Miguel Uribe y la batalla final por la libertad de Colombia (Crédito @SenadoGovCo/X)

Colombia está librando una batalla histórica por la esperanza del cambio. El ecosistema de violencia busca sembrar el temor, el terror y la deserción. La estrategia es llevar a la oposición a considerar que no vale la pena competir en los próximos comicios y así dejar el terreno libre a los villanos. Dejar que ganen los malos.

El atentado contra Miguel Uribe ha evidenciado una vez más que Colombia necesita un cambio y un nuevo liderazgo. El actual jefe de estado se ha mostrado incoherente, insensible e impresentable. Un total guerrillero disfrazado de presidente.

No se cumplió con el mínimo de seguridad. El gobierno de Gustavo Petro no ha cumplido con su responsabilidad de garantizar la protección e integridad física de todos los candidatos presidenciales. Si es por negligencia está muy mal y si es por mala intención es todavía peor.

El discurso de odio y polarización. Gustavo Petro ha usado y abusado de sus redes sociales y tarimas para promover el odio de clases, los complejos raciales, las confrontaciones ideológicas y hasta xenofóbicas. Los rencores históricos y anacrónicos.

La paz total vs la impunidad total. Petro ha hablado de la paz total pero únicamente ha logrado promover la impunidad total en favor de criminales y terroristas. Crimen sin castigo. La violencia y la inseguridad reinan en Colombia.

Falta de empatía y abundancia de estupidez. En las horas de mayor dolor de la familia de Miguel Uribe, Petro ha pedido clemencia para el agresor, convirtiéndolo en una víctima presentándolo como un niño que disparó a matar sin saber por qué. Imperdonable.

Fiesta en medio del dolor. Petro debió haber cancelado el concierto del esperpento del pasado domingo. No lo hizo. Se burló del dolor de una familia y de todo un país. Mientras el mundo condenaba la violencia Petro seguía de rumba.

Un presidente que perdió la brújula. Lejos de salir al frente y reconocer su error y corregirlo, Gustavo Petro ha estado poniendo más leña al fuego. Sus intervenciones vuelven a generar dudas sobre su salud mental y las denuncias de supuesto consumo de psicotrópicos.

Colombia enfrenta una batalla del bien contra el mal. Al igual que en Cuba, Nicaragua o Venezuela los criminales en Colombia utilizan el temor y el terror como su arma predilecta. El temor que paraliza, que silencia, que encarcela, que tortura y que reprime.

Colombia no puede regresar a la violencia del pasado ni resignarse a vivir en la tragedia del presente. El atentado de este sábado debe ser una oportunidad para luchar por la vida, recobrar la democracia y renovar la esperanza por un cambio de rumbo.

Colombia se merece algo mejor y debe seguir luchando por algo mejor. Los criminales tienen el poder de las armas, de los gatilleros y el terror, sin embargo, jamás tendrán el poder de la esperanza. Latinoamérica entera esta con Colombia libre y todas nuestras oraciones están con Miguel.

*El autor es periodista exiliado, ex embajador ante la OEA y ex miembro del Cuerpo de Paz de Noruega (FK). Es ex alumno del Seminario de Seguridad y Defensa del National Defense University y el curso de Liderazgo de Harvard.