Es un día fresco y soleado en Londres. Lucas Grosman, rector de la Universidad de San Andrés de Argentina, aparece con su boina por el hall principal de Imperial College de Londres: acaba de terminar el último día del foro internacional «Reinventing Higher Education» (Reinventar la Educación Superior).

Grosman, además Doctor en Ciencias del Derecho por la Universidad de Yale, fue el único argentino que disertó en la 15° edición del evento organizado en Londres por IE University e Imperial College. Durante los tres días del foro, los participantes -provenientes de todo el mundo- debatieron sobre el futuro de la educación en la era de la inteligencia artificial.

En un mano a mano con LA NACION, Lucas Grosman analizó el impacto de la inteligencia artificial en las universidades, el presente educativo argentino y el plan de acción de la Universidad de San Andrés -de la cual es rector hace casi nueve años- para avanzar a la par de la inteligencia artificial. La universidad hoy tiene 6.500 alumnos entre las carreras de grado y posgrado, de los cuales por lo menos el 56% recibe algún tipo de beca o ayuda financiera.

-¿Cuál es tu mirada sobre la utilización de la inteligencia artificial en las universidades argentinas?

-Te voy a hablar de la Universidad de San Andrés, que es la que conozco. Creo que hoy estamos ante un doble desafío. Por un lado, cómo incorporar la inteligencia artificial al proceso de enseñanza para que lo que estamos enseñando no se vuelva irrelevante, porque evidentemente la inteligencia artificial va a formar parte de manera central de la práctica profesional y académica de nuestros estudiantes en el futuro, en los próximos años y cada vez más.

Nuestra enseñanza no puede ser ajena a esta realidad. Tiene que tomarla como un dato relevante, incorporarla y ayudar a los chicos a potenciar esa búsqueda de la inteligencia artificial para que sea un uso inteligente, para que no sean meramente usuarios pasivos, sino que que sean actores en este proceso. El otro gran desafío es cómo hacer para que la inteligencia artificial no empeore o no obstaculice el proceso de enseñanza.

-¿Aparecieron complicaciones en las aulas por el uso de la inteligencia artificial?

-Sí, sin duda. Una de las áreas claves para la inteligencia artificial no empeore el proceso de enseñanza, es la evaluación. Hay tipos de evaluación que se volvieron muy difíciles de implementar porque es imposible controlar si el estudiante utiliza inteligencia artificial o no. Hay softwares que están pensados para eso, pero la verdad que no son suficientemente buenos. Si hablás con distintas universidades, nadie tiene la solución. Todos estamos todos viendo que hacemos con soluciones parciales, temporarias y tentativas.

-¿Cómo acompañan a los docentes para que su rol pedagógico se acople a estos cambios tecnológicos?

-En 2018, creamos un centro en la universidad que se llama Centro de Innovación Pedagógica que funciona dentro de la Escuela de Educación de la Universidad San Andrés y que reúne educadores y gente especializada en tecnología El centro nos vino muy bien durante la pandemia. Después del viernes que se cerraron las universidades, ya el martes el 99% de los cursos estaba funcionando.

Algo parecido pasó con la inteligencia artificial. El CIP nos ayudó a pilotear esta transición. Lo primero que hicimos fue determinar que no podíamos seguir evaluando de la misma manera que antes. Muchos profesores estaban convencidos de que el tipo de exámenes que ellos tomaban era inmune al plagio por utilización de inteligencia artificial generativa.

Lucas Grosman, presidente de la Universidad de San Andrés.

-El parcial domiciliario, ¿por ejemplo?

-Exacto. Muchos profesores decían: “Yo tomo el parcial domiciliario y me doy cuenta”. Pero no se daba cuenta, entonces, cambiamos el examen domiciliario, lo desaconsejamos. Después, hoy lo que hacen muchos profesores es analizar críticamente, con los estudiantes, las respuestas de la IA como mecanismo de evaluación.

-En las jornadas de «Reinventing Higher Education», los disertantes hablaron sobre la brecha que existe entre los estudiantes -y también profesores y universidades- que utilizan la inteligencia artificial y los que no.

-Obviamente hay sectores vastos de la población que no acceden a la tecnología. Lo que está ocurriendo hoy es que no acceder a la tecnología, implicar no acceder a un montón de cosas. Yo creo que ese fenómeno no es nuevo, pero la esencialidad de la tecnología para determinados procesos sí es nuevo, por ejemplo, para informarte. Es verdad que hay sectores para los cuales acceder Internet hoy sigue siendo un desafío, pero dejando de lado esos casos que no dejan de ser marginales, la tecnología genera una enorme democratización del conocimiento, enorme, brutal, como nunca antes ocurrió en la historia de la humanidad.

La tendencia general es que la la tecnología está abaratando muchísimo el acceso a la información y al conocimiento. Por otro lado, se está volviendo tan omnipresente en nuestra vida que los sectores marginales que no acceden a la tecnología están quedando fuera un montón de cosas.

Desde el punto de vista de las universidades, la tecnología ha sido un factor democratizador y ha igualado en un montón de aspectos; para algunos campos se han achicado diferencias enormes entre países más y menos desarrollados.

-¿Creés que estos avances en la inteligencia artificial van a redefinir el concepto de “educación de calidad”?

