PUERTO SUDÁN.- Faltan ocho minutos para las nueve de la noche, el momento en que finalmente comenzará la tan esperada descarga. En la cubierta del barco de la fundación Solidaire, los 14 miembros de la tripulación, en su mayoría vestidos con mamelucos blancos y cascos de seguridad, se agrupan sobre pilas de donaciones para una foto. Alzan los brazos, aplauden, celebran y se abrazan. Acaban de lograr otra hazaña que se suma a su historial extraordinario: entregar más de 79 toneladas de ayuda humanitaria a Sudán, el país africano olvidado, donde desde hace casi tres años se libra una cruenta guerra civil que impulsó la crisis humanitaria más devastadora del mundo.
La organización argentina, fundada por Enrique Piñeyro y Carla Calabrese, logró cumplir su objetivo el sábado pasado, tras más de dos semanas de una misión en la que debió sortear los obstáculos de la rígida burocracia saudita, los tiempos sagrados del Ramadán y una serie de permisos aplazados que demoraron la entrega.
Pocos días después de que el Boeing 787 de Solidaire completara tres vuelos consecutivos con donaciones para Bahía Blanca, la organización lanzó su segunda operación humanitaria en Sudán, después de una primera en octubre pasado. En esta ocasión, no solo puso a disposición el avión, sino también el buque de rescate, que habitualmente opera en el Mediterráneo central, salvando a migrantes y refugiados que escapan de las crisis en sus países y arriesgan su vida en la ruta migratoria más mortífera del mundo en busca de protección y asilo de Europa.
Desde el comienzo de fundación en 2021, el principal objetivo del piloto argentino es contribuir con lo que define las “crisis olvidadas”: conflictos armados que, pese a su gravedad y persistencia, la cobertura mediática y la asistencia internacional les da la espalda. Bajo su visión de un “capitalismo disruptivo” -en el que los objetos de lujo deben ser utilizados como una herramienta de transformación social, dice-, canaliza la indignación que le generan las causas más ignoradas en acción concreta.
“Volvemos a mandar ayuda a Sudán porque la primera vez que fuimos quedamos muy sorprendidos. Es la mayor crisis de desplazados del mundo y parecería que a nadie le importa”, dice Piñeyro desde Jeddah, ciudad portuaria en Arabia Saudita donde echó anclas su barco para cargar la ayuda humanitaria. “Hacemos acción directa. Nosotros no tenemos problemas de fondos, ni restricciones, ni riesgos de perder el tiempo en nimiedades. Podemos ofrecer el avión y el barco, comprar la ayuda o llevarla con acciones de otros, y actuar inmediatamente para las causas que no tienen visibilidad”.
En este nuevo operativo, Solidaire, organización que en su página web indica que “no acepta donaciones púbicas ni privadas y se sustenta con fondos propios”, costeó los gastos de logística y transporte para trasladar la ayuda humanitaria de la Cruz Roja Internacional desde su depósito de donaciones en Dubái hasta Puerto Sudán. Es el principal puerto comercial del país a orillas del mar Rojo donde hoy opera una sede provisional del gobierno sudanés ya que la capital, Jartum, quedó inhabilitada por los sangrientos combates entre las Fuerzas Armadas de Sudán y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés).
“Agradecemos a Enrique, a su organización y a la comunidad argentina que realmente apoya a Sudán. Ahora entendemos que Sudán está en su corazón y que todavía nos recuerdan, porque esta es una guerra completamente olvidada. Lo que sucede en el país es realmente terrible [en especial] para las mujeres, los niños y los adultos mayores”, celebra Aida Elsayed, secretaria general sudanesa de la Media Luna Roja, la filial de la Cruz Roja de los países islámicos.
La odisea de Solidaire
Si en su primera misión los peligros de la guerra civil obligaron al equipo Solidaire a una retirada apresurada- apenas una hora después de entregar la ayuda tuvieron que despegar de la base aérea en Puerto Sudán rumbo a Arabia Saudita- esta nueva labor solidaria tampoco estuvo libre de desafíos.
La odisea comenzó el 17 de marzo, cuando siete camiones emprendieron viaje desde Dubái rumbo a Jeddah cargados con kits de cocina y de vivienda, baldes para el transporte de agua, lonas plásticas, una carpa almacén y dos Toyota Land Cruiser. En total, 79.465 kilos de ayuda humanitaria. Ingresar en Arabia Saudita desde Emiratos implicaba sortear una insólita medida migratoria inicial: los choferes no podían ser nacionales de Siria, Sudán, Yemen o el Líbano. Durante una semana, la caravana recorrió más de 1900 kilómetros, atravesando los abrasadores desiertos sauditas y enfrentando los estrictos controles fronterizos, cuyas minuciosas inspecciones extendieron el trayecto casi tres días más.
