El santiagueño Luis Galván, figura legendaria del Talleres de los ‘70 y campeón del mundo con la selección en Argentina ‘78, murió este lunes, a los 77 años. Hace varias semanas estaba internado en la Clínica Reina Fabiola, de Córdoba, a raíz de un cuadro renal, que se complicó con un virus intrahospitalario que derivó en una neumonía.
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Fernández está en el corazón de Santiago del Estero. Así se llama el pueblo, Fernández, a secas. De ahí era Luis Galván. Terminó el secundario, completó el profesorado y antes de los 20 años andaba de guardapolvo blanco desafiando caminos polvorientos. Todos los días hacía seis kilómetros en bicicleta desde su casa y daba clases en escuelitas rurales. Un aula de primero inferior y otra de tercer grado eran, por entonces, sus curiosas audiencias. Nadie sabía que en él habitaba un crack.
Se fue a Córdoba detrás del sueño de ser doctor. Pasó por Barrio Jardín, conoció a Talleres y creyó en una vida de futbolista. No sería sencillo: no había sueldo y los premios no alcanzaban. Entonces buscó los clasificados del diario y una madrugada se descubrió haciendo la cola para conseguir trabajo en una fábrica de Fiat. Cuando registró sus datos, la condición de docente le dio ventaja. Lo tomaron. Primero armó repuestos; después lo pasaron a una oficina. Mientras, jugaba en un Talleres que poco después se convertiría en sensación y él, en una leyenda: récord histórico de partidos, 503 en 17 temporadas.
Durante más de dos décadas se desempeñó como director de las escuelas de fútbol de Talleres, trabajando en las divisiones inferiores y en el fútbol femenino. Orgullo de su formación, en una entrevista con LA NACION en 2021, aclaraba que él no actuaba como coordinador ni entrenador. Elegía una palabra que lo describía: “Profesor. Soy profesor de la escuela de fútbol. Talleres tiene casi 400 chicos y 18 profesores. A veces renegamos más con los profesores que con los chicos. Tenemos un predio magnífico, y yo voy recorriendo las canchas y les voy haciendo a los profes determinadas observaciones. De acuerdo a la edad de los chicos corresponde cierto trabajo y no otro, y todas esas cositas hay que ir corrigiéndolas”. Un Maestro, en toda la dimensión del término.
Luis Galván fue un futbolista de excelencia. De los 33 jugadores argentinos titulares en las tres finales del mundo ganadas, sin dudas es el principal ‘desconocido’. Y eso habla de su bajo perfil subterráneo. La tonada santiagueña estaba intacta, pese a casi una vida en Córdoba. No tenía celular, había que ubicarlo en un teléfono de línea en su casa. Mientras su salud se lo permitió, trabajó en el predio de Talleres, retiraba a los nietos del colegio y algunas tardes compartía anécdotas con los parroquianos “en el bar del Humberto Bravo, tan campeón del mundo como yo, aunque se haya quedado afuera de la lista a último momento”, aclaraba con todo afecto por su amigo.
Kempes atrapó los reflectores en la final del ’78 contra Holanda, pero muy probablemente Galván haya sido el mejor en la tarde inmortal. César Luis Menotti le susurraba a quien quisiera oír: “Luis fue el más regular de todo el torneo”. Justo ayer se cumplió un año de la muerte de Menotti.
Jacques Ferran murió en 2019, a los 98 años. Francés, periodista deportivo, un intelectual de prestigio. Junto con algunos compañeros del diario L’Equipe, fue el creador del reglamento de la Copa de Europa, hoy la Champions. También, ya como director de France Football, impulsó la creación del Balón de Oro. Fue Ferran, en la noche del 25 de junio de 1978, presente en la fiesta de los campeones del mundo en el hotel Plaza, quien se acercó a Roberto Saporiti –se conocían del paso del ‘Sapo’ por Europa–, y le susurró: “Galván ha estado a la altura de Kempes hoy, o más, porque cuando Holanda empató, nunca ha perdido ni la calma ni la prestancia para salir jugando”. Todos los medios que por entonces calificaban con puntaje, coincidieron: 10 para Galván.
Llevó el número 7 y no le gustaba, pero fue por orden alfabético (En España ’82 le tocaría el 8). Por esa casaca 7 de la final en el Monumental le llegaron a ofertar mucho dinero. La del primer tiempo, claro, porque la del segundo la intercambió con Dick Nanninga…, sí, el holandés que llevó la final al tiempo extra en el minuto 82. “¿Sabés qué me dijo Menotti antes de ese partido? ‘Luis, hoy sea el de Talleres’. Uhhhh, yo me sentía inmenso esa tarde. Nada podía salir mal”, recordaba Galván.
Apenas cinco meses antes, Galván no estaba en la selección. En enero del 78 había perdido la famosa final del Nacional ’77, la que Independiente le arrebató a Talleres, con tres jugadores menos, con el gol de Bochini para el consagratorio 2-2. En febrero, la T participó en la tradicional Copa de Oro marplatense, sin Valencia, Oviedo y Bravo, que estaban concentrados con la selección en la Villa Marista de Mar del Plata. Galván se fue a descansar a su Santiago del Estero. Menotti lo conocía –Luis había integrado la selección del Interior-, y lo mandó a llamar.
“Me avisó Saporiti que me integraba a la selección mayor –le contaba Galván a LA NACION–. Pero después me entró la duda, ¿sería real? Tenía que presentarme en Mar del Plata y tomé el vuelo, pero seguía inseguro, pensando que podía ser una equivocación, o yo había entendido mal. Por si acaso, al llegar, en lugar de irme al predio me fui a un hotel. No quería hacer un papelón en caso de que no fuese cierto”. La citación no estaba en los medios, era otra época. “Al otro día me animé, llamé a la concentración y me atendió Rogelio Poncini [ayudante de Menotti]. Y me dijo: ‘Eh…, Luisito, te estuvimos esperando. Entonces le dije que el vuelo se había demorado. Era verdad el llamado…”. Increíble: lo firma Galván, 10 puntos en la final del mundo que tendría por delante.
Pudo jugar en River, siempre pretendido por Labruna, pero le temió a la gran ciudad. Aun casi anónimo, Galván tiene dos estatuas. Sí, dos. Una en la cancha de Independiente de Fernández, donde nació futbolísticamente, y otra en el estadio Madre de Ciudades, en Santiago del Estero. Y con él, se llevó una marca increíble… Amadeo Nuccetelli, el presidente revolucionario de Talleres entre 1974 y 1987, estaba obsesionado con Maradona. Que intentó comprarlo tres veces, en 1976, en 1978 y que volvió a intentarlo en el ’80. Que llegó a ofrecerle US$1.300.000 a Argentinos. No pudo. Pero en la carrera de Maradona, Talleres apareció en dos instantes inolvidable: el 20 de octubre de 1976, su debut en Argentinos, y el 22 de febrero de 1981, la presentación en Boca. ¿Quién jugó esos partidos? Galván.
Hizo el curso de periodista deportivo en Córdoba. Dos años. Entre los trabajos prácticos, más de una vez se apareció, grabador o anotador en mano, para entrevistar a desconocidos jugadores de la liga local. Él, campeón del mundo, jamás se permitió una dosis de vanidad. Sobre un mueble en el living de su casa en Córdoba, Galván guardaba el premio más querido: jugador Fair Play 1978, el más caballero del Mundial. “Lo he llevado alguna vez al club para contarles a los chicos sobre el valor de la conducta”, mencionaba. Y sin ninguna pretensión, volvía a sus clases de primero inferior en una perdida aula santiagueña. Partió Luis Galván, al Maestro con todo cariño.
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