El 5 de septiembre de 1975, el Adiós Sui Géneris en el Luna Park marcó un hito: el rock nacional pasó de ser un movimiento de nicho, casi marginal, a plantar su huella en el mercado musical. Allí estaban, sobre un escenario sencillo y poblado, Charly García, de smoking y galera blancos; y Nito Mestre, con una sencilla blusa naranja de bambula. Un poco, el vestuario anticipaba sus rumbos. Con ellos, dos músicos que se habían sumado poco tiempo atrás: Rinaldo Rafanelli en bajo y Juan Rodríguez en batería. Pero ese día, contra toda creencia, no fue el final para el dúo: ese mismo año siguieron tocando juntos, ya veremos.

En pocas semanas, aquel suceso cumple 50 años. Fue concierto, disco doble (luego salió un tercero) y película (que dirigió Bebe Kamin), reunió a 26 mil personas en dos funciones una detrás de la otra: “Y después les voy a pedir que se vayan”, marcó García a los asistentes hacia el final de la primera parte. Y una de las “medias naranjas” del dúo, Nito Mestre (cantante principal, guitarrista y flautista), celebrará el acontecimiento en el Teatro Ópera a exacto medio siglo, el próximo 5 de septiembre.

— Se vienen los 50 años. ¿Vas a hacer dos funciones el mismo día como en 1975?

— Una sola. Si queda gente afuera, lo siento. No se pueden hacer ahora esas cosas en los teatros. Tenés pantallas, músicos, ensayos, prueba de sonido. En esa época trajeron las columnas de sonido cargadas sobre los hombros. No había un monitor de oído, el monitor que había eran dos de las mismas columnas que daban para afuera, en el piso y apuntadas a nosotros. Si yo pedía más voz, se la subían más a todos. Y eso, pese a que se filmó una película, se grabó un disco y tocamos en vivo.

— ¿Cómo fue la logística, el armado del escenario?

— La escenografía eran unos rectángulos hechos por Orestes Gatti, que hacía las tapas de Sui. Tres días antes le dijeron “inventate algo”. Puso como un cielo, compró telgopor y lo cortó como si fuese en las nubes. Las luces nos las prestaron Los Jaivas (un conjunto chileno), que habían traído buenas gelatinas de afuera. Daban lindos colores, pero no se midió que se filmaba la película. Entonces no tomaron la temperatura que hacía falta, por eso es una de las películas más negras de la historia (ríe).

Charly y Nito en el escenario del Luna Park

— Pero gracias que lo filmaron.

— Menos mal. Ahora es otra cosa, no un reflejo del Adiós Sui. Estarán los temas que más me gustan tocar, más algunos que debieran haber estado en aquella época y no estuvieron. No voy a spoilear la lista, pero en esa época veníamos tocando mucho Instituciones, el último disco. Coincidió con el Adiós y le dimos mucha bola a ese disco. Hay temas de Instituciones que y otros que no. Estoy chocho de hacer este show. No es rememorar ese día, es festejar que después de 50 años estemos tocando esas canciones, y que suenan mejor que antes.

— ¿Cómo lo armaste?

— Mi criterio primero es musical, que la gente vaya a escuchar y decir wow, qué bien suenan hoy esas canciones. La parte emotiva está, a mucha gente le quedó pegado en el corazón, porque ese día le pasó algo, conoció a una persona por ejemplo. Hay una película que se llama Nueces para el amor, con Gastón y Nicolás Pauls, que habla del amor de dos jóvenes que empezó en el recital de Adiós Sui Géneris. Reflejó lo que podía pasar, los encuentros que hubo ese día

La tapa de uno de los dos discos que registraron el concierto del Luna Park tenía un error ortográfico: olvidaron ponerle tilde a

— ¿Invitados?

— ¡Sorpresa!. No hago uso de invitados para que venga gente. No es mi estilo.

— ¿Pero alguno que estuvo hace 50 años en el escenario…?

— A Charly lo voy a invitar, pero a que vea. Rino (Rafanelli), lamentablemente falleció. Con respecto a Juan (Rodríguez), ya tengo la base ensayada. Para mí esas cosas te descalabran el equilibrio de la banda. Si alguna vez lo hice, no me resultó.

— Esa noche metieron 26.000 personas. ¿Cuántos Luna Park se hubieran llenado con la gente que dijo haber estado esa noche?

— Ponele… 250.000 personas (risas). Todos dicen ‘yo estuve’. Estoy chocho de hacer este show. No es rememorar ese día, es festejar que después de 50 años estemos tocando esas canciones, que ahora están sonando mejor que antes.