Al arribar a la ciudad portuaria, el operativo se encontró con las demoras de la burocracia saudita. El buque humanitario -que navegó más de diez días desde el Mediterráneo, cruzando por el Canal de Suez y el mar Rojo, escenario de constantes ataques de los rebeldes hutíes de Yemen-, enfrentó trabas para obtener la autorización de la carga. Esto se potenció por el impacto del Ramadán, el mes sagrado del calendario islámico, en el que las jornadas laborales acotadas por el ayuno y las pausas frecuentes para orar añadieron grandes obstáculos a todo el proceso.
Por desgracia, las trabas administrativas impidieron que el avión de Solidaire pudiera viajar a Puerto Sudán, pero el barco sí logró el objetivo. Después de más de 12 horas de engranar los pallets con donaciones en la cubierta, como si fuera un Tetris, y entre pausas por los 31 grados de temperatura, partió rumbo a Puerto Sudán justo antes de que comience Eid al-Fitr, otra festividad del islam que amenazaba con atrasar aún más el operativo.
“Sin dudas Arabia Saudita fue nuestro mayor desafío. La burocracia fue absurda, fuera de este mundo. Nos ponían demasiadas trabas, todavía no sabemos por qué. Hacían preguntas sospechosas y desconfiadas: por qué estábamos ahí, qué hacemos normalmente, si nuestro barco estaba autorizado para realizar estos envíos. Nos pedían documentos absurdos como por ejemplo uno en el que justificara que el dueño del barco tenía noción del tipo de envío que estábamos haciendo. Preguntas que no ocurren normalmente”, explica a LA NACION Jakub Szlachta, capitán del barco. “No alcanzaba con mostrar que llevábamos ayuda humanitaria para un país musulmán en guerra; al contrario, las autoridades desconfiaban más. Para nosotros fue un alivio poder cargar el barco después de tanta incertidumbre”.
El barco azul y naranja atracó en el puerto el 29 de marzo pasado. Entregó el ansiado cargamento a la Media Luna Roja tras un proceso de descarga que culminó el 31. Anclado en costas sudanesas, el buque expuso con su ploteo en letras blancas su protesta contra la raíz de los males que aquejan a este continente desde hace décadas: “Los europeos fueron inmigrantes ilegales en África durante siglos. Saquearon, traficaron humanos, masacraron. Estas son las consecuencias”.
En esta misma línea, la razón por la que Sudán es una guerra invisibilizada es simple para Piñeyro. “Es África. A Europa, África no le importa y eso lo vimos clarito con las diferencias entre la absorción de los desplazados de Ucrania con los de otras nacionalidades. El problema está en no considerar propios los problemas del resto de la humanidad. Estamos en el mismo barco, somos la misma tripulación”, asegura el también médico y chef a LA NACION.
La crisis en Sudán
A pocos días del tercer aniversario de la guerra el próximo 15 de abril, Sudán no encuentra salida a una guerra que estalló entre el Ejército y las RSF a causa de fuertes discrepancias en torno al proceso de integración del grupo paramilitar a las Fuerzas Armadas tras el trabajo conjunto en el derrocamiento del régimen de Omar Hassan al-Bashir en 2019. Ambos grupos beligerantes están acusados por los organismos internacionales de crímenes de lesa humanidad.
Los combates llevaron a 11 millones de personas a desplazarse dentro del territorio nacional para encontrar refugio y a otros 3 millones a huir a países vecinos como Egipto, Chad y Sudán del Sur. Es considerada por la ONU como la mayor crisis de desplazados y humanitaria del momento, donde 30,4 millones de personas necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir.
Después de que el Ejército sudanés recuperara Jartum la semana pasada, el alto comisionado de Naciones Unidas por los Derechos Humanos, Volker Turk, denunció la “ejecución sumaria” de civiles en varias zonas de la capital y alertó sobre reportes de atrocidades perpetradas contra civiles.
“Después de que la capital Jartum quedara liberada de los combates, nuestros voluntarios fueron al lugar. Hay cientos y cientos de cadáveres, mujeres que han sido violadas y encerradas durante un año. La situación es terrible”, lamenta Elsayed.