formativos, porque el relato (al que dan forma) tendrá cimientos en la infancia italiana, la educación británica que el músico recibió en el prestigioso Gordonstoun School (de Elgin, Escocia, donde también fue educado el Rey Carlos III de Inglaterra), su desempeño como empleado de Virgin Records, su escala a ejecutivo discográfico, su incursión en bandas prominentes como New Clear Heads y la llegada a este país en los años 80, por influencia de Timmy McKern (su compañero de estudios argentino con ascendencia escocesa). Un arribo ligado a la recuperación de una sobredosis de heroína y al pesante (y consecuente) dolor por el suicidio de su hermana Claudia en 1979. Hasta, claro está, el explosivo encuentro con Ricardo Mollo, Diego Arnedo, Alberto Troglio y Roberto Pettinato, que marcaría a fuego la cultura musical de varias generaciones.

Peter Lanzani, de niño, cuando aún era Juan PedroPeter Lanzani antes de convertirse en modelo infantil de una ropa de indumentaria para niñosPeter Lanzani adolescente, cuando fue elegido por Cris Morena para sumarse al elenco de “Chiquititas” (Telefe, 2006)

De camino, y subidos a ese tren de sus tantas búsquedas, bromeamos sobre Eudamón. Ese “sitio místico, espiritual y secreto” referenciado en Casi Ángeles (Telefe, 2007-2010) como la residencia de ciertos seres de luz destinados a cumplir misiones que salvarían al mundo. Excusa perfecta de los guionistas para justificar la ausencia de sus actores. “Todo el que salía de viaje de egresados, se daba una vuelta por Eudamón”, suelta con gracia. Pero, esta vez, lo citamos en el paralelismo de lo que llama sus “retiros existenciales”: Esos tiempos de “alejarme del mundo por un ratito”. Y así surge la figura “más que especial” del abuelo Carlos Antonio, a quien todos llamaban Peto. “Un compañero esencial para mí. Quien pasaba a buscarme por el colegio (Belgrano Day School) para llevarme a grabar a Telefe y las posteriores clases de canto y de baile. Y cuando volvía por mí y le preguntaban en recepción el motivo de su visita, él decía: ‘Vengo a un casting para Cris Morena’”, evoca sobre “ese sentido del humor” que, asegura, es otro de los factores que supieron marcarlo para siempre.

Peter Lanzani junto a su papá Pablo (dedicado a la Big Data), su mamá Claudia (economista) y Bautista, el menor de los hermanos y “verdadero artista de la familia”, como define

Dice no recordar la fecha de su partida. “Soy malísimo con los días, los meses y los años de todo lo que me sucede. Porque no veo la vida como una simple línea de tiempo y siento tampoco me definen todas esas precisiones”, se excusa. “Adoro a mi abuelo, siempre voy a adorarlo y sé que va conmigo a todos lados”. Entonces decidió que tomaría distancia. “Junté algunos ahorros y me fui solo a ver el mar. A pensar. A despejar mi cabeza. A escucharme. Y a llorar, porque lo lloré muchísimo”, describe respecto de un viaje por el Sudeste Asiático con una primera escala en Melbourn (Australia) donde vive su hermano mayor. Se refiere a Juan Martín “Pepo” (ingeniero industrial), a quien le sigue Juan Pablo “Tato” (ingeniero industrial) y, el último de los cuatro, Juan Bautista (cocinero, baterista y emprendedor del e-commerce), “el verdadero artista de la familia”, según define. “Así fui desarmándome. Rearmándome. Y regresé cansado, pero contento conmigo”.

Peter Lanzani y sus hermanos, Juan Martín “Pepo” (ingeniero industrial), Juan Pablo “Tato”(ingeniero industrial) y Juan Bautista (cocinero, baterista y emprendedor)

Hablar de Peto es hablar de mesas largas y asados eternos en una casa con ático. Ático al que Peter vuelve una y otra vez para revolver esa “fortuna” que le recuerda quién es. “Ahí encuentro mi niñez. Mis viejas cartas Pokémon, algunos tazos, varias canicas y algunos de los bolones que luego llevo de regalo a mis amigos”, cuenta sin mención del Nintendo 64 con el que suele debatirse a duelo de Super Masch Bros con sus hermanos. Lanzani vuelve y no siempre son visitas. “El año pasado, al regreso de un viaje que duró cinco meses, me quedé un tiempo con mis viejos (Pablo, con Master en Sistemas y dedicado a la BigData, y Claudia, economista y docente universitaria). Es lindo pasar el día juntos. Cenar juntos. Charlar con ellos. Y después, a mi casa… Hoy solo. Otra vez solo. Porque durante seis años estuve conviviendo con amigos. Y también está bueno ir reencontrándose en ese mood de la soledad con uno”, infiere.