Nito y Charly sobre el escenario del Luna Park

— Uno de los mitos de ese show dice que Charly fumó 27 porros antes de tocar. Está publicado en algunas reseñas…

— Jaja, es imposible. Ni a palos. Ese un mito. Ni había olor a porro. Ni medio me fumé, y él tampoco. Teníamos el mismo camarín.

— Era una época heavy. Ustedes habían estado presos un mes antes en Uruguay.

— Mirá, yo usé una guitarra que me prestó Alejandro de Michele, de Pastoral. Él no fue, pero sí Miguel Ángel Eurasquín, el otro del dúo. Y se lo llevaron en cana. A nosotros nos llegaron a decir ‘muchachos, las letras de Instituciones, algunas hay que cambiarlas, si no, la otra opción es que no sacan el disco’. Era una pelotudez. Hay que acordarse que nosotros teníamos 21 años. En Uruguay, por la canción Botas Locas, nos cagaron a palos, nos vendaron los ojos, nos llevaron tirados en una camioneta, a la noche con remera, con frío. Éramos los cuatro Sui uno en cada punta, al aire libre. Los plomos también presos. Se llevaron los equipos. Bueno, ahí aprendimos. Descubrimos el riesgo finito que había con lo que nos había dicho con instituciones. Y acá nuestro miedo era la Triple A. Por eso a Botas Locas no la hicimos en la primera función, porque si nos llevaban en cana en la primera no había segunda, y ahí sí lo tocamos. Es un tema irónico. Yo comparo: en esa misma época, más o menos 75, 76, se estrenó La naranja mecánica, que era violenta. Ahora yo prendo la televisión a las diez de la noche y es diez mil veces más violento que La naranja mecánica. Es medio chistoso lo de Botas Locas. Nosotros lo veíamos tipo ‘¿cómo se van a hacer problemas por esto?’

— ¿Por qué terminó Sui Géneris?

— Mirá, está la versión que cuenta Charly, la que cuento yo, la que cuenta Álvarez, el manager, porque que el Adiós Sui Géneris fue su idea, de alguna manera. No fue ni de Charly ni mía. Yo me empecé a ir de alguna manera desde noviembre del 74. Cuando entraron Rinaldo y Juan se empezó a perder la magia que teníamos con Charly, con quien seguimos siendo amigos. Había tres grupos. Estaba Charly. Estaba Juan, que era más grande que nosotros, venía de otro palo, lo llamábamos casi como baterista profesional y lo veíamos en los shows. Y yo vivía con Rinaldo, que lo conocimos en La Biblia. Nosotros estábamos solteros y Charly estaba casado. Complicada la cosa.

— ¿Sólo por eso?

— No. Yo le decía a Charly desde tiempos inmemoriales que teníamos que salir a tocar afuera: “Esto es un embole”. Íbamos a tocar, el sonido de terror, cuando la gente se ponía a cantar más fuerte que vos, era tipo llegarse a plantearnos ‘¿qué estoy haciendo acá? Dábamos una vuelta: Buenos Aires, los clubes del conurbano, Rosario, Santa Fe, Córdoba. A veces Mendoza… Y otra vez lo mismo. Cuando algo se hace rutinario, la energía cambia absolutamente. Era aburrido, como ir a laburar. Charly en junio o mayo, que dice ‘Che, no da para más esto’. Decíamos ¿cuándo pasa algo distinto? Una sola vez habíamos ido a Chile. Lo hablábamos con Charly ¿cuando nos sacan los discos afuera? Nos editaba Microfón, un sello chico. Nos decían que si mandaban discos a Chile, Perú, Colombia, Venezuela o México, se corría el riesgo que nos dijeran que se habían vendido mil discos y en realidad se vendían 50.000, y nos cagaban. Fue la explicación que me dieron a mí, pero nos frenaron la carrera. Y mataron a la gallina de los huevos de oro.

El Adiós Sui Géneris abrió la puerta grande del rock nacional

— ¿Pero ustedes no estaban grabando un disco que se iba a llamar Ha sido?

— Algunos temas grabamos, pero ya sabíamos que nos separábamos. Iba a ser un disco póstumo.

— ¿Esas cintas se perdieron?

— Que yo sepa sí. Porque se grabaron en un estudio subalquilado. Bueno, la cosa es que cuando pasa que no editamos afuera, Charly me dice ¿’Y si nos separamos’?. Le dije de hacer un intento más. Jorge Álvarez nos ofreció hacer un recital a la mañana, porque a la noche muchos pibes de 15, 16 años no salían. Fue a las 11:00 en el Teatro Astral. No fue bien. Nos tocó un día horrible, a principios de julio, llovía. Íbamos a hacer cuatro domingos, hicimos sólo el primero. Y yo creo que todos creíamos en las señales que hubo…

— ¿Qué señales?

