El libro del día:

Al principio de su vida, Andreas Cornelis van Kuijk supo que necesitaba irse. Nacido en los Países Bajos en 1909, era un niño extraño y fascinado, dotado de una imaginación desbordante y consumido por el deseo de viajar. Quinto de nueve hijos, contaba con el cariño de sus hermanos y su madre, pero sufría el rechazo de su padre, una herida profunda que marcaría su vida. Según su propio cálculo, huyó de casa 17 veces desde muy joven y durante la adolescencia. Finalmente, sus padres dejaron de buscarlo; dadas sus obligaciones y la difícil situación económica que atravesaban, no resulta difícil entenderlos. Se decía que sus aventuras lo llevaban lejos, sumido en el mundo ilícito de circos ambulantes y caravanas nómadas. Volvía a casa y fascinaba a sus hermanos con historias, hasta que finalmente nunca regresó.

A los 16 años intentó entrar dos veces a Estados Unidos como polizón. La primera vez fue detenido de inmediato y devuelto por las autoridades. Unos meses después lo intentó de nuevo, esta vez logrando escapar sin ser detectado hacia la tierra de sus sueños. No tenía ningún derecho sobre la ciudadanía, pero se sentía estadounidense y actuaba como tal: ambicioso, emprendedor y con una alegre disposición a preferir una buena historia antes que la verdad.

Alistado en el Ejército a los 20 años, motivado por la promesa de un destino en Hawái, lo hizo con un alias, posiblemente tomado de algún conocido durante sus primeros años errantes en América. Detestaba la monotonía militar y sirvió sin distinción, aunque sentía un verdadero patriotismo. Nunca superó el rango de soldado raso, pero sintió un gran orgullo por la distinción ceremonial que le otorgó el gobernador de Luisiana en 1948, tras alcanzar notoriedad en la industria musical. Sumó ese título a su nombre militar inventado y así, por fin, se transformó en quien siempre quiso ser: Colonel Tom Parker.

Elvis Presley con su manager, el coronel Tom Parker, firmando un contrato discográfico con RCA en 1955

Muchos aficionados a la música, e incluso quienes no lo son, conocen a Parker como el manager y confidente de Elvis Presley. Sin embargo, el historiador Peter Guralnick explica en The Colonel and the King que esa fue solo una de las vidas de Parker. Con estudios formales únicamente hasta quinto grado (Guralnick afirma que fue expulsado por “payaso incorregible”) y un dominio limitado del inglés, Parker ingresó al mundo del espectáculo a través de los circos y carnavales.

Después de llegar a Estados Unidos en 1926, trabajó durante varios años en los carnavales, en los que se destacó. Mientras promovía el carnaval itinerante Royal American, inventó la popular atracción “Boda en la rueda”, donde una pareja era elegida para casarse en la cima de una rueda de la fortuna, con atuendo formal incluido. “La fiesta de boda (siempre numerosa, según la investigación de Parker) asistía y luego pagaba para disfrutar de cada juego y atracción”, cuenta Guralnick. “Y nadie se iba sin disfrutar”.

Incluso en la cima de su éxito y rodeado de la alta sociedad, Parker siguió considerándose parte del mundo de los carnavales y sentía a los circenses como amigos. El objetivo era sacar dinero al público sin que se sintieran estafados. Así, no sorprendió que migrara con facilidad hacia el negocio de la música.

La historia temprana de sus tácticas innovadoras ha quedado eclipsada por su época con Elvis. Son pocos los que recuerdan a Eddy Arnold, cantante de Tennessee al que Parker representó entre 1945 y 1953, quien logró 137 éxitos en la música country y vendió más de 80 millones de discos. Menos aún recuerdan a Gene Austin, su primer cliente importante, quien convirtió “My Blue Heaven” en un éxito y fue una de las atracciones más taquilleras de los años 20, recuperando su carrera bajo la gestión de Parker.

Eddy Arnold

La especialidad del Colonel, según su propio argot, era “apabullar” (“snowing”) a las audiencias. Su origen es confuso, relacionado quizá con su sociedad con Hank Snow, su gusto por la Navidad o simplemente una de sus tantas ocurrencias lingüísticas. “Apabullar” consistía en inundar al público de promociones, patrocinios, apariciones personales y cualquier cosa que su energía alcanzara para dar a conocer a sus artistas, una tarea que Parker consideraba honorable y alegre.

La energía de Parker resultaba agotadora incluso para sus propios artistas. En 1952, tras un infarto, Arnold le escribió: “Pensé que después de tu enfermedad quizás te calmarías y sería más placentero trabajar contigo, pero siento que ha sido todo lo contrario”. Arnold se apartó del espectáculo. Parker apenas comenzaba.

