Entre todas las banderas del mundo, incluyendo alguna muy rara como la de Nepal, que no es una bandera sino dos banderines triangulares unidos en su base, la más extraña es la de Mozambique: tiene el dibujo de un libro, una azada… y un rifle. Más precisamente, un Avtomat Kalashnikova modelo 1947, el arma de fuego emblemática de la Unión Soviética: en 1975, cuando logró su independencia, Mozambique se refundó como un estado socialista. La publicación de Kaláshnikov, el ensayo del periodista italiano Domenico Quirico, devela la trama secreta del arma más popular de la historia, y por eso más mortífera, desde Mozambique y Vietnam hasta Ucrania y Gaza, un artefacto que mutó de máquina de matar a ícono pop.
No tiene retroceso, por lo cual no es necesario ser fuerte para usarla, y cada una de las treinta y dos balas que carga cuesta 25 centavos de dólar: un niño puede matar a treinta y dos personas por minuto con la misma eficacia que un adulto
“Es el mal de nuestro tiempo y está tan extendida como los celulares”, escribe Quirico. En el mercado ilegal de las armas, un AK47 se consigue por 40 dólares y es tan fácil de operar como un iPhone: la puede disparar hasta un chico. No tiene retroceso, por lo cual no es necesario ser fuerte para usarla, y cada una de las treinta y dos balas que carga cuesta 25 centavos de dólar: un niño puede matar a treinta y dos personas por minuto con la misma eficacia que un adulto. Creada por el militar Mijaíl Kaláshnikov, llegó a ser el arma de fuego más producida de todos los tiempos, con millones de ejemplares que gambetean las ideologías: fue el fusil oficial del Ejército Rojo y de la revolución islámica de Irán, pero también de la Primavera Árabe, los Tupamaros uruguayos, los rebeldes africanos y los narcos centroamericanos, de Fidel Castro y Bin Laden, un objeto emblemático del diseño industrial del siglo XX como la silla BKF o la exprimidora Braun. Según Quirico, legendario corresponsal de guerra que cubrió los peores conflictos armados de los últimos cuarenta años, “este no es un libro sobre un arma, es un libro sobre el mal”.
En el centro de Moscú, una escultura reverencia al AK47 y la placa dice que el fusil es una “marca cultural” de Rusia: como El lago de los cisnes o el vodka puro. “Mientras bailas/ Tu vida se juega al azar/ Entra a disparar/ Un muchacho con Kaláshnikov…”, dice la canción Kaláshnikov de Airbag, el trío argentino que este año dará dos recitales en River: “Moverse, moverse, cuestión de vida o muerte”. Ningún arma de fuego, ni la pistola 9 milímetros del policial negro ni la carabina Colt de John Wayne, tuvo una influencia semejante en la cultura popular de su época. El eureka espantoso del AK47 es que simplificó el trámite de matar: se adapta a cualquier conflicto. La estadística indica que el invento de Kaláshnikov mató más gente que las dos bombas atómicas, el virus más mortífero o todas las erupciones volcánicas, un promedio de 250 mil muertos por año.
“Yo no soy responsable de nada”, se lo lee en Kaláshnikov al creador, que murió pacíficamente a los 94 años sin cargos de conciencia: “No he matado a nadie, no tengo pesadillas por la noche. Después de que los traidores renegaran de todo lo que éramos, de nuestro pasado, de nuestra gloriosa historia, resulta fácil decir: ‘Si en el mundo hay –¿cuántos hay?– cien, doscientos, trescientos millones de ejemplares del arma que tú, Mijaíl Timoféyevich, inventaste, y si cada una de esas armas ha matado aunque sólo fuera a una persona, entonces tú eres el mayor asesino de la historia. Más que Hitler’”.
ABC
A.
El fusil de asalto AK47 fue creado por el militar Mijaíl Timoféyevich Kaláshnikov (1919-2013) con un calibre de 7,62 mm y un peso de 4 kilos.
B.
Por su bajo costo y facilidad de uso, es el arma de fuego más popular de la historia y se considera que es la mayor causa de muerte no natural.
C.
El libro Kaláshnikov, de Vietnam a Gaza, la historia de un siglo cruel encarnada en un arma, de Domenico Quirico, lo considera el epítome del mal.