— Bueno, que llovía, que vino poca gente, que sonó mal. No estábamos muy enfocados. Rinaldo cortó dos cuerdas de su bajo, cosa que es imposible, se peleó con el iluminador, le encajó una trompada a un vidrio, se cortó la mano. Había una energía como para atrás. Cuando terminamos ese show, nos fuimos a comer un asado, con lluvia y todo. Enseguida dijimos ‘se acabó todo’. Fuimos a hablar con Álvarez y nos dijo: “No, se acabó todo así No, ustedes no se pueden ir así’. Y Álvarez dijo: ‘Tienen que hacer un Luna Park’.

El afiche del anuncio de la película del Adiós Sui Géneris, que dirigió Bebe Kamin

— Y arrancaron…

— Creo que pasó una semana y media y nos dijo ‘Vamos a hacer dos Luna Park, apareció Casa América como sponsor’. Y dijo vamos a grabar un disco. Lo más raro fue la idea de la película. Empezamos a ensayar por Palermo. Hicimos el Luna, las dos funciones. Fue la despedida, pero nosotros seguímos tocando.

— ¿Cómo?

—Porque pasó otra cosa. Por todo el ensayo, veníamos más afinaditos. Habíamos tenido un motivo. Y todavía teníamos que ir a Rosario y a Córdoba. Después de esos shows, Charly me dijo: ¿che, y si seguimos? Y le respondí: ‘¿Charly, viste la palabra adiós? Cuando es adiós, es adiós’. Y nos dimos cuenta de dos cosas, que los productores se habían llevado muchísima plata, más que nosotros, como siempre. Después de Rosario, teníamos Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia para el día de la primavera. Ya habían pasado veintipico de días desde el Adiós y seguíamos. Nos dijeron que ya estaban vendidos desde antes. Así que hicimos el show del Día de la Primavera, donde con Charly hicimos de jurados del desfile de la Reina de la Primavera aparte de tocar.

Sui Generis en 1974: Juan Rodríguez, Charly García, Nito Mestre y Rinaldo Raffanelli

— ¿Y cuál fue entonces el último show?

— Ese de Caleta Olivia. Tocamos en un galpón de chapa, un frío de cagarse, había 300 personas. Podíamos haber seguido, hacer un adiós tipo Los Chalchaleros. Pero pasó algo. Salimos de Caleta con Charly en un auto, atrás una camioneta con los equipos y después Rino y Juan en otro auto. Cuando llegamos a Comodoro Rivadavia nos llaman porque había volcado el camión con todos los equipos. Se había todo, excepto mi guitarra, el bajo de Rinaldo y un Minimoog de Charly. Llevamos todas las cosas al aeropuerto directamente, porque nos volvíamos a Buenos Aires al día siguiente. La cana nos dijo ‘Vamos a poner una cinta, déjenlo’. Nos fuimos a dormir y cuando fuimos al día siguiente faltaba el Minimoog, lo habían robado. Cuando llegamos a Buenos Aires tomé un taxi con Rinaldo y chocamos. Y entonces fue ‘Hola, Charly, chau, listo’.

— Y así terminó Sui Géneris.

— Me quedé unos días más en lo de Rinaldo, y lo llamé a Charly, que se había separado de María Rosa (Yorio) y me fui a vivir con él durante todo noviembre a un departamento en Caballito. A él lo desalojaron y nos mudamos a un hotel, cada uno en su cuarto. Y ahí él empezó a armar La máquina de hacer pájaros y yo Los Desconocidos de Siempre. Nos mostrábamos lo que hacíamos. De hecho, yo canté en un tema de La Máquina.

Una de las icónicas fotografías de Sui Géneris

— Es decir que la relación con Charly no se resintió.

— No, nada que ver. Mirá, él quería armar algo más instrumental, con teclados. Y yo tenía ganas de hacer la mejor banda de folk rock, con voces. Fue Charly el que me dijo’ ¿por qué no la llamas a María Rosa?’ Buena idea, le digo.

— ¿No hubo distancia con Charly ni siquiera cuando te pusiste en pareja con María Rosa?

— No. Él estaba en pareja con Zoca. Esa es la realidad. No hubo distancia, porque yo cuidaba de su hijo, de Miguel. también de. Nuestra amistad va más allá de todo. Y lo hemos hablado. Si pasaba hoy hubiese sido otra cosa, un caos (sonríe).

— María Rosa escribió su biografía y te describió como un sonámbulo, que te levantabas y empezabas a romper cosas.

— María, a quien hace mil que no veo, me pidió disculpas después. Me dijo ‘vos sabés que la editorial me pidió poner cosas para que sean más chispeantes’. ¿Pero por qué inventar? Soy sonámbulo, pero un sonámbulo tranquilo, que te lavo los platos, cocino… Pero ya estaba escrito. Cuando lo leí, dije ‘¿De quién está hablando?’ Puso una pelotudez.

