Estás en tu casa solo sentado en el sillón luego de un largo día de trabajo, mientras mirás una serie. De repente tenés la sensación de que alguien te observa. Tu cuerpo se tensa pero no podés explicar la experiencia. Incluso, ante la incomodidad, decidís moverte hacia otra dirección de la casa. Esa inquietud humana fue objeto de muchos estudios científicos. Tras diversos análisis, la ciencia logró dar respuesta sobre cómo y por qué el cerebro crea esa extraña sensación de compañía invisible.
En 1898, el psicólogo Edward Titchener se preguntó si la piel podía detectar la mirada ajena. Lo publicó en un artículo titulado “La sensación de ser observado”, según precisó Scientific American. Aunque la hipótesis original sostenía que los humanos sentían la mirada física de otros, Titchener sentó las bases para posteriores investigaciones. Su trabajo abrió el debate sobre la percepción sin una causa concreta: ¿podemos sentirnos vigilados incluso en soledad?
Investigadores bautizaron este fenómeno como scopaesthesia. Surge cuando creemos sentir una mirada sobre nosotros, a pesar de estar solos. Para muchas personas, la experiencia sugiere una fuerza inexplicable; otros piensan en paranoia. La ciencia intentó descifrar si realmente existe esa percepción, o si tan solo se trata de un error de nuestro cerebro.
La comunidad científica expresó dudas repetidas sobre la fiabilidad de los experimentos en el campo de lo inexplicable, debido a los obstáculos que presenta su validación en condiciones controladas. Sin embargo, algunas investigaciones, entre ellas las propuestas por Rupert Sheldrake, sugirieron que ciertas personas pueden percibir cuando alguien las observa, incluso sin contacto visual directo. De acuerdo con Sheldrake, la existencia de este fenómeno abre una brecha entre la experiencia espontánea y la capacidad de la ciencia para corroborar hechos vinculados a lo aparentemente paranormal.
Asimismo, un estudio publicado por la revista Current Biology, señaló que es nuestro cerebro el encargado de provocar esta sensación. Investigadores de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL) identificó las partes del cerebro responsables de esta sensación. Además, los científicos desarrollaron un experimento en el cual algunas personas revelaron sentir la cercanía de un “fantasma”.
“La sensación es muy vívida. Sienten que hay alguien pero no pueden verlo. Siempre es como una presencia”, explicó Giulio Rogningi, del EPFL a BBC. De forma continua aseguró que “es muy común en aquellos que experimentan condiciones extremas, como los montañistas o los exploradores, y en las personas que padecen condiciones neurológicas”.
“Lo que resulta sorprendente es que generalmente dicen que la presencia replica los movimientos que ellos hacen o la posición en la que están en ese momento específico. Es decir, si el paciente está sentado, sienten que la presencia está sentada. Si están parados, la presencia está parada”, comentó Rogningi.
Para evaluar esta sensación, los investigadores realizaron un escáner cerebral a 12 personas con desórdenes neurológicos que habían experimentado en el pasado la sensación de estar al lado de un fantasma. Allí descubrieron que todos tenían alguna clase de daño en las partes del cerebro asociadas con la conciencia de uno mismo, el movimiento y la posición del cuerpo en el espacio.
En otras pruebas, según detalló BBC, los científicos usaron a 48 voluntarios sanos que no habían experimentado la sensación. Los mismos fueron sometidos a un experimento para alterar las señales neuronales en estas mismas regiones del cerebro. Primero les vendaron los ojos. Seguidamente les pidieron que manipularan un robot con sus manos.
A medida que lo hacían, un robot trazaba los movimientos exactos en la espalda de los voluntarios. Cuando los movimientos en la espalda y al frente de los voluntarios tuvieron lugar al mismo tiempo, los voluntarios no sintieron nada extraño. Pero cuando hubo demora entre ambos movimientos, un tercio de los participantes dijo sentir una presencia fantasmagórica en la habitación. Dos de los participantes, incluso, pidieron parar el experimento.
El equipo consideró que cuando la gente siente una presencia fantasmal, el cerebro se confunde. Así calcula mal la posición del cuerpo y lo identifica como si le perteneciese a otra persona. “Nuestro cerebro posee varias representaciones de nuestro cuerpo en el espacio”, explicó Rogningi. Y agregó: “En circunstancias normales, puede componer una percepción unificada del yo a partir de esas representaciones”.
“Pero, cuando este sistema funciona mal a causa de una enfermedad –o en este caso, por la acción de un robot– esto puede a veces crear una segunda representación del cuerpo de uno, que ya no percibe como ‘yo’ sino como otra persona, una ‘presencia’”. Los investigadores creen que el estudio puede ayudar a entender mejor las condiciones neurológicas como la esquizofrenia.