Agustina Fernández, de 28 años, creció escuchando el relato de cómo había muerto su abuelo Alberto Fernández. No llegó a conocerlo. Alberto murió sin conocer a ninguno de sus nietos. “A tu abuelo lo mató la bomba de la AMIA”, escuchaba la joven de boca de casi todos los miembros de su familia. “De chica miraba un poco sin entender lo que había pasado -cuenta Agustina en diálogo con Infobae por videollamada-. No podía ni imaginar el sonido del estruendo”.

Agustina creció y empezó a conectar el relato familiar con lo que había pasado el 18 de julio de 1994 a las 9:53 de esa mañana de invierno. Alberto tenía una panadería en Uriburu 671, a la vuelta de la AMIA. Todas las mañanas hacía el recorrido para pasar a cobrarle a los bares que les proveía facturas para los desayunos.

Agustina Fernández con la foto de su abuelo Alberto en la puerta de la AMIA

Todos los días la misma rutina. Iba de bar en bar. Algún comentario sobre el clima, el partido de la noche anterior, mientras recibía el dinero y sumaba nuevos pedidos para el resto de la semana. Caminaba por Tucumán y doblaba en Pasteur. El ritual incluía pasar por el kiosko de su hijo Marcelo que quedaba justo frente a la AMIA. “Ese día mi abuelo hizo el recorrido habitual, pero no pudo completarlo”, relata Agustina. La bomba interrumpió el camino a pocos pasos del negocio.

Para recordarlo, la joven actriz le dedicó una canción de la serie Floricienta. “Te siento en ese beso que no fue/Te siento en las ausencias/Te siento en los escombros de este amor/Que me llenó de pena”, canta Agustina, mientras abre bien grandes sus ojos negros.

Testigo del horror

Marcelo escuchó el estruendo del coche bomba desde el interior de su kiosco. Era la hora en la que Alberto pasaba a saludar todos los días. Pero ese día no llegó. “Después del primer shock lo primero que hizo mi papá fue salir a la calle a buscarlo. Vio escenas de puro horror que el siempre contó con detalle. Enseguida un vecino lo llama y le dice que Alberto estaba herido. Tenía un fierro clavado en la espalda -relata Agustina-. Improvisaron una camilla y lo llevaron hasta el Hospital de Clínicas. Pero no sobrevivió”.

“Después de la explosión todo se puso naranja. Estaba detrás del mostrador y volaron todos los artículos del kiosco – cuenta Marcelo en un video producido por la AMIA-. Ese día no tuve tiempo ni para llorar a mi viejo por todo lo que había pasado”.

Marcelo mira fijo a la cámara y parece recordar cada segundo de ese día. “No sé como me salvé. No tuve ni un rasguño. Se clavaron decenas de vidrios en mi campera de cuero que la tenia en la silla. Yo estaba delante y no me pasó nada. La puerta del baño quedo toda rota, también. Y yo nada. Debo tener un Dios aparte”, admite el hombre.

Marcelo y un amigo en la puerta de su kiosco frente a la AMIA, sobre la calle Pasteur en Once

“Enseguida me di cuenta que había sido una explosión. El olor me quedó impregnado muchos días. Era como algo parecido al amoníaco – continúa Marcelo-. Lo último que recuerdo de mi viejo es yo diciéndole que lo quería y el con la mirada me decía ´ya está, de esta no salgo´“.

Agustina recuerda que de chica, su abuela y su papá iban al acto que todos los años se hace frente a la AMIA para recordar los 85 muertos y más de 300 heridos que dejó el atentado. “Empecé a participar en forma activa hace dos años – cuenta la joven actriz-. Creo que lo mejor es el recuerdo a través del arte”.

Alberto Fernández y su esposa

Cuando Marcelo se enteró del video que había grabado Agustina se conmovió. “Es para él y también para el abuelo que no pude conocer”.

La tragedia que atraviesa a una familia

Tras el 18 de julio de 1994, la vida cambió para siempre para los Fernández. “Mi abuela se quedó en el recuerdo de su marido. El amor de su vida fue Alberto – explica Agustina-. Siguió un tiempo con la panadería”.

