Con cada emisión de Otro día perdido (El Trece), Mario Pergolini vuelve a demostrar que la entrevista y la conversación directa pueden ser profundas, emotivas y reveladoras. Sus invitados, figuras admiradas y respetadas en distintos ámbitos, se animan a abrir el corazón en la intimidad del ciclo nocturno. Y el miércoles por la noche, el conductor le dio espacio a la historia y la voz de Nelson Castro, un verdadero protagonista de la comunicación argentina, pero también un hombre que desde chico aprendió a luchar con todo por la vida.
El primero en tomar la palabra fue el propio Pergolini, que, fiel a su estilo inquisitivo y a la vez cálido, planteó frente a cámara el recorrido multifacético de Castro. “Tenés como un montón de vidas en esta única vida que tenemos. Sos médico, sos neurólogo, sos director de orquesta. Primero tocaste un instrumento, después aprendiste a tocar otro instrumento. ¿No te gustó todo eso y te dedicaste a estudiar periodismo? ¿Empezaste en el periodismo en el deporte? ¿Qué te pasa? ¿Sos un inconformista?”, disparó.
Nelson no dudó en responder con honestidad y gratitud. Sonriente, se permitió reconocer ese “inconformismo” como una fortaleza. “Bueno, qué lindo serlo, ¿no? Sí, claro. Porque obviamente eso te permite generar proyectos y cosas. Así que yo se lo agradezco a la vida y poder disfrutar de lo que hago y hacer lo que quiero. Así que tengo la fortuna de decir, no hice nada en mi vida que no hubiera querido hacer. Y eso es un valor que lo tengo muy atesorado, yo soy muy creyente, lo agradezco a Dios todos los días y lo disfruto”, expresó con convicción.
El periodista se animó entonces a abrir la puerta a su intimidad y el recuerdo de un inicio marcado por las dificultades. “Me levanto todos los días de muy buen humor. Mi padre era muy sencillo. Elsa, mi mamá, era una ama de casa. Mi papá era un carpintero. Y mi vida estuvo muy tomada por la adversidad del comienzo. Yo tengo acá cicatrices, que son muy conocida de una enfermedad muy grave que tuve cuando nací. Estuve a punto de morirme”, confesó, mientras tocaba las marcas que aún conserva en su cuerpo como evidencia de una batalla ganada muy temprano.
Nelson profundizó en el relato de su infancia, donde los hospitales se convirtieron en un escenario obligado y la familia en el sostén fundamental. “Y tuve médicos muy buenos. Y mi mamá y mi papá, que se esforzaron mucho, permitieron que me curara, me recuperara y pudiera salir adelante. La medicina llegó como una cosa muy natural, muy asociada a todas las experiencias que tuve. Para mí el hospital era un lugar donde lamentablemente de chico transité… Estuve hasta los 14 años, así que tuve siete operaciones. Y me voy a acordar, de muchas no me acuerdo porque tenía, era casi bebé, pero las que tuve a partir de los seis años, que fueron en total cuatro, de esas me acuerdo”, detalló, dejando ver el camino de resiliencia que forjó su carácter.
La carrera dual de Castro, entre la medicina y el periodismo, también fue parte central del diálogo. “Me fue natural ser médico como también ser periodista. Iba a la escuela Nuestra Señora de Luján, que tenía un periódico escolar. Así que, a los 13 años, ya sabía que quería ser periodista y médico”, contó, haciendo referencia a esa vocación de comunicar y sanar que lo marcó desde temprano. La charla derivó entonces a la exigencia de formarse como neurólogo: “Lleva sus años. Fui a Estados Unidos, me especialicé y ejercí por 14 años”, resumió.
La noche en Otro día perdido dejó en claro que detrás del periodista incisivo y el médico reconocido hay una historia de esfuerzo, gratitud y amor propio. Para Pergolini y para la audiencia, escuchar el testimonio de Nelson fue también una invitación a valorar las oportunidades, los desafíos y los comienzos: saber que, incluso ante la adversidad más temprana, las vueltas de la vida pueden convertirse en proyectos con sentido y en caminos de resiliencia.