La Pascua es una de las celebraciones más significativas del calendario cristiano. Conmemora la resurrección de Jesucristo al tercer día después de su crucifixión, un evento que simboliza la victoria sobre la muerte y la promesa de vida eterna. También marca el final de la Semana Santa (temporada en la que se recuerda la pasión de Cristo) y el inicio del periodo de 50 días conocido como Tiempo Pascual.
Además de sus connotaciones religiosas, la Pascua incorpora elementos culturales y folclóricos que enriquecen la festividad. Dos de los símbolos más representativos de estas fechas son, curiosamente, el conejo y los huevos decorados. Ambos aparecen en decoraciones, dulces, juguetes y todo tipo de actividades festivas que llenan de color esta celebración primaveral.
Sin embargo, esta combinación de símbolos plantea una pregunta curiosa y recurrente, sobre todo en la infancia: ¿por qué un conejo trae huevos? ¿Acaso los conejos ponen huevos? Aunque la respuesta es clara desde el punto de vista biológico, la explicación de esta tradición es mucho más compleja, rica en historia y simbolismo.
No, los conejos no ponen huevos
Contrario a la imagen popular del “conejo que pone huevos de colores”, estos animales son mamíferos vivíparos. Esto significa que, como los humanos, sus crías se desarrollan en el interior del cuerpo de la madre y nacen vivas. La gestación de una coneja dura aproximadamente entre 30 y 33 días, y es común que tenga entre cuatro y 12 crías por camada.
Una sola hembra puede quedar preñada varias veces al año, por lo que estos animales son considerados símbolos naturales de fertilidad. Poco antes del parto, la madre prepara un nido con su propio pelaje y material vegetal, donde da a luz y protege a sus crías, conocidas como gazapos.
Diversas culturas ven a estos animales como un emblema de abundancia, renovación cíclica y vida nueva. Por ello, la imagen del conejo repartiendo huevos de colores en Pascua es una creación cultural que, aunque biológicamente es incorrecta, perdura como una tradición festiva de fuerte carga simbólica.
¿Qué tienen que ver los conejos y los huevos con la Pascua?
La asociación del conejo y los huevos con la Pascua proviene de una confluencia de mitos antiguos, costumbres populares y adaptaciones religiosas. El “Conejo de Pascua”, o Easter Bunny, tiene raíces en las antiguas tradiciones paganas de Europa. En la mitología germánica, la mentira estaba consagrada a la diosa Ēostre (también conocida como Ostara), divinidad de la primavera, la fertilidad y el renacimiento. Las celebraciones en su honor coincidían con el equinoccio de primavera, cuando la vida volvía a florecer tras el invierno.
Con el tiempo, esta figura fue absorbida por las costumbres cristianas europeas, especialmente en Alemania, donde ya en el siglo XVII se hablaba de un conejo llamado Oschter Haws que ponía huevos para los niños bien portados. Esta tradición fue llevada a América del Norte por inmigrantes alemanes, y desde allí se difundió ampliamente.
El huevo es, desde tiempos antiguos, un símbolo de vida y fertilidad. En el cristianismo, el huevo pasó a representar la Resurrección: la cáscara simboliza la tumba sellada, y el nacimiento del ave representa a Cristo emergiendo victorioso de la muerte. Durante la Cuaresma, los fieles solían abstenerse de consumir huevos, por lo que al llegar la Pascua, se decoraban y regalaban como un signo de celebración.
Algunas leyendas más recientes intentan dar un toque más fantástico a esta tradición. Una de ellas cuenta que un conejo fue testigo de la resurrección de Jesús y, sin poder hablar, pintó huevos para anunciar el milagro. Otra historia relata que una madre humilde decoró huevos para alegrar a sus hijos en Pascua, y estos, al ver un conejo cerca, creyeron que él los había escondido como sorpresa.