El padre Cosimo Schena en su perfil de Instagram se define como cura, filósofo, psicólogo clínico y dinámico

El padre Schena, conocido como Don Cosimo (don, en italiano, es como se los llama a los sacerdotes), más que un cura, parece un actor de Hollywood. Será por eso que el usuario se detiene en su perfil de Instagram (@doncosimoschena) y, con curiosidad, mira sus contenidos.

Lo entrevistamos por teléfono mientras viajaba en tren, antes de tomar un avión. No le preguntamos el destino porque estábamos seguras de que apenas llegara, iba a publicar la ubicación en sus redes. Y así fue: lo encontramos en un santuario entre las rocas de Sicilia.

El padre Cosimo es de Brindisi, en Puglia, Italia. Tiene 46 años y en sus redes sociales se define como cura, filósofo, psicólogo clínico y dinámico. Publicó varios libros. Tiene más de un millón de seguidores en redes —TikTok, Facebook, YouTube— y 40 millones de visualizaciones, cifras que no paran de crecer desde 2021. Empezó publicando frases inspiradoras, mensajes positivos, poesías escritas y recitadas por él, antes de mostrar su rostro.

El padre Cosimo tiene más de un millón de seguidores en redes

El padre Cosimo participó del Jubileo de los influencers católicos y misioneros digitales, a fines de julio en Roma, justo antes del Jubileo de los Jóvenes.

— Estoy contento de que por fin fuimos aceptados por la Iglesia, porque el ambiente digital siempre fue visto como un lugar algo oscuro. La evangelización también se puede hacer a través de las redes sociales, a través de lo digital. Comparto el último mensaje del Papa León a todos los misioneros digitales, que nos pidió ser verdaderos, ser creíbles, llevar realmente el Evangelio y no a nosotros mismos. Porque muchas veces somos esclavos de este algoritmo que nos dice qué pensar, qué comprar, a quién conocer… y nos convertimos en mercancía. Tenemos que evitar ser absorbidos por la economía, que hoy maneja nuestra vida en todos los sentidos. Y además fue lindo el Jubileo, porque en el mundo digital cada uno crea su contenido por su cuenta. El hecho de encontrarnos, de coincidir en una misma línea, aun siendo uno mismo, es un gran paso adelante.

¿Cómo puede un sacerdote mantenerse fiel a sí mismo cuando se expone tanto, se vuelve una figura pública y recibe halagos, elogios?

— Hay que tener los pies sobre la tierra y preguntarse: ¿para qué estoy ahí? ¿Para hacerme conocido como personaje o para llevar la palabra de Dios? Hay que mantenerse firme en eso, porque es fácil caer en situaciones no deseadas.

¿Qué significa ser un misionero digital?

— Ya no encuentro diferencia entre lo real y lo digital. Lo que muestro en lo digital es lo mismo que soy en mi parroquia. El lenguaje que se tiene que usar es el de un testimonio creíble, verdadero. Llevar a Jesús: ¡no es que sponsoreamos el Evangelio! (ríe) El lenguaje tiene que ser simple, directo, que hable de la cotidianeidad, de la vida de cada día, de la vida de las personas.

— ¿Quiénes son tus seguidores?

— Mis seguidores son de todas las edades, no hay un público específico. Me escriben jóvenes, chicos que me piden oraciones, consejos, ayuda, también porque soy psicólogo y psicoterapeuta. A veces recibo hasta mil mensajes por día.

— ¿Qué es lo que más te llama la atención de esos mensajes?

— La enfermedad de este siglo es la soledad. Recibo mails y mensajes larguísimos en los que dicen que no hace falta que yo responda: lo importante es que lo haya leído, que lo haya escuchado. Eso me da escalofríos. Ya no nos escuchamos. Por eso, tantas situaciones se vienen abajo. Si nos escucháramos más, tal vez ni habría guerras en el mundo. Estamos realmente solos, aunque estemos rodeados de gente, aunque tengamos muchos seguidores. Esta sociedad de la imagen nos volvió demasiado individualistas.

— ¿El cura también sufre la soledad?

— También los curas somos humanos, con nuestras fragilidades, pero también con nuestros dones. Se le pide mucho al sacerdote en cuanto a escucha, pero se le da poco. Se necesita una comunión concreta, real, entre nosotros. Como psicólogo, acompaño a muchos sacerdotes.

— ¿La imagen de ustedes, como influencers, puede ser un arma de doble filo?

— Sí, cuando uno muestra solo la imagen y ya no el mensaje. Sé muy bien que una linda imagen, de entrada, hace que el dedo se detenga en las redes. Pero lo importante es llevar un contenido. No hay que pensar que la belleza lleva a una vida feliz o a una perfección que no existe. La belleza no quita credibilidad, sólo si uno se lo permite. Cada uno es como es.

— Tendrás muchos admiradores, pero también muchos haters.

— Sí. Cuando me escriben cosas negativas, nunca respondo públicamente, porque si no se arman cadenas de odio. Respondo en privado, y me encuentro con personas que tienen grandes sufrimientos, frustraciones, baja autoestima. Y lo lindo es que se genera un diálogo constructivo. Muchísima gente que me sigue no cree en Dios, y eso me sorprende. Me dicen que, aunque no crean, les gusta lo que digo: que, en definitiva, es lo que dice el Evangelio. Y ahí te das cuenta de que el amor de Dios es un lenguaje universal.

