
Parpadear menos podría indicar que el cerebro está sometido a un mayor esfuerzo cognitivo, según un estudio científico reciente de la Universidad Concordia. Este hallazgo, que vincula la frecuencia del parpadeo con la actividad mental, aporta una nueva perspectiva sobre un acto cotidiano que, además de proteger la salud ocular, podría reflejar el nivel de concentración y procesamiento de información en situaciones exigentes.
El parpadeo es un reflejo involuntario esencial para el bienestar visual. Su función principal consiste en distribuir una capa de lágrimas sobre la superficie ocular, lo que mantiene los ojos hidratados y limpios, y ayuda a eliminar partículas o agentes irritantes.
Además, este movimiento protege contra factores ambientales como la luz intensa o el viento, y proporciona breves pausas que reducen la fatiga ocular, especialmente durante actividades prolongadas como el uso de pantallas o la lectura.

La frecuencia habitual de parpadeo en adultos oscila entre 15 y 20 veces por minuto, lo que equivale a entre 21.600 y 28.800 parpadeos diarios. Un ritmo saludable de parpadeo resulta vital para mantener la funcionalidad ocular, mientras que alteraciones en esta frecuencia pueden deberse a sequedad, irritación, estrés, fatiga o incluso trastornos neurológicos. Parpadear en exceso o muy poco puede derivar en molestias, visión borrosa, enrojecimiento o, en casos graves, enfermedades como la queratitis por exposición.
Más allá de su función protectora, el parpadeo también se relaciona con el esfuerzo mental. El equipo de la Universidad Concordia diseñó dos experimentos para analizar cómo varía la frecuencia del parpadeo en respuesta a diferentes demandas cognitivas.
En el estudio, cerca de 50 adultos escucharon frases cortas a través de auriculares en una sala insonorizada, mientras el nivel de ruido de fondo fluctuaba de bajo a alto. Los investigadores, mediante gafas de seguimiento ocular, registraron cada parpadeo y su momento exacto durante la tarea.
Los resultados mostraron que los participantes parpadearon menos mientras intentaban comprender las frases, especialmente cuando el ruido dificultaba la audición. Esta supresión del parpadeo se mantuvo constante independientemente de la iluminación, lo que indica que la causa principal es la carga mental y no la estimulación visual. Según Pénélope Coupal, autora principal del estudio, “no parpadeamos de forma aleatoria. De hecho, parpadeamos sistemáticamente menos cuando se presenta información relevante”.

El análisis de los datos reveló que, aunque la frecuencia de parpadeo varía entre individuos —algunos parpadean tan solo 10 veces por minuto y otros hasta 70—, la tendencia general es clara: el parpadeo disminuye cuando el cerebro enfrenta tareas cognitivas exigentes.
Tradicionalmente, los estudios sobre el esfuerzo mental se han centrado en la dilatación pupilar, considerando el parpadeo como un artefacto a eliminar. Sin embargo, la investigación de Concordia propone que la frecuencia del parpadeo puede servir como un indicador práctico y no invasivo de la carga mental, tanto en entornos de laboratorio como en la vida cotidiana.
Las implicaciones de este hallazgo son relevantes para la comprensión de los procesos mentales y la salud diaria. El parpadeo podría utilizarse como una herramienta para medir el esfuerzo cognitivo en tiempo real, lo que abre posibilidades en ámbitos como la ergonomía, la educación o la evaluación de la fatiga mental. Además, subraya la importancia de mantener hábitos saludables para la vista, ya que una frecuencia de parpadeo adecuada no solo protege los ojos, sino que también puede reflejar el estado de alerta y concentración.
La investigación sugiere que cada parpadeo implica una breve interrupción en la recepción de información visual y auditiva, lo que explicaría por qué el cerebro tiende a reducir este reflejo cuando necesita captar datos cruciales del entorno.