Una mujer de campera verde sostiene una cartulina doblada en cuatro. Está sentada junto a la ventanilla del tren detenido en la estación de Moreno, con una mochila entre las piernas y un mate apoyado en el suelo. Mira el celular y luego observa el pasillo. El tren todavía no arrancó, pero ya quedan pocos asientos libres. Las puertas siguen abiertas. Algunos suben como siempre, por los accesos habilitados, sin apuro. Otros evitan los molinetes: cruzan por las vías y trepan al tren por el último vagón. Lo hacen con mochilas, bolsas, bicicletas o con chicos en brazos. El paro de colectivos de este martes 6 de mayo modificó la rutina habitual: las paradas amanecieron vacías, muchas líneas no circulan, y miles de personas debieron buscar alternativas como el tren, sus autos o buses privados, con un mayor gasto de bolsillo.
Desde la medianoche, más de 300 líneas de colectivo suspendieron su servicio en todo el país. La medida fue dispuesta por la Unión Tranviarios Automotor (UTA) tras no llegar a un acuerdo salarial con las cámaras empresarias. El gremio reclama que el básico ascienda a 1.700.000 pesos. Ayer hubo una reunión en la Secretaría de Trabajo, pero no hubo avances. Vencida la conciliación obligatoria, el sindicato resolvió avanzar con un paro de 24 horas. En el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), el paro incluye 103 líneas de jurisdicción nacional, además de 31 que operan en la ciudad de Buenos Aires y 102 que lo hacen en la provincia.
En uno de los vagones delanteros, un hombre de unos 40 años, con uniforme de seguridad, se acomoda contra la puerta lateral mientras toma un café. Se llama Sebastián Juárez, trabaja en una garita en Belgrano y salió de su casa antes de las cinco. Explica a LA NACION que no tuvo otra opción: “Hoy no pasa un colectivo ni por casualidad. Tengo que estar sí o sí en el laburo, porque si falto me descuentan. Después del tren tengo que hacer combinación con tres subtes”, detalla. A pesar de estar parado, agradece haber llegado temprano. “Por suerte ahora hay lugar, pero en las estaciones que siguen esto se llena mal. Así vamos, pero vamos igual”.
El pasillo se va llenando. Algunos se acomodan entre los asientos. Otros esperan de pie, cerca de las puertas. Mónica Ayala siempre tomaba el 136, pero hoy no pasó. Caminó desde su casa a la estación. “Esto ya lo vivimos mil veces. Hacen paro y los únicos que quedamos en el medio somos nosotros. Yo entiendo que reclamen, pero hay otras formas”, dice a este medio mientras se sujeta con una mano a la baranda.
José no está en el tren. Espera en la parada del 57, una de las pocas líneas que circula. Lleva más de 20 minutos esperando. Está enojado. “Esto es una locura. Yo sabía que el 57 iba a funcionar, por eso vine derecho para acá. Pero están pasando cada muerte de obispo. Si no se adhieren al paro, ¿por qué tardan tanto? Que lo digan de frente, si van a andar con frecuencia de domingo que lo aclaren”, dice a LA NACION.
“Estoy perdiendo tiempo, me tendría que haber ido en tren como los demás. ¿Qué te cuesta poner un refuerzo si sabés que los demás no circulan? Es obvio que va a estar todo saturado. Lo hacen a propósito. Así no se puede vivir más. Nos terminan empujando a gastar en lo que no tenemos: auto, remis, cualquier cosa. Te obligan a buscarte la vida solo”, agrega, mientras sigue mirando hacia donde debería aparecer su colectivo.
La respuesta del Gobierno
Desde el Gobierno calificaron el paro como “extorsivo”. Indicaron que el pedido de aumento del 40% está por encima de las pautas salariales oficiales y señalaron que la medida deja a los pasajeros como rehenes. El Ministerio de Transporte anunció que se fiscalizará que se cumpla el 50% del servicio, como corresponde en los servicios esenciales. Las empresas que no lo hagan podrán ser sancionadas económicamente o quedar sujetas a la revisión de los permisos.
Algunas líneas de colectivos siguen operando, aunque con menor frecuencia. Entre ellas, las del grupo DOTA y Metropol. Funcionan el 6, 8, 57, 60, 98, 100, 106, 117, 130, 136, 163, 168, 176, 182, 237, 276, 310, 322, 326, 327, 336, 365, 386, 392, 448, 503, 504, 507, 510, 670 y 741. Pero muchos usuarios no saben cuáles circulan y terminan dirigiéndose igual a las estaciones de tren.
Martín Serrano se enteró del paro anoche. Viaja sentado, con la mochila en el regazo. “Posta, me comí la ilusión como un gil. Otra vez la UTA nos mete el paro y a bancársela. Ahora el tren va a ir hasta las pelotas. Ahora tenés lugar para sentarte, pero andá a la última parada: vamos a viajar colgados de las puertas. ¿Quién se hace cargo? Nadie. Ellos te paran el país y vos después tenés que poner la cara en el laburo. Esto no es un reclamo, es apretar con la gente de rehén”, dice.
Silvana, que lo escucha desde el otro lado del pasillo, responde: “Mirá, yo también me tengo que comer este viaje. Pero no es culpa de los choferes. Ellos también son laburantes, como vos y como yo. Si no paran, no les dan nada”. Martín no contesta. Baja la mirada. Silvana también se gira. El tren sigue detenido, pero casi no queda espacio libre. Todavía hay lugar para moverse, pero entre los pasajeros se repite la idea de que en las estaciones siguientes ya no se va a poder subir.
En el AMBA se hacen más de nueve millones de viajes diarios en colectivo. Más de 4,5 millones de personas dependen de ese medio para ir a trabajar, estudiar o atender trámites. Hoy, muchas de esas rutas están interrumpidas. En Moreno, como en otras estaciones, la gente espera de pie. Algunos revisan sus teléfonos. Otros miran las vías. El tren todavía no arranca, pero todos ya se preparan para viajar parados.
A unos metros, otro hombre espera el 203 sin saber que no va a pasar. Está solo, con una mochila colgada al hombro. Mira hacia la calle y pregunta si ya pasó el colectivo. Alguien le avisa que hay paro. “No sabía nada. Nadie te avisa. Uno viene como todos los días, pensando que el bondi va a pasar. Y te encontrás con que no va a pasar nunca. Ahora tengo que ver si llego caminando o si me tomo algo que sí ande, pero ni idea cuánto me va a salir”, dice.