En un momento en que la inteligencia artificial plantea dilemas éticos, surgen personas que deciden usar este instrumento para generar un impacto positivo en la sociedad. En ese contexto, hace pocos días, un experto en inteligencia artificial visitó la Argentina y presentó su libro, Inteligencia artificial para el bien, en un evento organizado por la Fundación TAEDA en La Rural.

Juan M. Lavista Ferres es uno de los autores de la obra, que recolecta casos en los que, desde un laboratorio de Microsoft, se usó a la IA para trabajar con expertos en áreas como cambio climático, salud, impacto social y otras, para generar soluciones a diversas problemáticas. El uruguayo, quien recibió el premio a personalidad destacada en el evento, es vicepresidente corporativo y chief data scientist del laboratorio AI for Good de Microsoft (inteligencia artificial para el bien).

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En un mano a mano exclusivo con LA NACION, Lavista compartió detalles de su trabajo en el laboratorio y adelantó cuáles son sus proyectos a futuro.

-¿Cómo nació el laboratorio de IA para el bien?

-Desde el 2009 trabajo en Microsoft y comencé en un equipo en el que hacíamos experimentos controlados, para probar causalidad y entender qué funciona y qué no. En ese entonces, un compañero del trabajo había perdido un hijo por el síndrome de muerte súbita del lactante y se encontraba haciendo una campaña gigante para recolectar fondos para ayudar al Hospital Infantil de Seattle a tratar ese tema. En ese momento, empecé a preguntarme cómo podíamos darles una mano y en una reunión con los investigadores vimos que necesitaban un montón de ayuda desde el punto de vista de la ciencia de datos o la inteligencia artificial, pero no contaban con capacidad para afrontarlo.

Empezamos a trabajar con ellos los fines de semana, aunque, más adelante, se lo presentamos a Satya Nadella, CEO de Microsoft, quien nos comentó: «¿Por qué no empiezan a dedicarse por completo a estos proyectos?». Yo siempre había soñado con poder hacer algo así el día que me jubilara, pero llegó antes y estoy extremadamente agradecido de que Microsoft tuviera esa visión. Así empezó todo en el 2019, con una función completamente filantrópica, una actividad que busca ayudar a otros sin lucrar.

Juan M. Lavista Ferres es uno de los autores del libro Inteligencia artificial para el bien

-¿Cómo logran ayudar a industrias tan distintas?

-Nosotros no somos expertos en los problemas que estamos solucionando, somos expertos en inteligencia artificial, machine learning, y computer vision. Pero trabajamos con especialistas de diversos temas, para poder ayudarlos a solucionar los problemas que nos plantean.

Nos dimos cuenta de que, si bien existen problemas en la sociedad extremadamente diferentes, como ayudar a diagnosticar cáncer pancreático o poder detectar si hay deforestación en el Amazonas, desde el punto de vista de la computación son prácticamente el mismo problema; en el sentido de que uno trabaja con datos de imágenes y con algoritmos para detectar patrones.

El mundo tiene un montón de dificultades: desde millones de chicos que mueren todos los años, la gran mayoría con muertes completamente prevenibles, hasta cientos de millones de personas que están afectadas por el clima y 1300 millones de personas que viven con una discapacidad. El mundo necesita ayuda, pero las organizaciones que intentan resolver estos problemas no cuentan con capacidad para contratar el talento de IA. Es más, la gran mayoría del talento de la inteligencia artificial hoy está trabajando en la industria financiera o tecnológica.

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-¿Con qué industrias han colaborado?

-En este momento, estamos trabajando en aproximadamente 200 proyectos de distintas industrias. Brindamos soporte en áreas de salud, por ejemplo, para mejorar el diagnóstico y la prevención. Tenemos una iniciativa que busca ayudar con la prevención del cáncer de mama, mejorando con IA la detección en las imágenes por resonancia magnética, para evitar los falsos positivos que se suelen dar.

