ARCHIVO: José Mujica saluda tras votar en las elecciones presidenciales celebradas en Montevideo el domingo 29 de noviembre de 2009 (AP)

El dolor parte el alma

No te fuiste Pepe

Te quedaste entre nosotros

Nos enseñaste a ser grandes, a ver estoicamente la humildad como camino

No te vas Pepe, quedas en nuestro espíritu

Y estarás a la izquierda de Dios padre soñando con el hombre nuevo

En la grandeza que solo

Pocos pueden vivir

Con estas palabras que brotan del alma ayer reaccioné ante la impotencia y el dolor de ver partir a un grande.

Antes que nada, quiero aclarar que no soy un militante político y lejos esta de mi idolatrar personajes o consignas.

Pepe Mujica es más que un líder o una bandera, es y se me permite, una visión del mundo que evoca a los Héroes de antaño.

Viejo, tosco, rezongón, sabio, dulce y estoico, te embriaga la mente de ideas y sueños, es una luz, un símbolo, la pureza del ser, en la valentía de la austeridad y el romanísimo.

De joven idealista y valiente seducido por las ideas del mayo francés, vuela de las ideas a la acción, cual libertador tras una quimera que se quiebra en la derrota, el pozo y la soledad más profunda. Sabio conciliador quebrado, indómito, recorre los caminos del silencio y evoca la reflexión con su hormiga como viernes en el naufragio bajo tierra de la crueldad y el cautiverio.

Luego de seis años la luz lo lleva a la celda y los libros al entendimiento y se forja de la derrota la primavera.

Muchos veranos e inviernos entre los pisos y las rejas se pule cual piedra y artista, se fortalece y renace hacia la libertad de la democracia que vive nuevamente.

Busca en la política el nuevo porvenir y al hombre nuevo, cultiva flores con Lucía, renace la belleza, eleva el alma desde un humilde hogar, y sueña, y vaya que sueña.

Del ramo, la plaza al aire, se la juega y nuevamente toma el metal como herramienta pero ya no es un fusil, él sabe que la palabra es más y cual alquimista lanza al aire una radio, grito de libertad, voz de los que ama.

Los pasos del camino lo llevan a rumbear a la vida y timonear pueblo e ideas, hace de la coherencia su lema, de la humildad la virtud, llega en moto al senado, y busca la causa de los pueblos , se enamora del campo y las manos curtidas de sus habitantes. Los guía, les enseña ya, un camino y por elección se convierte en el primero de nosotros, nuestro Presidente.

Pepe el del autito viejo y el del asado, gana la atención del mundo, construye, acierta y se equivoca, es llano, es auténtico. En un lustro da lo mejor, muestra un camino, no cambió su chacrita, ni sus quimeras. Nos cambió a nosotros, nos volvió más humanos.

Los años avanzan y el viejo es una autoridad general, de todos los puntos de la tierra lo visitan y él sigue cultivando sus flores, las nuestras, en su jardín de amor criando hijos de la sabiduría que son más unidos que los propios ríos de la sangre.

El modesto filósofo pule el alma en el conocimiento y se eleva al patrimonio global con un canto de Paz y reconciliación, con la bandera de los pobres y con el entendimiento en su norte frondoso.

Hace no mucho fui y tomamos una botella que le regaló quizás uno de sus referentes, le di un abrazo por última vez y las meditaciones de Marco Aurelio, junto a Pacha Sánchez, sin lugar a dudas su gran discípulo.

Cuando la noche lo encierra nuevamente y no sus enemigos, de su alito promulga un grito de valentía que tembló hasta el cáncer: Ningún cordero se salvó balando.

Y con el cuerpo roto, el viejo siguió peleando hasta lograr que sus hijos lograran nuevamente el gobierno.

Hoy no ha muerto, hoy vive, está en estas letras, en estas lágrimas. Está en las ideas, en los sueños, que son parte del todo, en mi voz, en aquellos que amamos la bondad, el sacrificio, el arrepentimiento, el perdón y la gloria. Esta última solo llegan Grandes como Pepe.

* El autor es Presidente ejecutivo de Certal.