En Terrassa, una historia de perseverancia, pasión y legado familiar superó todas las expectativas. La familia Gabarró consiguió que su inusual afición se transforme en un fenómeno global: la colección más grande de figuras de perros jamás registrada, certificada oficialmente con 5.025 piezas únicas.
Este logro, fruto del empeño colectivo y de un fuerte vínculo entre generaciones, representa mucho más que un récord: es la celebración de la memoria, la dedicación y el amor compartido a lo largo de los años.
La pasión que se convirtió en legado
El origen de esta impresionante colección reside en la vida de Rosa Galobardes Gálvez, quien, a los sesenta años, empezó a reunir figuras de perros en su hogar de Terrassa. De manera humilde y casi accidental, Rosa fue sumando pequeñas esculturas a su día a día.
Sin embargo, su esposo, Marià Gabarró Grau, fue quien imprimió el verdadero impulso al proyecto. En cada viaje de trabajo, Marià buscaba nuevas piezas, convirtiendo esta afición en un motivo de complicidad y afecto. Cada figura se transformó en un símbolo de los momentos y lugares recorridos por la familia.
Con el paso del tiempo, la colección dejó de ser un simple pasatiempo para convertirse en el corazón de la casa. La diversidad de materiales que compone el conjunto es asombrosa: cerámica, vidrio, madera, porcelana, metal, cera, plástico, mármol, textiles y resina.
Desde diminutas esculturas hasta objetos de gran volumen —varios incluso están fijados permanentemente a las paredes—, cada pieza aporta una historia singular al conjunto.
Un récord mundial que trasciende las cifras
El camino hacia el reconocimiento mundial no estuvo exento de obstáculos. Tras el fallecimiento de Rosa en 2015, Marià encontró en la colección un refugio emocional y una forma de mantener viva la memoria de su esposa. Recorrió mercados de pulgas, tiendas de antigüedades y comercios especializados en busca de ejemplares nuevos. Con paciencia y entusiasmo, amplió la colección hasta superar las 5.000 piezas, antes de su propio fallecimiento en marzo de 2024.
El relevo generacional recayó entonces en los hijos del matrimonio: Nuri, Enric, Miquel y Teresa Gabarró. Unidos por el deseo de rendir homenaje a sus padres, coordinaron el recuento oficial.
El procedimiento fue complejo y exigente: identificaron duplicados, clasificaron cada pieza y cumplieron con todos los requisitos necesarios para la certificación del récord mundial. Más allá del número, cada figura representó un recuerdo y una emoción compartida.
El desafío logístico de una colección única
Uno de los principales desafíos fue la dispersión de la colección. Las figuras estaban repartidas entre dos viviendas familiares, en Terrassa y Matadepera, lo que complicó enormemente el proceso de agrupación.
Muchas piezas debieron transportarse a la casa principal, aunque varias permanecieron en su ubicación original por estar ancladas a las paredes o debido a su gran tamaño. Sin embargo, la perseverancia de los hermanos permitió completar con éxito el inventario y recibir la certificación definitiva.
“Creemos que su pasión y esfuerzo merecen ser compartidos con el mundo, inspirando a otros coleccionistas y entusiastas”, afirmaron los hermanos Gabarró con emoción, en una entrevista con Guinness World. Su testimonio muestra que, más allá de los números y el reconocimiento, existe un deseo genuino de inspirar a quienes comparten el amor por el coleccionismo y el valor del legado familiar.
Una herencia viva y motivo de orgullo
El reconocimiento internacional de la colección no solo rinde homenaje a Rosa Galobardes Gálvez y Marià Gabarró Grau, sino que se convirtió en un orgullo para la familia y para la ciudad de Terrassa. Este éxito demuestra que la perseverancia y la dedicación pueden transformar una afición personal en un bien compartido que trasciende generaciones.
En definitiva, la mayor colección de figuras de perros del mundo simboliza el esfuerzo, el cuidado y la unión de una familia que supo convertir una pasión en una herencia viva.
El espíritu y la memoria de sus creadores permanecen en cada figura, recordando que los lazos familiares y la dedicación pueden dejar verdaderas huellas en la historia.