-Seguro que se van a redefinir un montón de cosas y creo que todavía no es obvio en qué dirección. Las universidades pueden ser lugares terriblemente conservadores, reacios al cambio. Los saltos tecnológicos, como el de la inteligencia artificial, ponen en manifiesto esas diferencias. Entonces sin duda se va a transformar y vamos a experimentar un reacomodamiento. No está claro en qué dirección pero sí va a exigir una agilidad y la flexibilidad de las universidades, que no todas van a estar en condiciones de ofrecer.

Lucas Grosman (segunda persona contando desde la derecha), presidente de la Universidad de San Andrés.

-¿Qué escenario te imaginás en unos años?

-El gran desafío para la universidad hoy es cómo hacer para preparar a nuestros estudiantes para ocupaciones que todavía no existen o que van a verse transformar radicalmente. La clave está en apostar en tres pilares. Por un lado, la formación de capacidades analíticas, es decir, enseñar a pensar. ¿Por qué? Porque va a ser más frecuente que el conocimiento se vuelva obsoleto, se redefina radicalmente. El otro pilar es la formación interdisciplinaria; es ahí, en el cruce de distintas disciplinas, donde van a aparecer nuevas ideas. Y finalmente, la innovación. Vamos a tener que tratar de adelantarnos a los cambios y de ser artífices de esos cambios.

-¿Qué plan de acción tiene la universidad para avanzar a la par de la inteligencia artificial?

-Tenemos una ingeniería en Inteligencia Artificial en grado y una maestría en Inteligencia artificial en posgrado, ambas fueron las primeras del país. Además, tenemos una maestría de ciencia de datos y una maestría de ciencias de comportamiento. San Andrés ha sido pionero en programas donde está la conexión entre tecnología y negocios.

De la mano de las carreras, están las distintas instancias de investigación. Tenemos investigadores que están alrededor de la carrera dándole un contenido y un vuelo particular. Por ejemplo, tenemos laboratorio de inteligencia artificial y robótica donde van alumnos e investigadores.

-¿Qué alianzas o colaboraciones con otros organismos u empresas están pensando para avanzar a la par de la IA?

-Hace tres semanas firmamos una alianza con Fleni, que tiene por objetivo potenciarnos en las áreas vinculadas con la de las ciencias del comportamiento, neurociencias, neurolingüística, y en un par de años seguramente la psicología. Fleni es número uno de Argentina en neurología, es uno de los centros más importantes de Latinoamérica en la materia. Varios profesionales de Fleni dan clases en San Andrés y empezamos a hacer de manera conjunta un un trabajo en el análisis del sueño. También tenemos un laboratorio, que se llama LITERA, que preside Diego Golombek. En este contexto, dijimos de hacer más cosas juntos. Por ejemplo, la enfermedad de Alzheimer: es un área que estamos trabajando mucho los dos.

-¿Cómo ves a la educación universitaria argentina?

-En rasgos generales, Argentina sigue produciendo muy buenos académicos y profesionales, tiene un alto nivel de formación universitaria. A los graduados de las buenas universidades argentinas les va muy bien afuera. A nosotros no dejan de sorprendernos lo bien que les va a nuestros graduados. Yo creo que Argentina todavía puede estar muy orgullosa de su sistema educativo universitario.

Primer día del foro Reinventing Higher Education.

-¿Tiene algo que envidiarle a las universidades del exterior?

-Siempre hay muchas cosas para envidiar y en algunas disciplinas se nota más que en otras. Obviamente los recursos te marcan un montón de diferencias. Lo que se ve en otros países, en los más desarrollados, es una articulación muy fluida entre la universidad, el sector público y el sector privado: es una hélice que potencia. En la Universidad de San Andrés hacemos eso y nuestra aspiración es convertirnos en un hub de innovación.

Que estos tres pilares estén articulados no es muy común en Argentina. En otros países eso es mucho más corriente y uno puede ver que es el motor del desarrollo científico y tecnológico, ahí tenemos mucho que aprender. Obviamente, los recursos en algunas disciplinas son decisivos. Argentina no está entre los países más ricos ni en los que más gasta en ciencia y tecnología, y eso se nota, claro.

-Tras casi nueve años como rector de la Universidad, ¿qué balance hacés de tu gestión?

-La universidad creció mucho durante estos años, se desarrolló y amplió muchísimo su espectro. Es una comunidad fantástica y muy comprometida. Creo que en eso he tenido muchísima suerte de de encontrarme con colegas súper comprometidos, de primerísimo nivel. El propósito es muy claro: mejorar la educación y la investigación en Argentina para que esto tenga un impacto en la vida de la gente.

Reinventing Higher Education: próxima parada

En la edición de este año, Lucas Grosman disertó en el panel de “Aprendizaje permanente para una fuerza laboral flexible”, junto a Nelson Baker (Instituto de Tecnología de Georgia, Estados Unidos), Mikael Lindström (KTH Real Instituto de Tecnología, Suecia) y Emma McCoy (LSE, Gran Bretaña).

Durante la primera jornada, los organizadores anunciaron que la próxima edición de Reinventing Higher Education será en Arabia Saudita, en la Universidad King Fahd de Petróleo y Minerales, del 20 al 22 de octubre de 2026. El foro se consolidó nuevamente como un punto de encuentro global para reflexionar sobre el futuro de las universidades y el impacto de la educación en la sociedad.