— ¿Cómo se piensa recuperar a los fieles? ¿Las redes sociales son una solución?

— Sí, claro. Hay un testimonio fuerte en Francia, donde hubo una explosión de cristianismo. Allí el cristianismo estaba casi muerto: hubo muchísimos nuevos bautizados adultos, y todos dijeron que se convirtieron gracias a los testimonios de los influencers católicos en redes.

La Iglesia tiene que cambiar

El padre Alberto Ravagnani, de 31 años, milanés, más conocido como Don Alberto Rava por sus más de 500 mil seguidores, se define como “cura, youtuber y mucho más” en su perfil de Instagram (@donalberto_rava). Es una de las voces más escuchadas -y críticas- de la Iglesia católica contemporánea en Italia. Influencer digital y referente para miles de jóvenes, es un firme defensor de las redes sociales, ya que éstas le permiten a la Iglesia cambiar, salir de su propio territorio y expandirse.

En la entrevista que Don Alberto brindó a Infobae expresó:

– La Iglesia católica está dividida internamente y eso puede traerle dificultadas para mantenerse de pie. Si la Iglesia no quiere quedar afuera del mundo, debe tener presencia en las redes. Porque si no lo hace, falla con su objetivo, que es llegar a la gente para anunciar el Evangelio.

Don Alberto Rava es una de las voces más escuchadas - y críticas- de la Iglesia católica contemporánea en Italia

Don Alberto coincide en que el problema de la soledad es un mal de estos tiempos: “Las personas no saben dónde buscar amigos. Ha cambiado la forma de relacionarse, actualmente los lazos entre las personas son inestables, las relaciones son efímeras. La soledad no significa no tener alguien al lado, sino la imposibilidad de crear vínculos significativos”.

En diálogo con el canal Orbe21 del Arzobispado porteño y desde sus publicaciones de Instagram, el padre Alberto manifiesta: “Los usuarios que ven mis contenidos provienen de contextos muy distintos. Más que una comunidad tradicional, la Iglesia puede convertirse en una verdadera comunidad digital”.

El padre Alberto no oculta su preocupación por la escasa participación juvenil en el Jubileo 2025: “No me importan los números, sino hacia dónde estamos yendo como Iglesia. En el 2000 había dos millones de chicos. Hoy, apenas un millón. ¿Queremos preguntarnos por qué? ¿Qué pasó en la Iglesia, en el mundo, entre los jóvenes, en estos 25 años?”

“Más que una comunidad tradicional, la Iglesia puede convertirse en una verdadera comunidad digital”, expresó Don Alberto Ravagnani

Según el padre Alberto, la distancia creciente entre las nuevas generaciones y la Iglesia es un hecho que no se puede ignorar. Pero más que quejarse, hay que encararlo: “Tenemos que preguntarnos: ¿qué tipo de caminos podemos iniciar de acá al próximo Jubileo? ¿Cómo podemos ayudar a los jóvenes a sentirse parte de la Iglesia y a afrontar, juntos, los desafíos del mundo contemporáneo?”.

El sacerdote advierte sobre la necesidad de cambiar la mentalidad: “No se le puede delegar todo al papa a los cardenales y a los obispos. La Iglesia también, y sobre todo, está hecha por los jóvenes. Entonces me pregunto: los jóvenes creyentes, los que están hoy, ¿qué procesos quieren iniciar para que la Iglesia del 2050 sea realmente su Iglesia? ¿Una comunidad en la que puedan reconocerse y llevar también a sus pares?”.

Para el padre Alberto, la escasa presencia juvenil en las iglesias es el síntoma de una brecha generacional cada vez más profunda. “¿Alguna vez se preguntaron por qué las iglesias están llenas de personas mayores y faltan jóvenes?”, pregunta. “Hay un abismo entre generaciones: el Papa Francisco nació en un mundo sin televisión, mientras que hoy los chicos pasan horas en TikTok. Son mundos que no se hablan”.

El padre Alberto Ravagnani es milanés, tiene 31 años y llega a los fieles con las redes, el nuevo espacio de misión

Según el joven sacerdote, incluso las celebraciones litúrgicas contribuyen a esa distancia: “Las misas muchas veces están animadas de forma anticuada, no le hablan a los jóvenes. Y así, aunque estén interesados en la fe, se alejan de la Iglesia». Pero para el padre Alberto, esa distancia no es una condena: “Debería ser un recurso, un estímulo para renovarse y crear un espacio en el que las nuevas generaciones puedan reconocerse”, concluye.

Hoy el nuevo espacio de misión son las redes sociales. No porque estén de moda, sino porque es ahí donde está la gente. Si la Iglesia logra llevar el Evangelio a ese territorio con inteligencia, sensibilidad y autenticidad, entonces sí: las redes no serán sólo una herramienta, sino la nueva catedral del siglo XXI. Un templo sin muros, donde la fe puede reencontrarse con quienes la habían perdido… o nunca la habían buscado.