La amistad, para Peter, es un culto prioritario: “El mayor tesoro que tengo en esta vida”, rotula. Entonces cuenta que sus amigos del club (Alumni) ya han sacado veinticinco entradas para la tercera función de El emperador de Gynt, que “sin dudas, será la más difícil de todas ellas”, anticipa. “Y no por los nervios, sino por lo que va a emocionarme verlos en la platea, siempre tan cerca de mí. Esa es, te diría, una de las razones más importantes por las que cuales hago lo que hago. Me hace muy feliz su feedback. Que al salir de ahí nos vayamos a comer pizza y a tomar unas birras mientas me deliran por alguno de mis personajes”, dice con entusiasmo infantil. “Porque la vida se trata de eso: de divertirnos, de estar contentos. No sé si realmente la felicidad sea un lugar al que se llegue. Un lugar en el que uno pueda acomodarse para siempre. No… Eso no es la vida. Pero sí creo en lo que nos pasa internamente: Tonos, emociones, recuerdos, que podemos ir a buscar, a tocar… Esas cosas que están ahí para que volvamos una y mil veces. Es más sencillo de lo supuesto: el que busca, encuentra”, asegura. “Después de todo, no somos más que una recopilación de anécdotas”.

Fotografía: Adrián Escandar

Así fue como este buscador –convencido de que “mi superpoder es la curiosidad”– recuerda uno de sus más recientes “escapes existenciales”. El coletazo de 2024 lo encontró camino a Catamarca junto a sus amigos de colegio. “Y fue impresionante”, dice reviviendo el itinerario que incluyó una “más que especial” celebración de año nuevo. Mil ciento veintiocho kilómetros en un mismo auto. “No escuchamos música ni tomamos alcohol, para nada… No iba por ahí. Nosotros charlamos. Reímos. Debatimos. Estuvimos en altura masticando coca y tomando mates con pupusa (planta medicinal andina) para no apunarnos. Paseamos por Termas de Fiambalá, Balcón de Pissis, Dunas de Tatón… Un viaje muy increíble. Tenemos un país que pocos se imaginan”, cuenta con el mismo arrebato con el que hilvanará otro destino. Se refiere a la aventura en Ushuaia (Tierra del Fuego). La misma que terminó en un frío calabozo.

Se dio en el contexto de la producción del documental sobre No me baño, movimiento de graffiti gestado y liderado por la agrupación denominada ‘las moscas’, que comenzó imprimiendo su arte callejero contra las convenciones sociales y que, luego, derivó en exposiciones, intervenciones y hasta artículos de merchandising con su frase. “Bajamos en auto por la Tres y volvimos por la Cuarenta”, relata Peter evocando un trip “de paradas en lugares naturales para hacer arte sobre murales y esculturas de metal” junto a sus “amigos artistas plásticos, callejeros, pintores… Artistas a los que admiro profundamente”. Un viaje, éste, “para recordar la importancia de arte y la cultura”. Aunque, claro está, “pueda haber quien no esté de acuerdo con eso”, advierte. Como ha sido el caso de los policías fueguinos que intervinieron en la inmediata detención del grupo.

El momento en que Peter Lanzani y sus amigos artistas, fueron detenidos en Ushuaia mientras grafiteaban en la vida pública en el contexto de un documental sobre “No me baño” Una muestra del arte de “No me baño”

