Ponerle medida al profesionalismo de una persona no es tarea sencilla. No hay nada matemático en esto. Sin embargo, se puede poner a prueba en momentos críticos. Profesionalismo es, por ejemplo, sinónimo de calidad para realizar una tarea cuando la adversidad se presenta. La mala noticia que recibe un deportista, minutos antes de un partido, o un artista, antes de subir al escenario. El último sábado, para la cantante lírica Carmen Giannattasio todo era felicidad y expectativa. Faltaba un día para que subiera al escenario del Colón para enfundarse en el traje de la protagonista de la ópera Aída, de Verdi. Junto a su colega, Daniela Barcellona, que encarnó a Amneris, hizo un posteo, a propósito del Día Internacional de la Mujer. Se las veía sonrientes, abrazadas, ya con su vestuario, enfrentadas en el escenario, porque así lo indica la historia, pero unidas en la vida real. “Aida y Amneris, dos mujeres divididas por el amor, por un mismo hombre, pero hoy queremos reescribir la historia: porque las mujeres nunca deben ser enemigas, sino apoyarse, respetarse y brillar juntas. En este día tan especial celebramos la solidaridad femenina, la fuerza de la unión y la belleza de la complicidad entre mujeres. Ser diferentes no significa estar en conflicto, sino enriquecerse mutuamente. ¡Y mañana por fin en el escenario del Teatro Colón con la música inmortal de Verdi! ¡Aida te espera! ¡Feliz día de la mujer!“, escribió Giannattasio, en su posteo.
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Al día siguiente, todo había cambiado. Llamaron a Giannattasio para avisarle que su padre había fallecido. Y fue también mediante un posteo en redes que comunicó la noticia. Dijo que haría el estreno de esta producción de Aída -la que abrió la temporada 2025 del Teatro Colón- porque quería honrar su compromiso con el teatro y “su deseo” (se puede entender que sería el de su padre), antes de regresar a Italia para las exequias.
“Con el corazón lleno de tristeza, tengo que compartir la noticia de la muerte de mi padre. Esta noche, cantaré en el estreno de Aída en el Teatro Colón, honrando mi compromiso y su deseo, pero me iré inmediatamente después para estar con mi familia y asistir al funeral. Como resultado, no podré cantar en las siguientes actuaciones. Gracias por vuestro amor y comprensión durante este momento difícil”, escribió. La cantante tenía previsto participar en cinco de las once funciones programadas. Horas después, el Teatro Colón informó desde su web que en su reemplazo estarían María Belén Rivarola y Jennifer Rowley, que también interpretan ese rol en otras funciones de esta producción.
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Su actuación fue la de una verdadera profesional. Y tal como había anticipado, saludó al final de la obra, pero no volvió a salir cuando se abrió el telón, con el resto del elenco. Dejó a su Aída en el camarín y partió hacia Ezeiza, para compartir el dolor con sus familiares.
A veces, estas noticias son imposibles de frenar; otras, tratan de ser postergadas hasta que pase un evento importante. Nada justifica la decisión de un manager o un representante cuando le oculta información a un deportista o un artista, para que eso no lo afecte emocionalmente y modifique su performance.
Dolor y despedida
En enero de 2019, murió a los 54 años el músico Leo Satragno, por el agravamiento del cáncer que padecía. Hijo de dos famosos, Pink y Raúl Lavié, al otro día su padre ya estaba otra vez sobre el escenario. Y dijo por qué había vuelto a trabajar tan pronto. “Dios quiso que se fuera y en algún punto era lo mejor porque ya estaba sufriendo muchísimo. Estaba cansado y lo más importante es que me pude despedir de él desde acá, desde Mar del Plata, hablando por teléfono”, aseguró.
“La función -Lavié era parte del elenco de La jaula de las locas– me sirvió de terapia, para evadirme un poco de la realidad, me hizo bien hacerla. También pensé que si la hubiera visto Leonardo, se habría divertido mucho porque disfrutaba de las locuras de su padre. No quise suspenderla porque había un público que estaba esperando, hay gente que depende de hacer la función y yo no tengo reemplazo. Creo que había que hacerla. ¿Qué iba a hacer ante el momento que estoy viviendo? ¿Encerrarme? Hay que disfrutar también de un trabajo que, gracias a Dios, sigo teniendo y amo y respeto profundamente”.
El cantante de Ráfaga Ariel Puchetta vivió una situación similar. Lo contó durante una charla con LA NACIÓN, en 2024. “El día que velaron a mi hermana, a la noche me fui a hacer un show y luego regresé al velatorio. Mis compañeros me decían que, si no tenía fuerzas, no lo hiciera, pero no iba a solucionar nada si no cumplía con ese compromiso. Se trataba de una fiesta privada y no me parecía bien dejar todo colgado. Mi familia ya me conoce, sabe que soy así. Cuando falleció mi viejo, a los cuatro días ya estaba trabajando. No se trata de ‘el show debe continuar´, no comparto esa frase, pero, si uno puede hacerlo, está bien”.
Nicki Nicole se encontraba de gira en Costa Rica cuando murió su padre, en febrero pasado. Había participado en el Picnic Festival. Una semana después estaba sobre el escenario del Cosquín Rock, en Córdoba. Cantó sus hits, interpretó un clásico de Serú Girán y luego compartió con Lula Bertoldi “Venganza”, una canción que originalmente había grabado con la banda No Te Va Gusta. Recién unos días después volvió a las redes, pero sin hacer menciones concretas. Solo para agradecer el apoyo de sus fans: “Paso por acá para agradecerles todo el amor que me han hecho llegar estas semanas que han sido difíciles para mí, estoy un poco alejada de las redes estos días, por eso tardé en subir algo respecto a estos últimos shows que han sido mágicos”.
La noticia que había que ocultar
El deporte también tuvo situaciones muy recordadas. Hay una anécdota muy famosa de 1976, año en que Oscar “Ringo” Bonavena fue asesinado en los Estados Unidos y Víctor Galíndez defendió por quinta vez el título mundial de peso medio pesado de la AMB, en Johannesburgo, Sudáfrica, en una de las peleas más recordadas de la historia, contra el norteamericano Richie Kates.
Bonavena, en uno de esos alardes de guapeza se metió con la persona equivocada, el mafioso Joe Conforte y terminó asesinado. Una bala, la del arma de uno de los matones que trabajaban para Conforte, atravesó su corazón, en la puerta del burdel Mustang Ranch de Reno, Nevada.
Unas horas después, Galíndez defendió y retuvo su título, con esa guapeza que los buenos boxeadores saben plantar sobre el ring. Por los malos usos del boxeo (un cabezazo que le dio su adversario) terminó con la cara ensangrentada, y recién cuando estaba en el hospital, donde le hicieron una sutura, se enteró de la noticia que su representante, el famoso Tito Lectoure, le había ocultado durante todo el día, para que su ánimo no decayera al momento de subir al ring y ganar la pelea: “Víctor, ahora te lo puedo decir: ayer a la mañana lo mataron a Oscar. Lo asesinaron de un balazo”. Y dicen que Galíndez, tendido en la camilla, lloró por la muerte de su amigo lo que no había llorado en el ring, por ese corte que dejó su rostro ensangrentado, ni por la aguja que le puso remedio.