
En el siglo XX, dos provincias de Argentina cambiaron su nombre en homenaje a líderes políticos. Esto sucedió entre 1952 y 1955 en Chaco y La Pampa, cuando ambas adoptaron nuevas denominaciones tras convertirse en provincias. El cambio, impulsado desde el Estado nacional, se inscribió en un proceso institucional que marcó el desarrollo territorial del país y reflejó el clima político del momento.
Durante la primera mitad del siglo pasado, Argentina vivió una serie de reformas territoriales. Varias regiones, antes gestionadas como Territorios Nacionales, pasaron a formar parte de las provincias. El avance de este proceso permitió que zonas con un extenso pasado bajo administración central comenzaran a definir su propia identidad política y administrativa.
La evolución del mapa argentino no solo respondió a decisiones técnicas. Factores políticos y sociales influyeron en la denominación y el estatus de algunos territorios, especialmente durante el proceso de provincialización de mediados del siglo XX.

El surgimiento de los Territorios Nacionales
Según la información publicada por Billiken, la historia se remonta al siglo XIX, cuando amplias áreas del país no integraban ninguna provincia. Estos Territorios Nacionales eran administrados directamente por el Gobierno central, lo que distinguía su organización de las provincias ya existentes.
El Territorio Nacional del Gran Chaco surgió en 1872, creado por un decreto del presidente Domingo Faustino Sarmiento. Esta medida formaba parte de una estrategia doble: permitir la expansión del control estatal y garantizar la seguridad de las fronteras. Con el tiempo, se sumaron nuevas normativas, como la Ley Orgánica de Territorios Nacionales de 1884, que regularon su administración y promovieron las condiciones para su futura transformación en provincias.

De acuerdo con Billiken, la creación de los Territorios Nacionales buscaba fortalecer la presencia del Estado, facilitar la integración de lugares poco poblados y organizar la distribución de recursos. Esta dinámica impulsó la consolidación territorial y sentó las bases de nuevas provincias en el siglo XX.
La transformación de estos espacios concluyó el 8 de agosto de 1951, cuando el Congreso aprobó la Ley 14.037. La norma elevó a rango provincial tanto al Chaco como a La Pampa, un paso considerado trascendente en la reorganización política del país y en el afianzamiento de su estructura federal.
Cambios de nombre y contexto político
Una vez convertidas en provincias, Chaco y La Pampa pasaron a llamarse Provincia Presidente Perón y Provincia Eva Perón, respectivamente. Este cambio ocurrió en 1952 y buscó homenajear al presidente Juan Domingo Perón y a Eva Duarte de Perón, quien había fallecido poco antes.

Según los registros oficiales citados por Billiken, este renombramiento coincidió con una etapa de actividad política intensa, marcada por una profunda reorganización institucional. Los nuevos nombres quedaron impresos en los documentos y mapas oficiales que distribuyó el gobierno de entonces, consolidando la memoria de ambos líderes en la geografía argentina.
El homenaje tuvo una duración limitada: desde 1952 hasta 1955, momento en el que un golpe de Estado derrocó al gobierno de Perón. Las nuevas autoridades derogaron la medida inmediatamente y restituyeron los nombres originales de Chaco y La Pampa, decisión que permanece vigente hasta hoy.
Herencia institucional y actualidad
De acuerdo con el análisis de Billiken, la breve existencia de las provincias con nombres de personajes políticos ilustró la relación entre poder y territorio en la Argentina del siglo XX. Aunque estos cambios resultaron efímeros, dejaron huellas en la documentación oficial y reflejaron el grado de identificación política del período.

Los mapas emitidos a mediados de los años 50 muestran claramente la denominación Provincia Eva Perón y Provincia Presidente Perón, un dato que evidencia la magnitud del homenaje y las implicancias del proceso político. La documentación de la época, conservada en archivos estatales y exposiciones públicas, aún exhibe estas denominaciones, aunque resultaron derogadas tras el cambio de régimen.
Hoy, tanto Chaco como La Pampa mantienen sus nombres históricos y una estructura política consolidada, resultado de décadas de evolución institucional. Ninguna otra provincia volvió a llevar el nombre de figuras políticas nacionales desde entonces.