Fue mientras el actor, Gastón Zieher (26) y Valentín Bovati (27), grafiteaban “el chapón de un edificio viejo que iban a demoler” sobre la calle Piedrabuena, el pasado 20 de marzo. Los oficiales –“a los que esa misma noche se les había escapado un delincuente”– los sorprendieron en el acto. “Nos palparon para ver si teníamos drogas, pero ni alcohol habíamos tomado. Y nosotros, tipo: ‘Che, perdón, ¿podemos seguir pintando?’”, relató Lanzani en una entrevista reciente y dispuesto a no volver a hablar del tema. El trío de amigos fue esposado por el delito de ‘daños en flagrancia’ y encerrado minutos después en un calabozo, donde pasó la noche lejos de toda preocupación. Porque, según contó: “Roncamos las ocho horas que estuvimos en la cucha”. Fueron liberados al alba, tras el mismo interrogatorio de la noche anterior, un desayuno de “agua en vaso de Telgopor”, “un pedazo de pan”, y de cara a un celular “explotado con más mensajes que cuando cumplo años”, humoreó aquella vez. “Hay que hacerse cargo de los errores. Lo que estábamos haciendo en esa oportunidad no es legal. Está mal. Y hay que pagarlo”, dice hoy. Aunque, “ese episodio no logró opacar lo maravillosa que la experiencia fue para nosotros. Otra aventura sanadora para mí. Porque esa manera de encarar el arte rompió con el tipo de pensamiento sobre por donde yo creía que iba. Llevo veinte años haciendo lo que hago y volví a sentirme un principiante”.

Peter Lanzani en el rol de Jorge Cyterszpiler para “Maradona, sueño bendito”Peter Lanzani en la piel de Luis Moreno Ocampo, junto a Ricardo Darín, para el film “Argentina, 1985” (2022), de Santiago Mitre

Otro Eudamón resultó Paris. Y en trayecto decidió que necesitaba experimentar una noche de indigencia. Peter durmió en calle de “quién sabe qué distrito”. Pero estaba por la zona y “en mi país no podría hacerlo sin levantar la perdiz; Y, claramente, no se trata de eso”, explica. Fue en un alto del rodaje de Maradona, sueño bendito (Amazon Prime Video) –en la que interpreta a Jorge Cyterszpiler– cuando escapó de Nápoles (Italia) en busca de “El maestro Redha”, como llama al director y coreógrafo francés Rheda Benteifour, quien supo dirigirlo en Matadero, una pieza de exquisito teatro físico interpretada junto a Germán Cabanas. Pero el destino lo compensó con otro encuentro: “Entre tanto me topé con Santi Mitre (director de Argentina, 1985), quien tiempo después me acercó el proyecto de Argentina, 1985, recuerda descreyendo de las casualidades. “Me dediqué a visitar museos, ver Van Goghs, Monets…”, desliza el aficionado a las artes plásticas que “alguna vez pintó”, tal vez influenciado por la abuela Amalia, de quien tiene óleos colgados en su casa. “En ese entonces estaba tomado por Patti Smith, muy metido en su Éramos unos niños (2010)”, enumera cargando un Dostoyevski en su morral. “Y boyé. Fui boyando por ahí hasta seguir camino a Barcelona”, recopila. Pero antes, buscó el mejor umbral de alguna típica fachada en el que pudiese pernoctar.

Peter Lanzani y Germán Cabanas en “Matadero”, pieza dirigida y coreografiada por el maestro francés Rheda BenteifourPeter Lanzani y Germán Cabanas en una de las coreaografías de “Matadero”, pieza de teatro físico

“Yo estaba eligiéndolo y me costaba creer que haya tanta gente que no tiene esa posibilidad. Fue un palazo. No pude dormir, estaba helado y vagué las calles sin demasiado rumbo”, relata. “No me la banqué, pero entendí mucho. Me di cuenta de lo frágiles que somos…”, reflexiona. Lanzani no podría definir qué pretendía, “solo sucedió”. Pero intuye “pudo haber sido el primer atisbo de un viejo proyecto que me propuse alguna vez, sin suerte de conseguir quién me siguiese, con el objetivo de registrar la realidad de la vida a la intemperie”. ‘Qué viaje tenés con la calle…’, señalo. “Sí, la verdad que sí. Siempre me pareció un ámbito interesante. No sé. ¿Tal vez esa curiosidad tenga que ver con alguna falencia?”, suelta como quien piensa en voz alta. En definitiva, “ni más ni menos que otra búsqueda”, concluye. “Toda vivencia me nutre. Toda emoción, tarde o temprano, alimenta a mis personajes. Como, por ejemplo y en algún tiempo atrás, mi vida de rugbier a Miguel Prieto, en El Angel (de Luis Ortega, 2018)”

Peter Lanzani, Miguel Prieto, en El Angel (de Luis Ortega, 2018)Peter Lanzani como un excéntrico instructor de yoga para el clip de “El ritmo”, de Bándalos Chinos

