Heweliusz, la miniserie que actualmente es furor en Netflix, se ha convertido en la nueva obsesión de los usuarios de la plataforma.
Su éxito global, que sorprende por su origen polaco y crudo realismo, tiene una explicación profunda: está basada en uno de los accidentes marítimos más impactantes de Europa en tiempos de paz. Detrás del fenómeno de audiencia, existe una tragedia verídica, marcada por negligencias, luchas judiciales y la memoria de quienes la padecieron.
De la televisión al mito: el origen
El 13 de enero de 1993, el ferry polaco MS Jan Heweliusz partió del puerto de Świnoujście hacia Ystad, Suecia, de acuerdo con los registros de la Oficina Marítima de Szczecin. A bordo viajaban 64 personas –29 tripulantes y 35 pasajeros—, así como 28 camiones y 10 vagones de ferrocarril. La travesía, sin embargo, se tornó en pesadilla.

“El ferry Heweliusz sale de Polonia en dirección a Suecia. Pero la travesía pronto se convierte en una auténtica lucha por la supervivencia, al desatarse un fuerte temporal que obliga a la tripulación y a los pasajeros a enfrentarse a la descomunal fuerza del mar. En tierra, sus familiares se las ven con el lado más oscuro de la naturaleza humana y emprenden una batalla igual de difícil para averiguar la verdad sobre el accidente y velar por la dignidad y el buen nombre de los desaparecidos en el mar”, expone la sinopsis oficial difundida por Netflix.
Este episodio real, devastador y poco difundido fuera de Polonia, es el eje que motoriza la adaptación televisiva. “La serie nos invita a reflexionar sobre una tragedia que podría haberse evitado y funciona como un homenaje a todas las personas que perdieron la vida. La situación se reexamina desde una perspectiva contemporánea y nos hace pensar en cómo recordamos, cómo responden las instituciones y la importancia de la acción humana ante la catástrofe”, reseñó sobre la serie LeisureByte.
Un barco marcado por accidentes y omisiones
El MS Jan Heweliusz nació bajo el signo de la mala suerte. Construido en Noruega en 1977 para las Polish Ocean Lines, se trataba de un ferry roll on/roll off, ideado para transportar vehículos gracias a sus rampas especiales.

Desde su primer viaje, la nave sumó incidentes graves: en su debut, una falla mecánica la llevó a chocar contra un muelle. Apenas un año después, casi naufragó debido al apopamiento, es decir, cuando la popa se hundió de improvisto.
En 1986, un incendio dañó severamente la estructura del barco. Aunque no se registraron víctimas, el episodio minó la seguridad de la embarcación, que terminó ganándose el apodo de “Jan Havareliusz”, un juego de palabras con ‘havaria’ (accidente) en polaco.
Días antes del trágico 13 de enero de 1993, el ferry resultó dañado en su compuerta de popa. El capitán Andrzej Ułasiewicz manifestó su intención de suspender la travesía, pero la empresa armadora ordenó reparaciones exprés para evitar perder la recaudación. El resultado fue una salida demorada y una ruta coincidente con el temido ciclón Verena.
El naufragio
A las 22:30 del 13 de enero, el Heweliusz finalmente zarpó. Otros barcos, ante el pronóstico extremo, habían cancelado sus viajes. El ferry polaco, presionado por razones comerciales, desafió el temporal. Hacia las 2:40 del 14 de enero, la nave ya sentía los embates del ciclón: ráfagas de hasta 180 kilómetros por hora y olas de 6 metros golpeaban la estructura comprometida del buque.

Frente al hostil clima, el capitán tomó dos decisiones arriesgadas: redujo la velocidad y llenó los tanques de lastre de babor. Ambas acciones, lejos de asegurar la estabilidad, agravaron la situación y mermaron la maniobrabilidad.
Una ráfaga súbita precipitó la catástrofe. Los amarres de los camiones cedieron, los vehículos se deslizaron y el barco escoró rápidamente. A las 4:30 de la madrugada, el capitán dio la orden de abandonar el buque. Pocos minutos después se transmitió la señal de socorro. A las 5:12, el Jan Heweliusz se había volcado completamente, desapareciendo bajo las aguas heladas a unos 20 kilómetros del cabo Arkona, en Rügen.
El operativo internacional de rescate involucró helicópteros de Alemania, Dinamarca y Suecia. Las primeras naves llegaron hasta 90 minutos después, enfrentando condiciones extremas: olas de 5 metros y temperaturas de -2,4 grados.
De las 64 personas a bordo, solo nueve lograron sobrevivir. El resto murió ahogado, por hipotermia o jamás fue encontrado. Diez cuerpos nunca fueron recuperados. Todos los sobrevivientes pertenecían a la tripulación y lograron salvarse, en parte, por el uso de bengalas que facilitaron su ubicación en el mar abierto.

Investigación, controversia y legado de una tragedia
El desastre del MS Jan Heweliusz fue el naufragio más mortal en tiempos de paz para la marina mercante polaca. La magnitud social del evento exigió respuestas urgentes. La entonces primera ministra Hanna Suchocka anunció a las pocas horas la creación de una comisión gubernamental de investigación. No obstante, el proceso resultó lento, confuso y sin conclusiones esclarecedoras.
Familias de las víctimas y medios locales reclamaron con fuerza: el barco había zarpado en condiciones inadecuadas y bajo un pronóstico que hacía temer lo peor. Las primeras indagaciones apuntaron al capitán, ya fallecido, y a la tormenta, relegando la responsabilidad de la naviera y los organismos de supervisión.
Sin embargo, los tribunales marítimos polacos modificaron la narrativa años más tarde. La Cámara de Apelación Marítima de Gdańsk dictaminó que “el Jan Heweliusz no era apto para navegar y nunca debió zarpar”. El fallo atribuyó la responsabilidad principal a Euroafrica —filial de las Polish Ocean Lines— por mantener operativo un ferry defectuoso. También responsabilizó al Registro Marítimo Polaco y a la Oficina Marítima de Szczecin, además del propio capitán.
El caso provocó reformas legales en Polonia que fortalecieron la independencia de las investigaciones sobre desastres marítimos. Internacionalmente, generó mayor control en las inspecciones técnicas y la conciencia sobre la necesidad de priorizar la seguridad por encima de intereses comerciales.