En su momento se vio como un reverso de Lolita, de Vladimir Nabovok, razón por la que la novela se tituló con el nombre del célebre escritor ruso.
Se trata de la novela de Leticia Martin, que ganó el Premio Lumen y que ahora adquiere una nueva dimensión, dadas las circunstancias con las que empieza la ficción: un apagón que genera un caos que subvertirá las normas del sistema y que retrotraerá a la civilización hasta décadas anteriores en las que la tecnología no existía.
Basada en hechos reales
Vladimir comenzaba con una base ‘distópica’ que nos situaba en un escenario prácticamente de ciencia ficción. La premisa estaba basada de un hecho real, un apagón que afectó a Argentina, Uruguay y Paraguay en 2019 y que colapsó la red de suministro eléctrico, algo parecido a lo que acaba de suceder en nuestro país, generando un caos generalizado y el consecuente pánico en la población. Un ‘blackout’ de dimensiónese históricas que duró alrededor de unas 13 horas hasta que pudo restablecerse la normalidad poco a poco.
La novela tomaba estos acontecimientos para configurar una historia sobre el sentimiento de orfandad y extranjería a través de varios personajes. Entre ellos, nos encontramos con una mujer que tuvo que huir de Estados Unidos después de haber mantenido relaciones sexuales con uno de sus alumnos y que, al volver a su país de origen, encuentra esta situación absolutamente inaudita en la que la que los ciudadanos iniciarán los robos y pillajes que nos sumergirán en una espiral de extrema violencia.
La protagonista será acogida por un taxista que la llevará a su casa con su hijo, de nombre Vladimir, que tiene 16 años y, dentro de ese contexto en el que el mundo parece haberse vuelto loco, se establecerá dentro de esa atmósfera doméstica repleta de extrañeza.
Enfrentarnos a lo desconocido
De alguna manera, la escritora quería hablar sobre situaciones al límite que contribuyen a que los personajes también se encuentren abocados a comportarse de una manera extrema, ya que, al fin y al cabo, sus vidas se encuentran en una cuerda floja, de manera que es más fácil que afloren los sentimientos más tempestuosos y radicales, a la vez que imprevisibles.
Hay muchas novelas (especialmente importante resulta El silencio, del gran escritor norteamericano Don DeLillo que ponía énfasis en la inutilidad de la tecnología en estos casos) que hablan de apagones, que se centran en esa posibilidad, así como series y películas que han adquirido una nueva dimensión después de lo ocurrido, pero Vladimir consigue que, aunque el colapso de las comunicaciones no sea el centro de la trama, de alguna manera se filtre por cada uno de los huecos de la narración, componiendo, al fin y al cabo, y aunque no lo pretenda, un relato de supervivencia.
¿Nos comportamos de igual manera cuando estamos expuestos a una situación extrema? ¿Nos atrevemos a hacer (o no hacer) las mismas cosas? Esas son algunas de las preguntas que se hace Leticia Martin a través de esta historia que nos enfrenta al elemento desconocido.