
Un estudio internacional publicado en el Journal of Archaeological Research cuestiona la visión tradicional sobre la dieta paleolítica. La investigación demuestra que los seres humanos procesaban y consumían alimentos vegetales hace al menos 35.000 años, mucho antes del surgimiento de la agricultura.
El equipo, liderado por Anna Florin (Universidad Nacional Australiana) y Monica Ramsey (Universidad de Toronto Mississauga), sostiene que la versatilidad alimentaria humana y la capacidad de procesar plantas han sido clave en la evolución y expansión de nuestra especie.
En ese sentido, Florin afirmó, en un comunicado de prensa, que “nuestros antepasados ya molían semillas silvestres, machacaban y cocinaban tubérculos ricos en almidón y desintoxicaban frutos secos amargos muchos miles de años antes”.
Por su parte, Ramsey subrayó la relevancia de los vegetales procesados para la dieta humana temprana: “Nuestra especie evolucionó como amantes de las plantas, de la comida y del uso de herramientas, capaces de convertir casi cualquier cosa en cena”, explicó Ramsey.
Revisión de teorías sobre la dieta humana ancestral

Durante décadas, la hipótesis de la Revolución de Espectro Amplio (BSR, por sus siglas en inglés), propuesta por Kent Flannery en 1969, dominó la interpretación sobre la diversificación alimentaria humana. Esta teoría planteaba que incorporar diferentes recursos, entre ellos los vegetales, fue una reacción reciente a la escasez de alimentos y un paso previo a la domesticación de plantas y animales.
El nuevo estudio, sin embargo, sostiene que el uso y procesamiento de plantas corresponde a una adaptación profunda y antigua, no una innovación tardía ni una reacción puntual. La revisión de la evidencia arqueológica muestra que la explotación de recursos vegetales y el desarrollo de tecnologías para su procesamiento han sido constantes en la historia humana, y no etapas transitorias hacia la agricultura.
Evidencia arqueológica y tecnologías de procesamiento
El análisis de yacimientos como Ohalo II (en la orilla suroeste del Mar de Galilea, Israel, datado en 23.000 años) ha resultado fundamental para este replanteamiento. En ese sitio se encontraron cerca de 150.000 macrofósiles vegetales, incluidos granos de cereales silvestres, semillas de gramíneas pequeñas, frutos y nueces. Se identificaron también herramientas de molienda, restos de alimentos cocidos y estructuras dedicadas a la preparación de plantas.
En Madjedbebe, Australia, la evidencia se remonta a 65.000 años e incluye restos de raíces, tubérculos, frutos y semillas, además de herramientas de piedra utilizadas para moler y tratar estos alimentos. Los análisis demuestran que los primeros habitantes de la región empleaban técnicas complejas para volver comestibles plantas que requerían diversos tratamientos, como el machacado, la cocción y la desintoxicación.

Estos datos se suman a los hallazgos en sitios de África, Europa y Asia, donde se identificaron microfósiles vegetales en cálculos dentales de humanos y neandertales, y restos de plantas procesadas en contextos arqueológicos de más de 100.000 años de antigüedad.
Implicancias evolutivas y nuevas perspectivas
Según la investigación, la capacidad de procesar una gran variedad de alimentos vegetales permitió a los humanos disponer de nutrientes clave y adaptarse a entornos muy diversos. Esta versatilidad alimentaria habría resultado decisiva en la dispersión exitosa de Homo sapiens por el planeta.
El estudio también desacredita la idea de que diversificar la dieta fue siempre solo un mecanismo ante la escasez. En numerosos casos, la explotación de recursos vegetales ocurrió en contextos de abundancia, donde el conocimiento ecológico y las prácticas culturales favorecieron la gestión y modificación del ambiente para asegurar alimentos durante todo el año.
El trabajo de Florin y Ramsey dialoga con corrientes como la Niche Construction Theory, que sostiene que los humanos han sido agentes activos en la transformación de sus ecosistemas, y que la diversificación alimentaria pudo surgir en ambientes ricos, no únicamente en situaciones críticas.

El artículo señala las limitaciones de la evidencia arqueológica, subrayando que la menor conservación de restos vegetales respecto a los de origen animal ha sesgado las interpretaciones previas. Sin embargo, la abundancia de herramientas de molienda y los vestigios vegetales en yacimientos bien preservados indican que el procesamiento de plantas fue una práctica generalizada y esencial desde tiempos muy antiguos.
Impacto en la visión contemporánea de la dieta y la salud
Estos hallazgos afectan de forma directa el debate sobre la dieta humana y la salud actuales. La imagen popular de una “paleodieta” casi exclusivamente basada en carne queda cuestionada ante la evidencia arqueológica. De acuerdo con el Journal of Archaeological Research, la dieta ancestral humana fue mucho más variada y dependiente de los vegetales de lo que se creía.
El estudio invita a reconsiderar las bases evolutivas de la alimentación humana y a reconocer la importancia de la diversidad alimentaria, tanto en el pasado como en el presente.
La investigación liderada por Florin y Ramsey redefine la comprensión de la dieta humana ancestral. La capacidad de procesar y consumir alimentos vegetales se consolida como una adaptación central en la historia evolutiva de Homo sapiens. El análisis arqueológico global respalda la idea de que los humanos han sido siempre comedores versátiles, capaces de transformar su entorno y su alimentación según las oportunidades y desafíos de cada época.