Hay quienes lo vieron haciendo entrevistas con un celular entre los concurrentes. Cargando equipos. Y hasta armando escenarios a la par de cualquier asistente en las giras de Bándalos chinos, por “mucho de fanatismo”, consiguiente amistad con Goyo Degano (35) y el carácter interno de “gurú espiritual” de la agrupación. En ese entorno es llamado ‘JPP’, que significa: Juan Pedro Plomo. Lo que más tarde “evolucionaría a JPP News, grabando charlas con sus fanáticos”. Se perdió la visita a Texas (donde la banda grabó El big blue en Sonic Ranch), pero la emoción de aquel “pogo chivado” en Córdoba le bastó para el resto del camino. Ni hablar, por supuesto, de la posibilidad de haber protagonizado el clip de ‘El ritmo’, primer corte del álbum Vándalos, en interpretación de un excéntrico instructor de yoga.

Peter Lanzani como Alejandro Puccio, junto a Guillermo Francella, para “El clan” (2015 ), de Pablo Trapero

Y lo hace, tal vez, con mayor entusiasmo con el que podría alzar el Cóndor de Plata (Revelación 2016, por El Clan) o sentarse en la platea del Dolby Theatre a la espera de un Oscar (por Argentina, 1985). Peter pareciera aferrarse a la idea del outsider, como con empeño de ser ‘uno más’. “Es una eterna lucha”, define respecto de su relación con la popularidad. “Tuve épocas de mi vida en las que renegué con ese costado de la profesión”, revela. Será por eso que decidió no soltar jamás los ‘Tercer tiempo’ ni las “caminatas random de auriculares al palo” o el propio ritual de sentarse en un bar y ‘colgarse’ a “mirar como habla la gente, como se mueve, como discurre… E imaginar sus historias”, cuenta. Tal cual lo hacía Brandon en esquinas de Manhattan, según textos de Las canciones que mi madre me enseñó (1994), autobiografía que “partió” la cabeza de este buzo literario.

“Todavía me incomodan y avergüenzan ciertas situaciones. Y sigo trabajando para entenderme en esa posición en la ‘cintureo’ desde los quince años”, apunta. “Que la gente te frene por la calle y sepa un montón sobre tu vida despierta una sensación extraña. Puedo comprender la familiaridad que un actor puede generar en el público, pero sigue siendo muy raro para mí. De algunas cosas fui acostumbrándome, pero de otras no. Y creo que nunca terminaré de hacerlo”. Hablará de “imposiciones”, de “la creencia de que porque trabajo en un teatro o se me ve en alguna película, tengo la obligación de saludar o de sacarme fotos… ¡Y a veces te levantás cruzado! Algo de lo que también tengo derecho, ¿No?. Debo haberle parecido un pelotudo a más de uno, y en muchas situaciones seguramente lo fui… Corta. Pero uno hace lo que puede y con lo que tiene”, dice Lanzani. “Aunque me considero un agradecido con la gente. Alguien de ‘pies sobre la tierra’, ocupado de mantener mis bases, mis principios, mis pilares de vida. Al menos es lo que intento”, subraya. “El único lugar al que realmente siento que pertenezco es un set (con compañeros con quienes comparto el mismo sentimiento) o con familia y amigos, que te sacan mi ficha y siempre te dicen la verdad. Al fin y al cabo, los más efectivos domadores del ego”.

Ella es Leila Ceballos (25), novia de Peter Lanzani. Entre otras cosas, la modelo se dedicada al marketing digital y las relaciones públicas

Y es precisamente por aquellas sensaciones que en esta entrevista faltarán fotos de esas que suelen ilustrar los relatos personales. Tampoco entrará en terrenos ideológicos, ni abrirá la puerta de su relación con Leila Ceballos (25), la modelo dedicada al marketing digital y las relaciones públicas. Aunque dejará en claro que el amor sí le interesa. “No siempre me fue bien, porque no paro un segundo y tanta inquietud suele hacer de mí un insoportable para quien tengo al lado… Pero nunca quité mi apuesta. Porque sé que lo mejor es lo que está por venir. Y soy un optimista del gol en ese sentido”, comparte. Cita a sus padres como una “gran inspiración” de un proyecto familiar que “hoy veo muy lejos”. Claro, mientras sus “hijos” sigan siendo sus proyectos, según señala, aquello “se trata de toda una decisión; Un ‘game-changing’ demasiado importante”. Pero sí, “estoy enamorado y muy feliz…. ¡Se me nota!”, dispara. Entre tanto de las lecciones del amor, a lo largo de sus años, deduce que “todos lo necesitamos, aunque a veces no sepamos pedirlo o lo hagamos de las maneras más extrañas. Porque no lo concebimos igual o porque es lo que supimos aprehender. El amor es un gran aprendizaje y la comunicación, eso que me impongo trabajar todos los días, es la falla más grande que solemos tener. Eso por lo que, en general, nos cuesta tanto relacionarnos”, sentencia.

