Entre montañas rojizas y bosques de castaños centenarios, Las Médulas se alzan como uno de los paisajes más singulares de España y una huella indeleble del poder y la ingeniería del Imperio romano. Situadas en la comarca leonesa de El Bierzo, al pie de los Montes Aquilanos y junto al valle del Sil, esta zona fue durante siglos el epicentro de la mayor explotación aurífera a cielo abierto de la antigüedad.
Actualmente, su geología asombrosa y vestigios arqueológicos cuentan una historia de conquista, transformación y legado que sigue asombrando a quienes la recorren.
El paisaje cultural de Las Médulas, testigo de una antigua revolución técnica
El actual paisaje de Las Médulas —arenas rojizas salpicadas de robles y castaños— es el resultado visible de una minería sin parangón, reconocida oficialmente como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1997. Para Javier Fernández Lozano, profesor de la Escuela de Ingenieros de Minas de la Universidad de León, este enclave es “un libro abierto que permite estudiar la interacción existente entre el ser humano y el medio natural”, según sus declaraciones a National Geographic.
Lo que hace inigualable a Las Médulas, a juicio del investigador, es esa fusión entre origen romano, espectacularidad de formas —con pináculos de color rojo intenso, galerías y cortas de morfología diversa— y un altísimo valor arqueológico y etnográfico. Los restos mineros se integran en el entorno como antiguos caminos, aldeas y construcciones tradicionales, componiendo un auténtico museo al aire libre en el que se puede rastrear tanto la naturaleza de los depósitos sedimentarios como las técnicas de extracción de oro empleadas hace dos milenios.
El dominio de Roma y el nacimiento de la minería monumental
La minería romana en Las Médulas tuvo su origen en el sometimiento de los pueblos astures y cántabros bajo el mando de Octavio Augusto (26-19 a.C.). Los pueblos prerromanos ya extraían oro de los ríos con procedimientos rudimentarios, pero Roma llevó esa actividad a una escala monumental y sistemática. Se calcula que la minería, iniciada a mediados del siglo I y activa hasta comienzos del siglo III d.C., operó de forma ininterrumpida durante más de un siglo.
La magnitud de la empresa fue colosal: se movieron más de 90 millones de metros cúbicos de tierras para extraer aproximadamente cinco toneladas de oro. Tal como narra el historiador Plinio el Viejo en su célebre “Historia Natural”, se utilizó la técnica denominada ruina montium, que consistía en el uso masivo de agua para fracturar montañas de forma controlada.
“Se utilizaba sobre todo en zonas donde la capa sedimentaria contenía poco oro, por lo que era necesario eliminar grandes volúmenes de sedimento para alcanzar niveles más profundos con mayor concentración del metal”, explicó Luis Ortiz, guía ambiental del Monumento Natural a National Geographic.
El procedimiento era minucioso y espectacular: los romanos delimitaban una sección de montaña, la rodeaban de canales y la inundaban durante días. A continuación, excavaban una cavidad central y canalizaban agua a presión hasta provocar finalmente una implosión del terreno. Como resultado surgieron los característicos pináculos y torres de arcilla roja que hoy distinguen a Las Médulas y confieren al área su aspecto casi onírico.
Ingeniería hidráulica: la red de canales más colosal de la Hispania romana
El éxito de la extracción aurífera dependía no solo de la mano de obra, sino de una colosal infraestructura hidráulica. Se estima que la red de canales para transportar agua desde los Montes Aquilanos y las cuencas del Sil y el Duero superaba los 1.100 kilómetros de longitud, con canales individuales de hasta 145 kilómetros. Todavía hoy pueden observarse los vestigios de esta obra de ingeniería, como túneles, acueductos y estanques de decantación.
“Las Médulas alcanzaron dimensiones extraordinarias para una obra realizada hace más de 2.000 años con tecnología rudimentaria”, subrayó Fernández Lozano. La intervención humana no solo alteró el paisaje geológico, sino que creó nuevos hábitats: valles, humedales y lagos como el de Carucedo, originado accidentalmente por los residuos mineros.
La planificación minera fue compleja y avanzada: correcciones en el trazado de los canales, aliviaderos para el caudal y la organización de minas satélite en torno al yacimiento central muestran el grado de conocimiento e innovación al que llegó la Roma imperial en Hispania. Según Fernández Lozano, estas soluciones evidencian un aprovechamiento inteligente del medio y una capacidad de adaptación extraordinaria.
Origen etimológico, leyendas y realidad habitada
El fascinante nombre del paraje ha alimentado tanto mitos como investigaciones. Durante años se pensó que podría estar vinculado al Mons Medullius citado por cronistas romanos, aunque de acuerdo con Ortiz, “no hay evidencia arqueológica que relacione ese monte con este lugar”. La teoría más sólida apunta a la voz local medua, utilizada para describir montones de hierba cónicos que evocan la forma de los pináculos que dominan el paisaje.
Esta impronta humana se extiende más allá de la minería. Los arqueólogos han hallado castros prerromanos y asentamientos romanos, como el Castrelín de San Juan o la domus de las Pedreiras del lago, que documentan siglos de presencia y civilización en la zona. El número de trabajadores en los momentos de mayor actividad debió oscilar entre 2.500 y 5.000 personas, una cifra aún modesta comparada con leyendas locales, pero suficiente para transformar todo un valle.
No obstante, la mayoría de los mineros no eran esclavos, sino personas libres, que pagaban tributo a Roma con mano de obra convocada temporalmente, mientras el grueso de su vida giraba en torno a la agricultura y la ganadería.
La singularidad contemporánea de Las Médulas radica precisamente en esta sinergia única entre arqueología, geología y naturaleza viva. Sobre las heridas abiertas por la minería romana han crecido bosques de castaños y robles, consolidando un entorno privilegiado en el que historia y paisaje forman un todo inseparable.