“Lo cierto de En el camino, como la mayoría de los libros con un amplio atractivo para quienes aún se encuentran en las garras del idealismo juvenil, es que al retornar al texto, te encuentras no solo con el libro, sino también contigo mismo, con quién eras cuando lo leíste por primera vez y con todas las personas que has sido desde entonces”. Esta reflexión, recogida en el documental El camino de Kerouac: el ritmo de una nación, sintetiza el magnetismo persistente de la novela de Jack Kerouac y su capacidad para funcionar como espejo generacional. A partir de este punto, la película dirigida por Ebs Burnough se propone descifrar por qué un relato publicado en 1957 sigue ejerciendo tal fascinación y cómo su influencia se extiende mucho más allá de la literatura, impregnando la cultura estadounidense y la identidad de quienes se han sentido interpelados por su llamado a la libertad.
La obra de Kerouac y el mito de la carretera estadounidense constituyen el eje central de este documental, que definió Alissa Wilkinson para The New York Times, aspira a capturar el pulso de una nación a través de la huella de un solo libro. Burnough, quien fue asesor principal de Michelle Obama y secretario social adjunto de la Casa Blanca, estructura su investigación en tres líneas narrativas que se entrelazan para ofrecer una visión panorámica del fenómeno. La primera de ellas se adentra en la biografía del autor: desde su infancia marcada por el francés como lengua materna, pasando por su juventud como figura clave de la generación beat, hasta su declive prematuro y muerte a los 47 años, consecuencia en parte del alcoholismo y la cirrosis. La narración de fragmentos de la novela, a cargo del actor Michael Imperioli, aporta textura y profundidad a este recorrido vital.
El segundo hilo argumental explora el impacto de En el camino en creadores contemporáneos. Escritores, actores y músicos como Jay McInerney, Josh Brolin, Natalie Merchant, Matt Dillon y W. Kamau Bell comparten cómo la novela ha moldeado sus trayectorias y su visión del mundo. Brolin recuerda su reacción inicial: “Estas son personas interesantes, y quiero una vida interesante”. Bell la define como “una candidata a la gran novela estadounidense”. McInerney sostiene que el libro representa el origen del mito de “subirse a un coche y dirigirse al oeste”, una imagen que ha impregnado el imaginario colectivo.
La tercera línea narrativa sigue a estadounidenses actuales que, de distintas maneras, encarnan el espíritu de búsqueda y no conformismo que la novela simboliza. Diana, una mujer jubilada, emprende un viaje por carretera para reconectar con su padre en el ocaso de su vida. Amir, estudiante de último año de secundaria, se prepara para dejar su hogar en Filadelfia y comenzar su etapa universitaria en Atlanta, mientras reflexiona sobre las migraciones de sus antepasados. Tenaj y Faustino Melendreras, por su parte, exploran la vida del nido vacío y documentan sus travesías, preguntándose por el futuro de su relación. Estas historias, según el medio, ilustran cómo el legado de Kerouac sigue vivo en quienes desafían las convenciones y buscan su propio camino.
El documental no elude las tensiones inherentes al mito de la carretera. Si bien la novela destila un romanticismo innegable, también es producto de su época. Un hombre blanco como Kerouac podía recorrer el país con una sensación de seguridad que no estaba al alcance de hombres negros como Burnough o Bell, ni de mujeres beat como Joyce Johnson, biógrafa y amiga del autor, quien también aparece en la película. La experiencia del viaje, lejos de ser universal, revela las desigualdades y los límites de los ideales estadounidenses. “A pesar de nuestras mejores aspiraciones e ideales más elevados, el camino no es para todos en Estados Unidos”, subraya el documental.
El camino de Kerouac: El ritmo de una nación aspira a ser un retrato coral de Estados Unidos a través de la lente de un solo libro y su legado. Sin embargo, la ambición de abarcar tanto termina por sobrecargar el ritmo de la película, que en su tramo final se resiente por la acumulación de temas y testimonios. “Hay demasiado que decir, y eso siempre lleva a decir menos de lo que uno quisiera”, advierte la crítica. Para quienes no han leído la novela, la insistencia en su carácter inspirador puede resultar reiterativa, más proclive a la declaración que a la demostración.
A pesar de estas limitaciones, el documental se presenta como una celebración para los seguidores de Kerouac y una invitación a regresar a las páginas de En el camino. La película, según el medio, logra transmitir la idea de que el verdadero viaje no solo recorre el territorio físico, sino también el espacio interior de quienes se atreven a buscar una vida distinta. “Incluso si no te has subido a un coche o un tren y has puesto rumbo a otra costa, es un viaje que vale la pena emprender”.