Ensalada de lechuga (AdobeStock)

Como el ingrediente estrella de las ensaladas, la lechuga se ha consagrado en las últimas décadas como un alimento típico de guarniciones. Sin embargo, su alto contenido en nutrientes esenciales para el organismo hacen de este alimento mucho más que un simple acompañante.

Este vegetal de hoja verde es rico en proteínas vegetales, folatos, vitamina C y flavonoides, lo que la convierte en un alimento funcional, especialmente relevante dentro de una dieta mediterránea equilibrada.

Aunque más del 90% de su composición es agua, la lechuga concentra en su interior importantes nutrientes. Según la Fundación Española de la Nutrición (FEN), las proteínas vegetales que aporta son de bajo contenido en comparación con legumbres o cereales, pero su presencia contribuye a una dieta más variada y equilibrada. A esto se suman los folatos, fundamentales para el metabolismo celular y, en especial, para las mujeres embarazadas, ya que favorecen el correcto desarrollo del sistema nervioso del feto y ayudan a prevenir malformaciones congénitas.

La vitamina C, otro de sus componentes clave, cumple múltiples funciones: actúa como un potente antioxidante, favorece la absorción de hierro y fortalece el sistema inmunológico. Los flavonoides, pigmentos vegetales que también están presentes en este alimento, poseen propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, y han sido objeto de numerosos estudios por su papel en la prevención de enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas e incluso ciertos tipos de cáncer.

El consumo regular de lechuga puede ayudar a reducir el riesgo de padecer enfermedades crónicas no transmisibles. Gracias a su contenido en flavonoides y vitamina C, este vegetal contribuye a neutralizar los radicales libres, que son responsables del envejecimiento celular y del desarrollo de procesos inflamatorios en el organismo.

Asimismo, su elevado contenido en fibra dietética —aunque varía según la variedad— resulta beneficioso para la salud digestiva, indica la FEN. La fibra promueve el tránsito intestinal, mejora la salud de la microbiota y puede ayudar a prevenir el estreñimiento. También contribuye a generar sensación de saciedad, lo que convierte a la lechuga en un aliado en dietas de control de peso.

Por otro lado, su bajo índice glucémico y su escaso aporte calórico (apenas unas 15 kcal por cada 100 gramos) hacen de ella una opción ideal para personas con diabetes o que buscan controlar su ingesta energética sin renunciar a la nutrición.

Contraindicaciones de la lechuga

A pesar de todos sus beneficios, la lechuga también tiene algunas contraindicaciones, como ocurre con todos los alimentos. Uno de los aspectos a tener en cuenta es su contenido en nitratos, especialmente en aquellas cultivadas en ambientes cerrados o en épocas del año con menor radiación solar. Aunque los nitratos no son perjudiciales en sí, su conversión en nitritos en el organismo puede representar un riesgo para ciertos grupos de población, como los bebés menores de seis meses.

Además, quienes padecen alergias al polen pueden experimentar reacciones cruzadas con ciertas variedades de lechuga, provocando síntomas como picazón en la boca o irritación de garganta. En estos casos, conviene consultar con un especialista y vigilar la aparición de molestias.

Como en todo alimento de origen vegetal que se consume en crudo, es imprescindible lavar adecuadamente las hojas para eliminar restos de tierra, pesticidas y posibles contaminantes microbiológicos.