Puesta en escena: Peter Macfarlane. Dirección musical: Ezequiel Silberstein/Tomás Mayer-Wolf. Dirección vocal: Tomás Mayer-Wolf. Coreografía: Carina Vargas. Vestuario: Cecilia Gómez García. Intérpretes: Orquesta Académica del Teatro Colón; Matías Acosta, María Álvarez de Toledo, Joaquín Catarineu, Lucía Chouhy, Bruno Coccia, Guadalupe Devoto, Morena Feit, Ignacio Francavilla y Paz Gutiérrez (Cantantes); Antonella Angelico, Rodrigo Avellaneda, Ignacio Colombara, Erik Ferreira, Antonela Ferreiro, Patricia Flores, David Gaggi, Facundo Idio, Luana Lachermeier, Gimena Nykolyn, Priscilla Rocca y Clara Videla Díaz (bailarines). Sala: Teatro Colón. Funciones: sábado 8 y martes 11 a sábado 15 a las 16 y a las 20, domingo 9 a las 11 y a las 17, domingo 16 a las 11. Duración: 90 minutos. Nuestra opinión: buena.
Al fondo, la orquesta. Adelante, sobre el proscenio, el elenco de bailarines y cantantes. Por encima de todos ellos, la pantalla gigante sobre la que se proyectan escenas compaginadas de las películas de Disney. Todo ello, en el ámbito magnífico del Teatro Colón. La conjunción de los tres planos, que invitan a alternar con la vista entre uno y otro, se plasma en una unión sonora, que es el eje de la propuesta de Disney en concierto: un recorrido sinfónico. La coproducción de Disney, el Colón y la productora TM, liderada por el experimentado puestista de espectáculos musicales Peter Macfarlane, es la continuidad de una serie iniciada antes de la pandemia y que se renueva año a año.
Abren el juego las voces -más estridentes que musicales- de Mickey y Minnie, pero eso parece algo ineludible en los shows escénicos de Disney, por más que resulten un tanto lejanos y ajenos ya de la estética de las producciones fílmicas de las últimas décadas, sobre cuyos temas musicales se monta este recorrido sinfónico: Moana, El rey león, Frozen, Aladdin, Piratas del Caribe, Descendientes, Enredados, Mulán, Pocahontas, La Bella y la Bestia, 101 dálmatas, Tarzán y Encanto. La pareja de ratones reaparece cada tanto, hilvanando lo que llaman unas ”vacaciones misteriosas”, que llevarán al público tanto a las aguas de las islas del Pacífico y del Caribe, como a la sabana africana, al frío ártico y al calor de los trópicos latinoamericanos.
Pero sobre todo se trata de un viaje sonoro, bellamente ilustrado tanto por las imágenes fílmicas -que recrean climas y ambientes, más que argumentos-, como por las coreografías en vivo de Carina Vargas, ornadas de vistoso vestuario. Lo visual es puesto en movimiento por la música de los hits de Elton John, Hans Zimmer, Alan Menkel, Lin-Manuel Miranda, Tim Rice y Phil Collins, entre otros. La Orquesta Académica del Teatro Colón, dirigida por Ezequiel Silberstein en las primeras funciones y por Tomás Mayer-Wolf en las siguientes, es la eficaz fuerza motriz de esas canciones.
El juego entre coreografías y proyección fílmica se maneja en un inteligente contrapunto, sin redundancias, ofreciendo sobre el escenario cuadros colectivos que no pretenden reproducir literalmente las secuencias de las películas, sino evocar los colores, los tonos que caracterizan las historias. Y cuando aparece en escena una personificación protagónica, como Elsa de Frozen cantando su popular ”Libre soy”, se limita la pantalla a generar un fondo de copos y cristales de nieve, sin distraer con secuencias de acción. Este tema, aun con el desafío que significa confrontar con la memoria auditiva de las versiones de Demi Lovato o Tini Stoessel, suena de forma lograda. También con ”En lo profundo”, el tema de la fuerte hermana mayor de Mirabel, la protagonista de Encanto, se destaca la interpretación vocal en escena.
No ocurre lo mismo con otras canciones de interpretación solista, en la que los cantantes, aún microfonados -o tal vez justamente por ello-, no llenan la acústica del Colón, se ven impelidos a forzar voces que no siempre tienen el volumen adecuado para montarse sobre la fuerte base orquestal y proyectarse en la gran sala. Se manejan con mayor soltura, con fuerza armónica, en las cadencias corales que presentan otros pasajes musicales de Encanto, o en el tema de cierre de El rey león, cuando suenan las voces zulúes que acompañan a Simba ascendiendo a la Roca del Orgullo.
La orquesta también tiene sus momentos protagónicos, cuando juega sola -sin número coreográfico- en ”This Land”, de El rey león, o con las imágenes en pantalla de la nave pirata surcando las aguas del Caribe, generando el ritmo de cardúmenes de peces que se deslizan en las profundidades, del rumbo que abre la proa del barco entre las olas, de los cañonazos del enfrentamiento naval. Todo ello en una perfecta sincronización, con cierto clima de vértigo musical, que ya se vio hace unos años en una de las primeras versiones de Disney en el Colón. Y eso sin que asome en ningún momento el rostro de Jack Sparrow y sus secuaces -cuestión de derechos de imagen seguramente-, aunque Johnny Depp, protagonista de Piratas del Caribe, se paseara en la tarde del estreno sobre el escenario saludando a todo el elenco en el último ensayo.
Con temas de Descendientes irrumpe un toque juvenil con desparpajo. Con un fragmento de ”Hakuna Matata” tiene oportunidad de participar el público cantando, en tanto que Olaf, el muñeco de nieve de Frozen, da lugar a una -muy breve- presentación de instrumentos de la orquesta. Y sobre el final, los temas de Encanto, con su energía latina, le otorgan un cierre de fiesta bailada a esta nueva experiencia de Disney en el Colón