El momento y el hombre se cruzaron en 1955, cuando Parker presenció por primera vez una actuación de Elvis en Shreveport, Luisiana, en una grabación de “Louisiana Hayride”. La mezcla de blues y góspel le resultó audaz, pero la reacción del público era indiscutible, y él siempre confiaba en la multitud. Se enamoró artísticamente. Desde entonces, el Colonel dedicó toda su atención a un solo artista. Tras desplazar a los anteriores representantes de Elvis, Parker logró para él un lucrativo contrato con RCA. Siguió una revolución cultural marcada por la pasión, los negocios y la construcción de una imagen, difícilmente igualada luego.

Pese a la diferencia de 25 años y sus distintos orígenes, nada indicaba que Presley y Parker lograrían la simbiosis que alcanzaron, pero el joven artista confiaba profundamente en su manager y lo consideraba casi un tercer padre. Parker escribía cartas de manera obsesiva y recibía miles de respuestas. Al conseguirle su primer contrato con RCA, Elvis respondió el 21 de noviembre de 1955: “Créeme que estaré contigo en las buenas y en las malas y haré todo lo posible por mantener tu confianza en mí. Te doy las gracias y te quiero como a un padre”. A lo largo del tiempo pasaron por altibajos y conflictos, pero Elvis fue fiel a su palabra. Lo que vieron el uno en el otro sigue siendo un misterio, pero ambos vivieron la paradoja de estar en el centro de la atención y, a la vez, sentirse solos.

Elvis Presley con su representante, el Coronel Tom Parker, apuntándole con un arma, principios de la década de 1960 (Foto de RB/Redferns)

La biografía en dos tomos de Presley que escribió Guralnick, Last Train to Memphis (1994) y Careless Love (1999), es considerada una obra esencial. Ahora, el foco del nuevo libro está en Parker, cuyo relato pocas veces se abordó. Y cuando se lo ha hecho, suele colocarlo como el villano en la vida de Presley. “The Colonel and the King” discute esa idea. Según Guralnick, Parker hizo todo lo que pudo para beneficiar a Elvis.

El primer sencillo de Presley, “Heartbreak Hotel”, no tuvo una recepción inmediata destacada. RCA comenzó a dudar de la inversión, pero el álbum debut fue un éxito inmediato. Siguiendo el deseo de Presley y el suyo propio, Parker lo llevó rápidamente al cine. Contrató al innovador merchandiser Hank Saperstein, quien multiplicó la imagen de Elvis en innumerables productos para adolescentes. Surgieron éxitos como “Don’t Be Cruel” y “Jailhouse Rock”, cumpliendo un sueño elitista.

La etapa de Elvis en el cine resulta mayormente triste y evidencia los límites de Parker. Llevar estrellas del pop a Hollywood era habitual entonces, y Presley tenía potencial, imaginándose en la liga de Dean o Clift. Pero su carrera fílmica se redujo a 31 largometrajes, en su mayoría carentes de valor artístico, lo que apagó su ánimo en parte.

Guralnick entiende la posición de Parker: los gastos de Elvis eran elevados y se necesitaban ingresos. No obstante, la pericia de Parker en la industria discográfica no se tradujo a la cinematográfica. Las posibilidades perdidas resaltan en el especial de regreso de 1968 para NBC, donde Elvis desplegó todo su potencial escénico. El Colonel aprobó el proyecto, pero tuvo escasa participación.

Los años 70 estuvieron marcados por triunfos y desafíos. Lo que habían construido era demasiado grande para controlarlo. Parker aseguró residencias largas y lucrativas para Elvis en el Hotel International de Las Vegas, generando un nuevo negocio. Pero Vegas resultó difícil para ambos. Elvis se sintió asfixiado; Parker desarrolló una adicción al juego.

Elvis en la Casa Blanca con el presidente Richard Nixon (Grosby)

La distancia entre ambos creció con el tiempo. Presley se rodeaba cada vez más de su entorno conocido como la “Memphis Mafia” y de gurús ocasionales. Cuando Parker supo la noticia de la muerte de Elvis, apenas mostró emoción. Se centró en gestionar la situación públicamente. Guralnick cuenta que al equipo reunido en un avión charter dijo: “No quiero ver a nadie llorar ni causar una escena cuando lleguemos. Espero que todos se mantengan serenos y sigan trabajando por Elvis. No habrá muestras emocionales de ningún tipo”.

Quedan aún algunos enigmas. ¿Fue la ausencia de una gira internacional, extremadamente rentable, producto de que Parker no tenía pasaporte? ¿O porque nadie del equipo podía pasar el medicamento de Presley por la frontera? Y, mucho antes, ¿cuál fue realmente la herida infantil que convirtió a Andreas Cornelis van Kuijk en Colonel Tom Parker?

Tras la muerte de Elvis, Parker no gestionó a ningún otro artista, aunque en su retiro aconsejó a figuras como George Strait, George Hamilton y Celine Dion. Un año después, en un evento para fans, le dijo al periodista Robert Hilburn sobre su larga y extraña travesía:

“Formamos un gran equipo. Creí que seguiríamos para siempre, pero…” respondió. “Sí”, añadió, anticipándose a la pregunta, “lo quería”.

Todos sus sueños, cumplidos.

Fuente: The Washington Post