Muchos años después a Marcelo los médicos le diagnosticaron que era neurodivergente. “Mi papá eso le trajo mucho alivio, porque pudo saber la razón de algunos de sus comportamientos en cuanto a la sociabilidad – sostiene Agustina-. Puede ser que el impacto de la bomba lo haya detonado, pero eso no lo podemos confirmar”.

Alberto tenía dos hijos y en la familia el relato que circula siempre fue que tenía muchas ganas de ser abuelo de nietas. No pudo ser, porque lo mató la bomba de la AMIA.

Agustina Fernández cantó el tema de Floricienta para recordar a su abuelo Alberto

Arte contra la violencia

Agustina recorre las fotos de su familia. “No son muchas. En esa época no había celulares con cámara”, dice. Los ve parecidos. Hoy Marcelo tiene la edad en la que murió Alberto.

“Mi papá, además, se parece bastante a mi abuelo en que los dos son resolutivos y buenos comerciantes”, explica.

Los Fernández tuvieron una panadería. Marcelo, además, manejaba el kiosco frente a la AMIA en el que solían comprar gaseosas y golosinas todos los empleados de la mutual. En la actualidad tiene una dietética en Palermo. “La puso en plena pandemia”, afirma Agustina y se sonríe.

Eso no es todo, a los 45 años Marcelo estudió para guardavidas. “Otra forma de salvar vidas”, sostiene.

Alberto Fernández junto a sus dos hijos

“Te siento en el olvido/Te siento en el recuerdo/Te siento en cada parte/Te siento en todo el cuerpo”, canta la joven en el video. De fondo la joven se funde con imágenes de las víctimas y nueva fachada de la AMIA reconstruida luego de la explosión del 18 de julio de 1994.

El día que exploto la AMIA

El 18 de julio de 1994, una bomba destruyó el edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en Buenos Aires. El atentado causó 85 muertos y alrededor de 300 heridos. Fue el mayor ataque terrorista en la historia argentina. Más de treinta años después, si bien la justicia identificó a los responsables y los organismos internacionales autorizaron sus búsquedas, no hubo hasta ahora proceso judicial efectivo contra los presuntos autores intelectuales y materiales, la mayoría funcionarios iraníes y ciudadanos libaneses vinculados con Hezbolá.

El reciente fallo firmado por el juez Rafecas responde a la reforma legislativa aprobada este año en el Congreso Nacional. Dicha reforma introdujo al Código Procesal Penal la figura del “juicio en ausencia”. Esto permitirá que acusados de delitos graves, prófugos por más de cuatro meses y fuera del territorio argentino, puedan ser juzgados sin estar presentes. Esta medida se considera aplicable a delitos definidos en el Estatuto de Roma, como terrorismo y crímenes de lesa humanidad, argumentos que el magistrado explicitó en una resolución judicial de 148 páginas.

El coche bomba que explotó en la AMIA causó 85 muertos y más de 300 heridos (credito Prensa AMIA)

Los diez acusados a quienes se aplicará este procedimiento son Alí Fallahijan, Alí Akbar Velayati, Mohsen Rezai, Ahmad Vahidi, Hadi Soleimanpour, Mohsen Rabbani, Ahmad Reza Asghari, Salman Raouf Salman, Abdallah Salman y Hussein Mounir Mouzannar. Varios de ellos ocupaban cargos en el gobierno iraní durante el atentado.

Irán, que niega cualquier participación tanto en el ataque como en la protección de los implicados, no autoriza la extradición de sus ciudadanos y ha rechazado que se los someta a interrogatorio.

La causa AMIA presenta, además de la particularidad de la ausencia de condenas a los presuntos responsables directos, el hecho de que sí hubo condenas firmes contra funcionarios judiciales y del gobierno argentino que intervinieron en los primeros años de investigación. El exjuez Juan José Galeano y varios fiscales fueron sentenciados por maniobras encubridoras, entre ellas el pago a testigos falsos para justificar la detención de policías argentinos como “conexión local” del atentado.