El 25 de junio de 2025 marcó un antes y un después en la historia de la música tropical argentina: Cacho Deicas, la voz inconfundible de Los Palmeras, dejó oficialmente el grupo tras meses de rumores, tensiones y un accidente cerebrovascular que sacudió las bases de la legendaria banda. La noticia, largamente temida y especulada desde enero, finalmente se confirmó: no regresaría al grupo que durante más de medio siglo supo transformarse en un fenómeno popular.

La incertidumbre había comenzado después del accidente cerebrovascular que sufrió el vocalista a principios de 2025. Desde aquel momento, la información oficial escaseó y las dudas crecieron como una sombra densa sobre el futuro de la banda santafesina. ¿Había margen para el retorno? ¿Sería la salud el único obstáculo? ¿O los rumores de tensiones internas, especialmente con Marcos Camino, tenían algún asidero?

El actor principal de esta novela, Deicas, eligió sus redes sociales para quebrar el silencio. En un video que no tardó en viralizarse, miró a cámara y explicó que su salida “no estuvo relacionada con su salud, sino con cuestiones ajenas a su voluntad”. Serena tristeza y gratitud en su tono: agradeció a la banda “el camino compartido” y, aunque evitó entrar en detalles, dejó claro que la música seguiría siendo parte de su vida.

Deicas no logró acordar las condiciones para su regreso y, empujado por causas nunca del todo confesadas, eligió “seguir un nuevo rumbo”.

Mientras el shock cruzaba a fanáticos y músicos, otro nombre clave se abría paso: Pablo López, corista de la banda y ahora, de pronto, voz principal. Una pesada mochila para quien reconoce la magnitud del traspaso en frases que vibra, más confesional que heroica: “Uno siempre tiene sueños, pero en una banda tan emblemática, con referentes, uno lo ve lejano. Pero bueno, las circunstancias y las cosas de la vida te ponen en lugares que uno no espera, pero está acá para lograr grandes cosas”, expresó en declaraciones a Se siente Argentina, el ciclo conducido por Coki Ramírez en TV Pública.

Sus palabras resumen la paradoja de los relevos forzosos. ¿O acaso es posible elegir semejante destino? Con la conmoción aun latente, otro de los protagonistas, el inefable Marcos Camino, respondió con ecuanimidad y espesor: “Fue una bendición, porque más allá de que para él signifique eso, para nosotros también encontrar gente que esté en la sintonía nuestra. Los Palmeras estamos hace mucho tiempo y somos muy estrictos, disciplinados, cada uno sabe lo que tiene que hacer y cumple su trabajo a la perfección. Hablo también de técnicos, asistentes, toda gente de primera, y uno disfruta del trabajo. Los músicos con que estoy ahora son los mejores en esta etapa de 52 años”.

Marcos Camino y Pablo López, junto con Coki Ramírez, en su papel de conductora

¿Se puede traducir en palabras el duelo de un grupo que pierde a su voz más icónica? Camino asume la herida sin vueltas: “Yo lo sufrí mucho, muchísimo. Hasta tuve un principio de depresión, porque veníamos trabajando muy bien, pasó esto que Dios nos mandó a vivir y se destruyó un esfuerzo de 52 años”. Cruzado por la fe, añadió: “Pero soy muy creyente y digo que cada cosa pasa por algo, porque Dios tiene una mejor idea para nosotros, o para que entendamos en qué fallamos para no volver a cometerlo”.

Sus confesiones pulsan el nervio íntimo de Los Palmeras. No hay espacio para la amargura, sí para el reconocimiento: “No podemos dejar de reconocer una voz maravillosa como la de Cacho, con todos los años que tiene, incluso fumando desde los 14, que lo terminó haciendo daño… pero nosotros seguimos porque en esta empresa hay 25 familias”. La cifra retumba. Detrás de la música, hay destinos que dependen de cada decisión, de cada acorde que sobreviva a las tormentas personales.

En el silencio dolorido de este final se ancla también una promesa: Los Palmeras seguirán tocando, aunque la voz que los volvió eternos ahora cante en otros escenarios.