En cuanto a sostenibilidad, buscamos cuidar la biodiversidad. Cada vez que hay desastres naturales, como un terremoto, nuestro equipo usa satélites para elaborar mapas de lo que llaman damage assessments maps, para conocer el área afectada, cuántas casas han sido dañadas y enviar gente a esos lugares para salvar vidas. En lo que es preservación, también hicimos un proyecto en el que con IA convertimos 400.000 fotos y videos del Vaticano en un modelo 3D, para que, todos aquellos que quieran, puedan recorrer el lugar desde cualquier punto del planeta y, para preservar el edificio (algo que nos enseñó el caso de Notre Dame) y ayudarlos a detectar y resolver futuros problemas estructurales que pueda tener.

Desde lo legal, estamos trabajando en un proyecto en Malaui, donde son frecuentes los casamientos con chicas menores de edad. El país africano cuenta con 17 millones de personas, pero solo 750 abogados; actualmente estamos colaborando con la Clooney Foundation y con la Universidad de Oxford en el diseño de un chatbot que ayude a los abogados a ser más efectivos, para prevenir estas situaciones que existen ahí.

Nosotros vemos que el mundo tiene un montón de problemas y que hay causas comunes donde queremos ayudar. Y, así como hay organizaciones sin fines de lucro o gobiernos que quieren dar una mano con esos problemas, nos unimos a ellos. Muchas veces, son ellos los que nos convocan y, en otras oportunidades, nosotros hacemos open calls, para que organizaciones en busca de ayuda puedan aplicar y recibir nuestro asesoramiento.

El Vaticano en visión 3D, elaborado por el Laboratorio de IA para el bien

-¿En qué consiste el proyecto que están haciendo en la Argentina?

-Estamos trabajando en una iniciativa que busca prevenir la retinopatía del prematuro, una de las principales causas prevenibles de ceguera en chicos en todo el mundo. Se trata de una enfermedad que no existía hace un par de décadas, pero que ahora está teniendo un crecimiento exponencial en muchos países: gracias a los avances de la medicina, cada vez más chicos que nacen antes de tiempo sobreviven. Sin embargo, todavía no están preparados para vivir en el planeta, en el sentido de que sus retinas no están completamente desarrolladas. El cantante Stevie Wonder, por ejemplo, tiene ceguera por haber padecido esa afección.

En algunos casos, cuando nacen prematuros, cuentan con una ventana de entre 24 y 36 horas de tiempo para detectar esto, tener una intervención y prevenir la ceguera. El problema es que el mundo tiene solamente 200.000 oftalmólogos, de los cuales solo 10.000 son pediátricos, y existen millones de casos de chicos que nacen de forma prematura, que van a necesitar hacerse un análisis, para saber si presentan o no esta afección. Por las cantidades, es matemáticamente imposible llegar a diagnosticar estos casos, por lo que empezamos a trabajar con una doctora, que luego nos contactó con otro médico, Guillermo Monteoliva, del Hospital Italiano de Buenos Aires, para desarrollar un algoritmo que ayude en la detección. Este se instala en un celular y, usando la cámara, saca una foto de la retina y puede detectar retinopatía del prematuro en chicos de la misma forma que lo haría un médico. Todavía estamos en los primeros usos; falta mucho testeo, aunque ya estamos trabajando en la Argentina, Ghana, Colombia y México.

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-¿Y en qué consiste el trabajo en el Amazonas?

-Desde hace dos años, estamos llevando adelante el proyecto Huacamaya, una iniciativa que busca ayudar a investigadores que trabajan en el Amazonas en Colombia, Perú y, próximamente, en Tanzania. En primer lugar, los asistimos con las cámaras trampas, que son equipos que se colocan en la selva, para sacar fotos cada vez que haya un movimiento. Lo que suele ocurrirles es que, una vez registradas las imágenes, deben ir a la selva para recabar esa información. El problema es que la gran mayoría de las fotos que toman no tienen contenido, porque es el viento el que las activa. Por lo que, implementamos, por un lado, algoritmos que los ayuden a clasificar las fotos; por otro lado, instalamos grabadores acústicos, ya que, la gran mayoría de los animales del Amazonas no se pueden ver, pero sí oír. Así, captan los sonidos y, con algoritmos, clasifican automáticamente la información, lo que les permite entender la biodiversidad y medirla durante el tiempo. También implementaron satélites que ayudan a medir la cantidad de bosques que hay, y alertar si se están haciendo deforestaciones ilegales.

