Libertad Lamarque logró su cometido de ser una artista hasta el final de su vida

“Yo nací artista y artista me voy a morir, de eso estoy segura”, había dicho Libertad Lamarque en una de sus últimas entrevistas. Y así fue. El 12 de diciembre de 2000, cuando falleció, la actriz y cantante seguía estando vigente. De hecho, doce días antes, había estado trabajando en la telenovela infantil Carita de Ángel, en la Ciudad de México. Fue en medio de una grabación donde empezó a sentir dolores muy fuertes en la espalda, por lo que debió ser internada en el Hospital Santa Elena de esa localidad.

Era argentina de nacimiento y mexicana de corazón. Los últimos años de su vida, sin embargo, había decidido establecerse en el barrio de Coral Gables, en Miami, Estados Unidos. Vivía rodeada por sus ocho gatos en un amplio caserón, con piscina y jardín. Aunque le gustaba viajar por toda Latinoamérica. Y, cada tanto, se instalaba por unos meses en el DF, donde era considerada una verdadera estrella, para grabar alguna que otra ficción.

Su vida siempre había sido intensa. Había nacido el 24 de noviembre de 1908 en Rosario, Santa Fe, en el seno de una familia humilde. Su padre, un uruguayo llamado Gaudencio Lamarque, fue quien la bautizó con un nombre que hacía honor a sus ideales anarquistas. Y fue junto a él que la pequeña Libertad comenzó a dar sus primeros pasos en la actuación, participando de obras de teatro que funcionaban como focos propagandísticos. El talento del canto, en cambio, ya venía en su sangre, pero lo empezó a desarrollar en su casa, donde nunca dejaba de sonar la música.

Libertad Lamarque y Jorge Negrete (Foto: IMDb)

Lo cierto es que todavía era una jovencita cuando empezó a transitar su carrera profesional. Llegó a la Ciudad De Buenos Aires en 1926, junto con su familia. Enseguida, fue contratada por el empresario Pascual Carcavallo y comenzó a trabajar en el Teatro El Nacional, haciendo coros y papeles menores. Pero, apenas un año más tarde, debutó en el sainete, La muchacha de Montmartre, de José Saldías, en el que integró un trío vocal con dos figuras de la época: Olinda Bozán y Antonia Volpe.

A partir de ese momento, no paró de trabajar. Fue a partir de su gran trabajo en Tango!, la primera película sonora argentina que se estrenó en 1933 y en la que compartió elenco con Tita Merello, Azucena Maizani, Pepe Arias y Luis Sandrini, que su nombre despegó. Y no solo a nivel local, sino que se terminó convirtiendo en una de las actrices más taquilleras de habla hispana, con títulos como Enséñame a vivir, La ley que olvidaron, Besos brujos, Madreselva, El alma del bandoneón y Puerta cerrada, entre otros.

Fue en La cabalgata del circo, film que rodó junto a Hugo del Carril y bajo la dirección de Mario Soffici en 1945, donde ocurrió el episodio de la supuesta cachetada que le propinó a Eva Duarte y que, según sus propias palabras, la terminó obligando al exilio. La por entonces novia de Juan Domingo Perón, trabajaba como actriz de reparto en la película. Pero llegaba tarde al set, aún contando con auto oficial y chofer, por lo que un día Lamarque le hizo una reverencia a modo de burla, que el boca a boca de la gente fue condimentando hasta transformarla en una bofetada.

Junto a Eva Duarte en La cabalgata del circo, 1945

Lo único que reconoció Libertad de esta situación, fue su malestar por las atribuciones que se tomaba la Abanderada de los humildes y cómo esto afectaba su propio trabajo, aún cuando las tardanzas de la futura primera dama se debían a la tarea solidaria que hacía desde horas de la madrugada en Casa Rosada. “No hubo ni cachetadas ni palabras fuertes, pero mi disgusto fue evidente. Ella no cumplía con su trabajo y eso a mí me molestaba. Desde allí comenzaron a apartarme, no me nombraban en ningún lado”, explicó muchos años más tarde, cuando el mito estaba arraigado.

Frente a lo que ella vivía como un acto de censura, Libertad aceptó un contrato en Cuba, desde donde se lanzó como figura internacional, y después se instaló en México. Su primer trabajo en tierra azteca fue en la película Gran casino, de 1946, donde trabajó con el galán local Jorge Negrete bajo la dirección de Luis Buñuel. Y no tardó en ser aceptada por el público, razón por la que se terminó enamorando de esta patria. Algo de lo que no se arrepintió.

De los hombres que pasaron por su lecho, en cambio, siempre renegó. A tal punto, que ya en el ocaso de su vida se lamentaba de no haberse mantenido soltera. Su primer marido había sido Emilio Romero, con quien se casó a los 17 años y tuvo a su única hija, Libertad Mirtha. Pero la relación fue un tormento, ya que él no solo era alcohólico y ludópata, sino que además era violento con ella. Esta situación la llevó a el extremo de querer quitarse la vida tirándose de un balcón en un hotel de Chile, donde se encontraba de gira. Pero se salvó porque un toldo amortiguó su caída. Y, tras una larga lucha por la tenencia de su hija, en 1945 el hombre falleció y ella pudo terminar con ese infierno.

Con Pedro Infante (Fotos: Archivo)

Ese mismo año, no obstante, la artista contrajo enlace con el músico rosarino Alfredo Malerba, quien la había acompañado junto a Antonio Rodio y Héctor María Artola durante sus giras musicales. Decía haber encontrado al hombre de su vida. De hecho, algunas teorías no certificadas aseguran que fue él quien, sin proponérselo, salvó su vida al ponerse accidentalmente a su paso cuando ella caía del balcón. No tuvieron hijos y se separaron a fines de los ‘80, después de que él decidiera retirarse de los escenarios.

El final la encontró siendo artista, tal como ella quería. Poco antes, en una entrevista, se había referido a la muerte diciendo: “Jamás pienso en ella, es más, no le tengo temor… Tal vez sea porque me siento muy bien. A esta altura de mi vida, todas las cosas feas ya las borré de mi mente».