Bryan Johnson impulsa Project Blueprint para desafiar los límites del envejecimiento con inteligencia artificial y automatización

Hace algunos años, Bryan Johnson saltó a la fama mundial como el multimillonario de la longevidad, pero su historia y ambiciones revelan mucho más que rituales y comportamientos llamativos. La iniciativa Project Blueprint, que lidera desde California, es tanto experimento personal como empresa biotecnológica: une inteligencia artificial, cuantificación exhaustiva y sistematización para desafiar los límites del envejecimiento humano.

Johnson cree que la clave para prolongar la existencia reside en la automatización estricta de la rutina, complementada por tecnología de punta y una filosofía centrada en la supervivencia.

Su residencia en Venice, California, se asemeja a un laboratorio, donde ningún detalle queda al azar: desde la comida y los suplementos hasta la recolección y almacenamiento de muestras biológicas, toda variable se encuentra bajo control.

El régimen extremo de Johnson combina tecnología, dieta vegetal y control exhaustivo de variables biológicas

Johnson somete su cuerpo a un régimen tan meticuloso como exhaustivo: su día inicia antes del amanecer con exposición a luz de 10.000 lux, control de temperatura, aplicación de sueros, ejercicio, terapia de luz roja, oxigenación, sauna y múltiples pruebas médicas. La dieta es exclusivamente vegetal, restringida a la mañana y antes del mediodía, e incluye decenas de suplementos para optimizar métricas que él considera clave.

En tanto, desde 2021, la estrategia de Blueprint incluye alimentar una inteligencia artificial —Bryan AI— con todos sus datos y declaraciones, con el objetivo de perfeccionar su régimen y avanzar hacia la potencial transferencia de conciencia a sistemas computacionales.

La visión de Johnson trasciende la salud personal: postula que la supervivencia debe ser el nuevo eje ético, capaz de suplantar la búsqueda de riqueza y estatus en el mundo contemporáneo.

Entre la inmortalidad tecnológica y lo inevitablemente humano

Johnson propone una nueva ética digital centrada en la supervivencia y la existencia como virtud suprema

En búsqueda de más información, el equipo de Wired visitó el peculiar hogar del millonario. A cada paso, notó detalles tan pulidos como los fruteros repletos de kiwis y plátanos, y al mismo tiempo tan imperfectos como una naranja mohosa, “algo, al parecer, huele mal en la finca de Johnson”, afirmaron.

Un dilema que, en palabras de quienes transitaron por este lugar, materializa un contraste y dilema de este personaje: Johnson construye un entorno artificial casi perfecto, pero choca de frente con los límites y “fallos” de la condición humana.

Durante la conversación, Johnson explica con detalle su rutina nocturna: “He construido toda mi existencia en torno al sueño”, afirma y deja en claro que el descanso no es solo una necesidad biológica, sino el pilar central de su estrategia de longevidad. “Mi perfil de sueño es el de alguien de veintitantos años: duermo ocho horas y 34 minutos, me levanto menos de una vez por noche, y tengo un 94 % de eficiencia”, detalla.

El fundador de Blueprint enfrenta críticas y polémicas sobre la viabilidad y transparencia de su empresa

Su jornada, dice, empieza la noche anterior: se acuesta con precisión quirúrgica, se duerme en minutos y se despierta antes del amanecer, exponiéndose a luz intensa y midiendo parámetros como la temperatura basal, que en su caso ha descendido más de dos grados: “Hay pruebas de que las especies con temperaturas más bajas viven más”, afirma.

Cuando se le plantea, de manera directa, si alguna vez morirá —una pregunta que más parece filosófica que biológica—, Johnson responde sin titubeos: “Falso”, ya que todos sus datos y discursos ahora se encuentran dentro inteligencia artificial personalizada.

Actualmente, de forma muy rudimentaria, tengo una IA de Bryan que ha asimilado todo lo que he dicho”, un cambio que, según afirma, redefine el valor de seguir vivo: “A medida que la tecnología mejora, el bien más preciado será la existencia; la inmortalidad, tal como la concebíamos antes, a través de los logros, la descendencia o la vida después de la muerte, se devaluará en comparación con la existencia. Esa es mi apuesta fundamental para el futuro”.

