La renta fija corporativa atraviesa una situación delicada. Durante años, los bonos corporativos se consideraron el safe haven del mercado argentino, el instrumento ideal para inversores conservadores.
Erróneamente, solían verse como libres de grandes riesgos, incluso cuando algunos créditos evidenciaban señales claras de peligrosidad. Sin embargo, el principal problema del segmento es que, con fundamentos, los inversores se han vuelto más selectivos y cautelosos. Por eso, algunas compañías siguen accediendo a financiamiento sin mayores sobresaltos, mientras que a otras, incluso con modelos de negocio sólidos, se les cierran las puertas del mercado primario.
Esta dinámica no es nueva, pero se profundizó en los últimos meses. Desde fines de 2024, una serie de defaults entre emisores de menor calificación encendió las primeras alarmas. Al principio, las fallas de pago correspondieron a compañías del sector agropecuario. Luego se sumaron firmas de otros rubros diversos. Desde entonces, la aversión al riesgo alcanzó niveles máximos, castigando a cualquier emisor cuyo acceso al financiamiento resulte cuestionable.
Algunas compañías siguen accediendo a financiamiento sin mayores sobresaltos, mientras que a otras, incluso con modelos de negocio sólidos, se les cierran las puertas del mercado primario
El estrés se evidencia en el mercado secundario: varias obligaciones negociables (ON) que cotizaban cerca de la par ahora se ubican alrededor de USD 80, o incluso por debajo –algunas hasta en USD 50–, aun sin haber incurrido en incumplimientos de pago hasta la fecha. No obstante, el bajo volumen operado explica en parte la volatilidad, ya que la escasa oferta y demanda acentúan los movimientos, sumado a la preferencia de algunos inversores de no exponerse cuando perciben riesgo de refinanciación.
La precaución se evidencia también en el contraste con casos opuestos. Compañías con calificación AAA, buena reputación, fundamentos sólidos y un historial de refinanciamiento reconocido mantienen acceso fluido al mercado, incluso con fondos del exterior, que lograron emitir nuevas ON, ampliar emisiones existentes o refinanciarse.
Lo determinante fue la confianza que generan sus balances, su historial de cumplimiento, la claridad de su estrategia financiera y el rating de las calificadoras, además del peso de su nombre en un mercado temeroso.
Esto no las vuelve inmunes: las tasas exigidas hoy son más altas que a principios de año y los plazos demandados, tanto en el mercado primario como en el secundario, son más cortos. La diferencia es que, aun con tales condiciones, cuando estas compañías buscan fondos, encuentran oferentes locales e internacionales.
En cambio, otras empresas enfrentan panoramas más complejos. Con el mercado local cerrado una compañía intentó reabrir una ON hard dollar pero debió desistir ante la falta de demanda–, atraviesa una situación delicada. El castigo en los precios de sus ON refleja la percepción de riesgo predominante respecto de negocios en proceso de reconversión.
Otra firma que ya había anticipado que no podría afrontar sus vencimientos, lanzó una reestructuración de varias clases de ON, con pagos escalonados y cláusulas atadas al desempeño operativo. Pese a su potencial de evolución futura, el hecho de llegar a esta instancia evidencia la dificultad del mercado local para créditos sin balances robustos.
Otro caso es el de una compañía que pese a pertenecer a una industria en auge y exhibir solvencia financiera, enfrenta desafíos. Sus métricas de crédito reflejan el proceso de transición hasta alcanzar ciertos volúmenes. Sin embargo, la necesidad de acceder periódicamente al mercado para financiarse y repagar la adquisición la pone en una posición vulnerable en un mercado primario reacio a prestar fondos.
Hoy el riesgo no reside solo en el negocio, sino también en el contexto financiero. Empresas con buenos productos, capacidad exportadora o activos estratégicos pueden quedar atrapadas si el mercado de deuda se retrae
El problema radica en la liquidez: la ausencia de financiamiento externo puede ser determinante para cualquier crédito. La empresa intentó buscar fondos en el exterior con una emisión internacional, sin éxito. Tras ello, su calificación fue degradada, perjudicando aun más su posición localmente, lo que se reflejó en el precio de sus ON. El mercado ahora aguarda señales sobre cómo resolverá próximos vencimientos.
Este entorno obliga a los inversores a ser especialmente cuidadosos. Hoy el riesgo no reside solo en el negocio, sino también en el contexto financiero. Empresas con buenos productos, capacidad exportadora o activos estratégicos pueden quedar atrapadas si el mercado de deuda se retrae. Cuando la liquidez escasea, la diferencia entre una reestructuración ordenada y una forzada puede ser cuestión de semanas.
En este marco, el crédito corporativo argentino dejó de ser un universo homogéneo –nunca lo fue, pero el mercado lo trató así–. Es un mercado de nombres propios, con historia, reputación y resultados financieros robustos.
Segmentación del mercado
La brecha entre emisores AAA y el resto se amplió. Para el inversor, esto supone un cambio de paradigma: es necesario analizar en detalle la dinámica del negocio y su contraparte financiera, la capacidad de repago, la estrategia del emisor a corto, mediano y largo plazo, su liquidez, el esquema de vencimientos y su historial de acceso al mercado, asumiendo que puede sufrir estrés.
El mercado no está en crisis, pero sí bajo presión: lo muestran los precios y la escasa participación en licitaciones de créditos para emisores que no son de primera línea.
El autor en Analista de PPI (Portfolio Personal Inversiones)