El diseñador Giorgio Armani participa en la regata Trofeo Zegna en Portofino, el 13 de mayo de 2000. REUTERS/Remo Casilli

La elegancia no muere: se transforma en herencia. Giorgio Armani, fallecido en 2025 a los 91 años, dejó un vacío en el mundo de la moda y un legado que trasciende los pasillos de las pasarelas. Su vida, desde los días grises de la posguerra italiana hasta convertirse en uno de los símbolos universales del lujo sobrio, fue una demostración de liderazgo silencioso y persistente.

Giorgio Armani nació en Piacenza, Italia, 11 de julio de 1934, en una familia modesta: su padre, Ugo Armani, trabajaba como empleado administrativo en una empresa de transporte, y su madre, Maria Raimondi, fue una referencia temprana de elegancia sobria y gusto por los tejidos. Tras cursar dos años de Medicina en la Universidad de Milán —estudios que abandonó al incorporarse al servicio militar—, inició su trayectoria en 1957 como asistente de escaparates, y luego vendedor en La Rinascente, una tienda de Milán, donde en los años sesenta pasó a ser el encargado de compras de moda masculina. A mediados de esa década diseñó para la firma Hitman de Nino Cerruti y, en 1975, fundó Giorgio Armani S.p.A. junto a su socio Sergio Galeotti.

Su sastrería desestructurada y paleta contenida redefinieron el vestir masculino más desestructurado, y liberó a la mujer de la rigidez del corsé vigente por entonces. Luego, con un hito cultural al vestir a Richard Gere en la película American Gigolo (1980), obtuvo un gran impulso: desde entonces expandió la casa hacia líneas y marcas hermanas —Emporio Armani (1981), A|X Armani Exchange (1991)—, fragancias y cosmética, mobiliario con Armani/Casa (2000), hotelería en Dubái, Khalifa y Milán, y restauración (Armani/Ristorante y Armani/Caffè), consolidando un emblema global de su estilo.

Condecorado con el Legion d’Honneur en Francia, admirado en los cinco continentes y referente en la lista de los diseñadores más influyentes de la historia, Armani nunca dejó de repetir que la verdadera riqueza no se medía en cifras, sino en coherencia. “La elegancia no consiste en hacerse notar, sino en hacerse recordar”, dijo alguna vez. Esa frase podría servir como epitafio, pero es, sobre todo, una brújula para entender su estilo de liderazgo.

Atravesando la crisis

No todo en el trayecto fue pura elegancia. A mediados de 2024, uno de los brazos productivos de Armani —GA Operations— fue intervenido judicialmente por producir bolsos y accesorios mediante talleres subcontratados que empleaban trabajadores migrantes bajo condiciones precarias. Las autoridades italianas sostuvieron que existía un esquema de intermediación ilegal para abaratar costos. En 2025, el caso derivó en una sanción de 3,5 millones de euros por prácticas comerciales engañosas —lo que se conoce como social greenwashing— relacionadas con afirmaciones éticas disonantes con la realidad de sus proveedores. Tras estas crisis, Armani declaró arrepentimiento por haber descuidado la vida de aquel personal y reforzó los mecanismos de control en su cadena de suministro.

Los siete legados de Giorgio Armani

Giorgio Armani. Europa Press

Cualquier persona que funda y expande exitosamente un imperio de las dimensiones de “Armani”, puede ser revisado hoy desde otra perspectiva: su influencia en el liderazgo en gran escala. El liderazgo de negocios, la vida personal, el empresariado y la influencia. Aquí revisaremos siete de los legados que dejó:

1. La sobriedad como forma de poder

Si bien estamos viviendo en un mundo dominado por los excesos, Armani enseñó que la fuerza del líder no está en lo estridente, sino en lo esencial. Sus trajes, de líneas limpias y colores contenidos y básicos, como él mismo lo definió, eran un manifiesto contra la ostentación.

2. La coherencia como estrategia

Durante cinco décadas, Armani resistió las modas pasajeras. En lugar de reinventarse para agradar, mantuvo un hilo conductor que se convirtió en su identidad. Hoy, ese legado de coherencia adquiere un matiz más complejo: cuando en 2024 enfrentó aquella intervención judicial, personalmente adoptó medidas correctivas y reivindicó su compromiso ético, recordando que la coherencia se prueba también en la adversidad.

3. El valor de la independencia

A diferencia de otros gigantes de la moda absorbidos por conglomerados mundiales y fondos de inversión, Armani eligió mantenerse dueño de su casa, con control absoluto sobre su visión.

4. El lujo redefinido como comodidad

La gente se sienta en bancos bajo una valla publicitaria con una imagen del diseñador de moda italiano Giorgio Armani el día de su funeral, en Milán, Italia, el 8 de septiembre de 2025. REUTERS/Claudia Greco

Armani cambió la ecuación: el lujo dejó de ser incomodidad y rigidez. Vestir bien podía ser sinónimo de libertad. Es en lo que él se enfocaba siempre: el estilo, no la ostentación sin sentido.

5. El silencio como voz

Reservado, reacio al ruido mediático, Armani no necesitó estridencias para convertirse en un referente. Lideró desde la sobriedad, con declaraciones breves y certezas contundentes en el medio de comunicación que mejor manejaba: las pasarelas.

6. La ética del dinero

Armani amasó una fortuna inmensa, pero siempre habló del dinero como una herramienta, no como un fin. “Yo no trabajo por dinero; el dinero llega porque trabajo”, afirmó.

7. La atemporalidad como visión

Si algo define su obra es la capacidad de trascender lo efímero. Sus trajes de hace cuarenta años siguen pareciendo contemporáneos.

Además de su huella en el estilo y en el liderazgo, Armani dejó un compromiso tangible con la sociedad. En 2016 fundó la Giorgio Armani Foundation, destinada a garantizar la gobernanza estable de su empresa, y a financiar proyectos sociales. Por ejemplo, durante la pandemia de Covid‑19, convirtió fábricas en talleres para producir batas médicas y donó más de 2 millones de euros a hospitales italianos. Fue uno de los primeros grandes diseñadores en asociarse con Product Red (una iniciativa benéfica creada por el cantante Bono y Bobby Shriver para recaudar fondos para el Fondo Mundial de lucha contra el Sida, Tuberculosis y Malaria), y lanzó iniciativas solidarias —Acqua for Life— para impulsar el acceso al agua potable en África, además de colaborar con UNICEF, Green Cross International y la J/P Haitian Recovery Organization.

Un hombre sin epitafios familiares tradicionales

Armani nunca se casó ni tuvo hijos, y confesó que su único arrepentimiento fue haber trabajado demasiado y no haber pasado suficiente tiempo con amigos y familia. Su relación más significativa fue con su socio y compañero sentimental, Sergio Galeotti —hasta la muerte de éste en 1985—, un vínculo profundo que combinaba lo personal con lo profesional.

En años recientes, su compañero y hombre de confianza fue Leo Dell’Orco, con quien compartía su vida cotidiana y diseño de negocio. Y, aunque no llegara a convertirse en amigo cercano, Armani estaba diseñando un vestido para la princesa Diana al momento de su trágica muerte en 1997; ella había elegido personalmente uno de sus bocetos, en lo que fue una conexión sobria y elegante, más profesional que íntima.