La automatización frente a la adicción y la crítica

El experimento de Johnson busca trascender la salud y tecnología para ofrecer un nuevo marco filosófico a la humanidad

Como figura pública obsesionada con la longevidad, Johnson no ha escapado a las críticas. Algunas figuras han señalado que su nivel de control podría rozar comportamientos obsesivos o incluso patológicos.

Es más, durante la entrevista, se comparó su comportamiento con patrones de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), una afirmación que Johnson no evade: “La mayoría de la gente que conozco en Estados Unidos tiene un trastorno alimentario. Claramente, luché con el control de mi ingesta de alimentos”.

Defiende su enfoque como una estrategia racional frente a un entorno saturado de estímulos adictivos. “¿Por qué iba a luchar contra decisiones cotidianas, diversas y, en última instancia, irrelevantes, cuando pueden automatizarse? Prefiero dedicar mi escasa capacidad cerebral a pensar en cosas de mayor nivel, como el futuro de la raza humana”, sostiene.

La automatización —para Johnson— es una estrategia de autonomía frente a un entorno saturado de algoritmos que incentivan el consumo y las adicciones. Su objetivo es crear un entorno de máxima libertad personal, donde las decisiones menores están automatizadas y controladas por datos; solo así puede concentrar energía intelectual en desafíos trascendentes.

De empresa a religión: “No morir” como nueva ética digital

La inteligencia artificial Bryan AI recopila datos personales para perfeccionar el régimen de longevidad

En la entrevista, Johnson deja en claro que su cruzada trasciende el negocio o la autoexperimentación. Proclama la necesidad de una nueva ideología global: “La nueva respuesta a la existencia es que la existencia misma es la virtud suprema. No estoy defendiendo la inmortalidad ni la utopía. Solo digo que elijamos no morir”, afirma.

Con esta premisa, busca reemplazar antiguos sistemas de creencias y paradigmas políticos con una suerte de “religión” centrada en la supervivencia —individual y colectiva—, capaz de alinear tanto a humanos como a algoritmos bajo el principio Don’t Die.

Johnson reconoce que la fama no es un efecto colateral, sino un instrumento: “Si tuviera que elegir entre la fama y mil millones de dólares, la elegiría cien veces. Es muy difícil de conseguir. Tiene un valor excepcional”. Según él, solo con ese alcance es posible impulsar la ideología “de mayor crecimiento en la historia” y guiar la transición de la especie hacia una nueva etapa evolutiva.

Cree, en definitiva, que “algo surgirá y llenará este vacío, ya sea ‘No Mueras’ o algo más”. Su ambición no es solo extender la vida, sino fundar un nuevo marco de sentido que le dé respuesta —en términos prácticos y éticos— a los grandes dilemas del siglo XXI: la conciencia, la muerte y el futuro de la humanidad frente a la inteligencia artificial. Es que, en última instancia, espera que el legado de su experimento no se mida solo en métricas de salud o tecnología.

Polémicas y el futuro de Blueprint

Johnson aspira a reemplazar religiones y paradigmas políticos con una ideología global de supervivencia

El ascenso de Johnson no estuvo exento de conflictos. Enfrentó disputas legales con su expareja Taryn Southern y varios exempleados, cuestionamientos por el uso extensivo de acuerdos de confidencialidad y reportajes que pusieron en duda la integridad de sus productos y la estabilidad financiera de su empresa. Pero, independientemente del futuro comercial de Blueprint, Johnson insiste en que su propósito real trasciende lo económico.

Su empeño está en sostener una visión filosófica y radicalmente transparente sobre la existencia: “Quiero que, en el siglo 25, digan que fue entonces cuando la humanidad descubrió que era la primera generación que no moriría”, afirma.

Lo que propone es un desplazamiento de las prioridades humanas: “Ahora mismo, lo único que tenemos en común es que nadie quiere morir”. En su visión, la inteligencia artificial no es solo una tecnología, sino un punto de inflexión que obliga a repensar cómo vivimos y decidimos. “Cuando surgen tecnologías transformadoras, necesitamos nuevas ideologías que nos ayuden a tomar decisiones cotidianas. Hoy no existe ninguna”, advierte.

Por eso concibe su cruzada como algo más que biotecnología o disciplina física: se trata de diseñar un nuevo marco de sentido frente al cambio irreversible: “No estoy defendiendo la inmortalidad. Solo estoy diciendo que elijamos no morir”, concluye.