Peter Lanzani transformado en Ciro para el film “4x4” (2019), de Mariano Cohn

Sigue sin gustarse “nada” frente al espejo. Y en el afán de tantas búsquedas de pieles en pos de la metier, su apariencia ha ‘preocupado’ a varios. Adelanta que al salir de esta entrevista irá a cortarse el pelo, “que había dejado crecer en función a un proyecto que finalmente no prosperó”. Y aclara que “hace muchos años que no soy quien decide cómo lo lleva. Porque si esa fuese mi elección, me vería loquísimo… Así me gusta jugar”. Pero hasta eso resulta parte de la exploración tan atrayente para él. “Me fascina observar y analizar cómo las apariencias que uno adopta van cambiando la ‘fisicalidad’. La forma de movernos, de caminar, de gesticular, de respirar… Y eso se hace muy rico al tiempo de componer”, cuenta Peter. Mientras, hay otras miradas y algunos otros juicios que surfear.

Peter Lanzani como Tadeo Vázquez Pena en la serie “El reino” (2021-2023)

“Es increíble como, todavía, seguimos ‘junando’ a las personas por su apariencia. Y creo que ya será algo muy difícil de cambiar”, comienza. “A mí, con humor y sin humor, me han tildado de todo. Me dicen ‘sucio’, ‘linyera’, ‘facho’, ‘zurdo asqueroso’, entre otras tantas cosas. ¡Venga!… Soy un puchimbol”, ironiza. “Cada uno hace lo que puede. Y yo respondo a todo eso con lo que hago. Ni más ni menos”. Pero claro que sí. “Hiere. Todo eso hiere. ¿Cómo no va a doler? Somos seres sensibles por sobre lo que fuese. Y por más duro que uno se proponerse ser, las balas entran”, infiere Peter. “El error, tal vez, es tratar de encantar… ¿No? Y sin contar que, lamentablemente, vivimos en una era de opinólogos. En la que todos sabemos de todo. Y la verdad es que nadie sabe de nada”, discurre. “Lo peor es que, quizás, todo eso que nos llega desde afuera condiciona el modo en el que nos sentimos y del ‘cómo’ nos dejamos ver. Convirtiéndose así en una peligrosa arma de doble filo”.

Por hache o por be, terminamos esta charla hablando del único tatuaje que lleva en su cuerpo, “porque tener más (o los quinientos cincuenta que me haría) sería contraproducente para mi trabajo”, sostiene. Su brazo derecho reza la frase que inmortalizó Ridley Scott en Gladiator (2000): “What we do in life echoes in eternity” (Lo que hacemos en la vida resuena en la eternidad). Se excusa con cierto pudor: “Tenía veintitrés años, lo hice en caliente, era un adolescente fanático de esa película. Pero de esa, la segunda parte no es recomendable”, suelta con humor. En definitiva, “siempre me atrapó ese concepto y lo tengo muy presente, tanto para lo bueno como para lo malo”. ‘¿Cuáles son esas cuestiones que dejará resonando Lanzani en ‘el mañana’?’, planteo. “Pensar en ‘eternidad’ siendo este granito de arena que soy, me parece un montón. Pero en esos término, que a segundos de morir yo pueda mirar a los ojos, satisfecho y en paz, a las generaciones allegadas que me sigan, ya sería más que gratificante. Tener noción de que mis búsquedas, mis vivencias, mis experiencias sirvieron para algo. Saber que toqué al menos UN alma a través de un personaje o hice bien tan solo con UNA enseñanza de vida durante una charla de café con alguien, ya me completaría. Sería decirle al mundo: ‘Chau, no se preocupen por mí. Voy a estar bien’”.