
En los últimos dos años Sergio Massa se ha convertido en un cultor del perfil bajo. La contracara de la última década previa al 2023, donde siempre estuvo en la palestra pública y mediática por los lugares que ocupó dentro del sistema político argentino. No le pesa ese lugar actual en el que vive. Pero esa media sombra que lo cubre no le impide seguir teniendo una fuerte influencia en los acuerdos del peronismo. Sobre todo en la provincia de Buenos Aires.
No fue candidato en la última elección, como preveían muchos dirigentes, periodistas y analistas. Apareció en los tramos finales de las dos campañas (provincial y nacional) y estuvo arriba de los dos escenarios. El de las sonrisas y el triunfo aplastante del 7 de septiembre, y el de la derrota por 20.000 votos y las caras largas del 26 de octubre. Está en el medio de Cristina Kirchner y Axel Kicillof, aunque no quiera estarlo. Siempre está y habla con todos.
La interna interminable del kirchnerismo lo roza, pero no lo alcanza. “Es un problema que tienen que resolver ellos. Y lo tienen que resolver porque si no la gente se los lleva puesto a los dos”, le blanqueó Massa a un intendente con el que compartió un café en la semana. Mientras esa relación conflictiva permanezca ocupando la primera plana del peronismo, el foco mediático estará puesto ahí y la percepción de la sociedad, que cada dos años se convierte en un electorado, será siempre la misma: la política, los políticos y su juego propio, lejos de la realidad ciudadana.
La misma mirada que tiene el ex ministro es palpable en otros sectores del peronismo del interior. “Hasta que no se resuelva la interna bonaerense, es muy difícil trabajar en un armado nacional. Buenos Aires representa el 40% del electorado. Si no hay armonía ahí, no tiene sentido avanzar”, reflexionó un senador nacional que reporta a un gobernador del PJ. La interna ya no solo complica la gestión provincial, sino toda la construcción nacional. Es una luz de alerta que titila sin pausa.
Massa piensa que este año el peronismo lo debe terminar silbando bajito. Sin tantas peleas ni berrinches. Menos estruendos, menos fuego cruzado y más solvencia para resolver los puntos de desacuerdo. “Hay que aprobar el endeudamiento y el Presupuesto en la Legislatura Bonaerense y conformar los bloques en el Congreso. Y listo. Se cerró el año”, le transmitió a uno de los legisladores del Frente Renovador que tiene línea directa con él. Esos son los dos objetivos bien definidos que visualiza para las últimas seis semanas del año.
La semana pasada el ex ministro bajó línea fuerte en un grupo de WhatsApp donde están los diputados del espacio político que lidera. Ante tantos rumores de ruptura, pidió calma. “Hay algunos de los nuestros que venían demasiado acelerados de la campaña. Hay que bajar un cambio. Hay que trabajar por la unidad del bloque”, precisaron cerca del líder peronista. Massa es un tiempista. Y no le gusta que los propios pongan quinta cuando es el momento de ir en tercera. Hay que saber cómo y cuándo.
Los rumores incesantes de una posible ruptura del bloque de Fuerza Patria en Diputados afectaron las conversaciones unilaterales de todo el peronismo. ¿Se va el Frente Renovador? ¿Gerardo Zamora arma su bloque? ¿Raúl Jalil rompe el bloque y se va con los gobernadores? ¿Qué harán los legisladores que responden a Kicillof si la relación con CFK se rompe definitivamente? Un sinfín de especulaciones sin resultados concretos e evidenciables a esta altura del año. Pero las preguntas giran por todos los escritorios donde hay un peronista sentado.
Más allá de los dimes y diretes de la interna, los proyectos que se deben tratar en la Legislatura Bonaerense y la reorganización de los bloques en las dos cámaras del Congreso son la única prioridad conjunta del peronismo en este fin de año. Cuando las soluciones lleguen, lo que se abrirá es una etapa, que estará vigente todo el año que viene, en la que los principales dirigentes del peronismo deberán redefinir sus lugares en el mapa de la fuerza política. Qué partido quieren jugar, qué tan audaces están dispuestos a ser y hasta dónde son capaces de llegar para reordenar el sistema de poder.

Massa piensa que tiene que debatirse un orden de sistemas y valores. Y, además, advierte que en el 2026 debe darse una discusión de ideas y roles dentro de la fuerza política. Las fricciones continuarán entre los nombres propios. Sobre todo alrededor de Cristina Kirchner. Porque gran parte de la discusión sigue orbitando respecto a su centralidad. Una puja permanente entre los que creen que su ciclo está agotado y terminado, y los que piensan que, pese a que no será candidata, debe tener un rol protagónico sostenido en el tiempo.
El líder del Frente Renovador quiere correrse todo lo que pueda de esa interna furiosa que está anclada a los subsuelos del kirchnerismo. El año que viene pretende dedicar parte de su tiempo a darle un plafón político a una serie de actores sociales y económicos que expliquen el daño del modelo Milei y se animen a defender el modelo justicialista, que hoy está demonizado por el oficialismo nacional.
Pero Massa hace una salvedad sustancial. Es necesario que el peronismo discuta el fondo del proyecto político que quiere representar. Y asuma el costo político de aceptar las deficiencias que hasta aquí ha tenido el modelo de gestión. “Defendemos la escuela y los hospitales públicos, pero hay muchos que son un desastre. Hay que asumirlo antes de ver cómo lo mejoramos”, se sinceró en una de las tantas reuniones que mantiene en su base política operativa, en las históricas oficinas de avenida Libertador.
“¿Queremos las pymes o las cooperativas, una educación pública estable o los docentes de paro todo el tiempo, generar empleos o tener planes sociales? ¿Queremos empezar a discutir cómo impacta la robótica y la Inteligencia Artificial en el mundo del trabajo o no?“, se preguntó en esa misma reunión, de la que participaron algunos dirigentes de su entorno más chico.

A cada dirigente que ve, el ex candidato presidencial le insiste con un concepto: “El peronismo tiene que dejar de oponerse por oponerse y ofrecer opciones”. No se trata solo de frenar las reformas de fondo que quiere ejecutar Javier Milei, sino también, desde una posición dura pero no intransigente, presentar opciones de reformas con el sello peronista.
Esa idea que Massa repite en las reuniones que mantiene a diario en sus oficinas, quedó instalada en gran parte del peronismo después de la derrota en las elecciones legislativas nacionales. La fuerza política tiene que modernizar su discurso, su proyecto político y económico, y aprovechar la agenda de temas que instaló el Presidente para ordenar posicionamientos y plantear opciones consistentes a las propuestas libertarias.
El año que viene el peronismo entrará en una etapa definitoria para su futuro. Debe encastrar las piezas de un nuevo proyecto político que vuelva a atraer al electorado. Ya no sirve la unidad como eje determinante de la opción electoral. Tampoco sirve construir una propuesta que solo sea con el peronismo adentro. Deben ampliar las fronteras. Massa está convencido de esa necesidad.
Entiende también que quedó demodé la construcción política a través de las fotos de dirigentes. Otros tiempos. Entonces, cree que primero hay que buscar cerrar un acuerdo programático con los que están afuera del peronismo. Puntos en común antes que fotos. Los vicios de la política seguramente puedan terminar con un álbum de fotos variado, que sean un adelanto de las posibles alianzas.