“La locura te asusta, te distrae, pero hay que mirarla con atención”, escribe Samanta Schweblin, y tiene razón (Foto: Alejandra López)

Cuestionar la naturaleza de la condición humana. Y hacerlo de la peor manera. Hasta que se te estruja la panza. Historias amenazantes y oscuras que dan miedo a vivir. ¿Qué? Sí, porque acá el eje central es el miedo y que nos pasa con eso. Y Samanta Schweblin lo sabe. Y lo escribe al mejor estilo schwebliniano. Y es demoledor. Editado en 2025 por Random House, con dos conejos de ojos maléficos como portada, El buen mal, juega en los umbrales de lo onírico pero nos enfrenta con la realidad más brutal. Una mujer que salta al agua con un cinturón de piedras, un nene que se traga una pila de litio, un tipo que se mete de prepo en una casa que no es la de él y un hijo que se cae por la ventana y soñaba con ser caballo.

“Cuando Peta se cayó de la cornisa. (…) Y de repente ahí están todas las palabras que empiezo a decirle al teléfono. Narro lo que ocurrió tal cual me viene a la memoria: el ruido del cuerpo contra la baldosa del patio. Como los tres tardamos un segundo en entender, en darnos vuelta en la mesa y en reaccionar”. Los relatos de la escritora, que fue traducida a cuarenta idiomas, nos obligan a pensar fuera de la estructura y a ir en contra de la corriente. Pero atravesar esa puerta da terror. Y eso es lo que mueve los hilos de cada uno de los protagonistas, sombríos, perturbados, ¿locos? Como sea, la lectura da frío y por momentos se hiela la sangre. Y aunque los personajes estén a un toque de ser rescatados, la cosa se desbanda igual. Y entonces, la fascinación. De ahí el epígrafe de Silvina Ocampo, que da comienzo a la antología: “Lo raro siempre es más cierto”. Y agrego: y más atractivo. ¿O no?

Atenti con la locura

“El corazón me latía tan fuerte como cuando le conté a Denyse sobre la marca que él dejaba en el baño. ¿Y si William realmente estaba en el cuarto con nosotras? ¿Y si la marca de Andrés nunca había estado ahí, y yo me lo había estado imaginando? ¿Y si Denyse se había inventado todo y no había gato ni hijo ni marido? ¿Y si Andrés ya estaba muerto, pero nadie me había podido avisar? ¿Y si yo también estaba loca y ahora perdía total control de mi vida? ¿Y si de verdad me moría si Andrés se moría, pero sola y a diecinueve mil kilómetros de distancia? (…) Yo sentía un corazón golpear contra mis oídos, pero: ¿era el mío o era el suyo? La locura te asusta, te distrae, pero hay que mirarla con atención”. “William en la ventana” es el cuento número 3 y es el que, junto con “Un animal fabuloso”, incluye animales. Además, las dos historias coinciden en la distancia física que aumenta el extrañamiento del que lee y del que no lee también. Cuando los protagonistas están lejos unos de otros y aun así siguen pasando cosas, en su mayoría inexplicables, el nivel de rareza aumenta al igual que la duda y el espanto.

Editado en 2025 por Random House, con dos conejos de ojos maléficos como portada,

El trauma es el otro elemento que -junto con el miedo- tienen que enfrentar los personajes de Schweblin. Algo les pasó y regresa para torturarlos. No pueden explicarlo, no logramos verlo con claridad, pero se filtra y les taladra el alma, a tal punto, que terminan haciendo cualquier cosa. Sí, eso. Lo impensado. Pero: ¿son o se hacen? A esta altura no importa tanto eso como sí intentar comprenderlos dentro de esa dinámica que se debate entre lo que imaginamos y lo que en verdad existe. Aunque igual tengamos mil dudas.

Arrolladores e hipnóticos, de todos los cuentos de la colección mis favoritos son: el primero, Bienvenida a la comunidad, “(…) ¿y si esto es todo? Dudar suspendida el resto de la eternidad: el primer miedo real que tuve este día. No ser capaz de avanzar ni de retroceder, nunca más, en ninguna dirección”, y el último, El superior hace una visita, “Se había casado y se había divorciado, había tenido una hija que usó su primer sueldo para mudarse a otro continente. Cuando entendió que la hija no volvería sacó un crédito (…) que prometía atarla a la responsabilidad vital de trabajar hasta el último día. (…) si no es así como la gente se aferra a la vida, ¿cómo siguen adelante?”.

Así las cosas, el secreto de esta lectura es que “no son historias de fantasmas. Son algo mucho peor y mucho mejor: son historias de seres humanos”, opinó Leila Guerriero. Y es tal cual. Porque lo que leemos es posible, aunque parezca ajeno. Las 187 páginas de El buen mal tienen – paradójicamente– mucho de bueno. Y no solo porque al leer uno se sienta en un embudo sin rumbo cierto (sí, eso es algo bueno) sino también por la calidad de la pluma y la elegancia particular de la prosa. Decir lo peor, pero decirlo lindo es un arte de pocos y entre ellos está la ganadora del premio Konex de Argentina y del Iberoamericano José Donoso. Al final Lorrie Moore tenía razón cuando escribió en la contratapa del libro: “Nadie escribe como Samanta Schweblin. Sus historias son únicas, maravillosamente impredecibles y cautivadoramente extrañas”. Es así.

Samanta Schweblin (Foto: Alejandra López)

¿Quién es Samanta Schweblin?

Samanta Schweblin nació en Buenos Aires. Sus dos primeros libros, antologados en Pájaros en la boca y otros cuentos (2018) obtuvieron los premios del Fondo Nacional de las Artes y Casa de las Américas. Su novela Distancia de rescate (2021), fue llevada al cine y fue finalista del Booker Internacional, nominación que se repitió con Kentukis (2018). Actualmente reside en Berlín, Alemania, donde enseña escritura creativa.