Nito Mestre a la espera del show por los 50 años de Adiós Sui Géneris

— ¿Cuál es tu ranking de los discos de Sui Géneris?

— Me gustan todos, pero por distintos motivos. Pero el que pondría arriba sería Confesiones de Invierno, porque es más profesional, está mejor grabado, más maduro. Pero no me puedo olvidar que el primer disco (Vida) es como el primer amor de tu vida. Entonces están los dos a la par luchando así. Instituciones tiene unos temas fantásticos y suena de puta madre, está ahí.

— A veces se olvida que Sui Géneris hizo dos discos en 3l 2000 y 2001: Sinfonía para adolescentes y, en vivo. ¿Te conformaron?

— Más Sinfonía que el . Ese no. Cero. No lo volví a escuchar, no me gusta.

— ¿Por qué?

— Cuando grabás en vivo (Nota: fue el registro del concierto en la cancha de Boca Jrs.) lo empezás a corregir tanto en estudio que no es ni chicha ni limonada. Y el proceso fue agotador. Tipo ‘Charly, no te quiero ver más por dos años’. Él también lo reconoció después. Sinfonía fue un desafío donde empezamos a medio con el pie izquierdo. Se empezó a grabar sin metrónomo ni nada. Sinfonía tiene lo suyo, pero podría haber estado mucho mejor. Eso es lo que te queda, la espina. El Si no me gusta porque fue demasiado toqueteado. De hecho, por ejemplo un día estaba en el estudio con el tema Necesito y Charly dice ‘metele unas voces’. Le hice un arreglo de cuatro, ocho voces. Al día siguiente fue Charly. Al tercero volví. Le dije ‘escuchaste Necesito’. ‘Sí, lo borré todo’. ‘¿Por?’ ‘Estaba demasiado bien’. Y entonces empecé a agotarme. Me cansé. Era otro momento…

El encuentro de Nito y Charly este año, en el hotel Faena

— Y hoy se siguen viendo. Fue muy linda la foto juntos en el Faena.

— Sí. Le mandé un mensaje para el día del amigo. Y me contestó con uno divino: ‘Te extraño mucho’. Yo lo quiero muchísimo a él. Ese día en el Faena nos cagamos de risa.

— Algunos se quejaron de que era difícil llegar a él.

— A mí no me cuesta, sería el colmo. Sé que está como protegido, mucho más cercano a la familia. Yo no me voy a meter con las cosas de Charly porque son complicadas y después se malentienden.

— Tenés 72 años y estás impecable. ¿Qué hacés?

— Hace 27 años que no tomo alcohol, ni fumo, ni nada. 27 años. Mirá, yo soy alcohólico pero no ejerzo. Lo que me hizo salir es que estuve internado en el año 96 por primera vez. Dejé de tomar por tres, cuatro meses. Un día volví a tomar y al año siguiente estuve otra vez internado. Antes de eso había hecho unos cursos de insight que me habían regalado unos amigos, un iluminador, un sonidista y un manager con la secreta intención de que deje de tomar alcohol. Me despertó ciertas lamparitas en la cabeza. Pero seguí tomando. En marzo del 97 me internaron de prepo. Casi me muero. Estuve como seis días en coma en terapia intensiva. Al sexto día Mercedes Sosa pidió verme y la dejaron entrar. No lo digo como si fuera una aparición, ni nada. Pero me acarició, y me desperté. Después, Héctor Starc, el guitarrista de Aquelarre, me trajo un sobre con las preguntas del famoso grupo donde él había dejado de tomar. Yo lo agarré porque pensé que era guita, estaba en el horno. De terapia me pasaron a intermedia. Leí las preguntas: tuviste problemas con el alcohol, con la familia, con tu esposa, con el trabajo, con esto, con lo otro, alguna vez chocaste. Y si. Me pasó algo tipo ‘Se acabó’. Me iban a dar de alta al día siguiente, lo llamé a mi médico y le dije que me tenía que quedar un mes más. Me consiguió irme al Ramos Mejía, en una sala común. Hablaba con los enfermeros, iba a ver televisión abajo con ellos. Caminaba, no salía a la calle. Salí un día a comprar el diario y me pareció ir a Marte. Estaba sobrio, pero muy flaco. Cuando salí de ahí fui a los grupos inmediatamente. No tomé nunca más.

— ¿Y eso te cambió todo?

— Me volví a casar con mi mujer (Pamela Gowland). Nos habíamos separado porque alcohólico no te aguanta nadie. De la banda que tenía solo se quedó un guitarrista conmigo, Ernesto Salgueiro, el que está ahora. Los demás se fueron porque dijeron ‘este no se va a recuperar nunca’.