Por último, el proyecto implementó una parte que se conoce como Sparrow, que busca ahorrarle a los investigadores el tiempo de traslado al terreno de estudio, para instalar los instrumentos que usan para medir. En el mundo hay aproximadamente 200.000 personas que trabajan en conservación de la biodiversidad con este tipo de trabajo y todos ellos tienen algo en común: necesitan datos y parte importante del problema de necesitar información es la tarea instalar estas cámaras. Para ahorrarles tiempo, colocamos computadoras chicas en el medio del Amazonas, que cuentan con paneles solares que las recargan, y envían los resultados vía satélite directamente a la nube, sin necesidad de volver al lugar para recabar la información.

-En un momento en que tantas personas se centran en lo apocalíptico de la inteligencia artificial, ¿qué te motiva a dedicarte a este lado distinto de la IA?

-Me motiva usar la tecnología y la inteligencia artificial, para ayudar a la sociedad. Soy un eterno optimista que piensa que la sociedad siempre busca lo mejor para la sociedad en sí y creo que la gran mayoría de la gente que vive en este planeta, el 99.99% de ella, quiere que la sociedad funcione mejor.

-¿Qué pensás de los casos recientes en los que se ha utilizado la inteligencia artificial y ha habido consecuencias drásticas como suicidios?

-Son temas muy complejos. Desde nuestro lado, todos los proyectos que se generan desde Microsoft pasan por un área, la oficina de responsabilidad de IA, donde se analiza que se esté usando la tecnología a nivel responsable.

Por otro lado, siempre ocurrió a lo largo de la historia, con todas las tecnologías, que se han podido utilizar como una herramienta o como un arma. Vale recordar que la gran mayoría del progreso humano que se logró en los últimos 150 años fue gracias a la electricidad, pero en sus primeros años había gente que decía que la electricidad podía matar a una persona. Creo que lo importante a nivel de sociedad es trabajar en conjunto para minimizar la probabilidad de que esto se use como un arma o como algo malo y maximizar la utilización como una herramienta.

Juan Lavista visitó la Argentina y presentó su libro Inteligencia artificial para el bien, en un evento organizado por la Fundación TAEDA en La Rural

-¿Qué pensás de la posibilidad de contar con marcos jurídicos que regulen el uso de la IA?

-Nosotros creemos que la regulación puede ayudar. Muchas veces, la gente ve la regulación como algo malo, pero no necesariamente lo es. Así como uno observa el tráfico y puede pensar: «Si no tuviera reglas viajaría más rápido», en realidad, justamente, gracias a la regulación, el tráfico funciona mejor. En el caso de la IA, ayuda a que se maximice la capacidad de usar esto como una herramienta para el bien.

-¿Cómo pensás que va a seguir evolucionando la inteligencia artificial y cómo puede cambiar futuras profesiones?

-La inteligencia artificial como tal existe hace 75 años; lo que cambiaron los modelos de lenguaje como ChatGPT o Copilot, es que, por primera vez, le damos a la gente el poder de usarla.

En cuanto a las profesiones, es difícil elaborar una lista de trabajos, pero sí a nivel de evoluciones tecnológicas, hemos visto que cada variación ha llevado a que ciertas profesiones cambien. Lo que no es posible dimensionar es la cantidad de profesiones nuevas que pueden surgir. Cuando apareció internet, nadie se imaginó que alguien podría trabajar de “influencer”. Sí pienso que la tecnología también crea más posibilidades de que la gente tenga trabajos y profesiones que la gente disfrute hacer.

También creo que, en los próximos años, vamos a seguir teniendo nuevos casos de uso de IA. Nosotros vemos la inteligencia artificial como una tecnología de propósito general y, si observamos la historia de las tecnologías de propósito general, una de las cosas que logran es que se aumente la cantidad, la productividad a nivel de sociedad y eso lleva a cambios. Hoy tenemos un planeta donde la mitad del mundo, 4000 millones de personas, no tienen acceso a un médico, pero sí a un celular y a internet. Creo que la inteligencia artificial va a cambiar la tierra y va a lograr un progreso humano.