Las sociedades secretas medievales influyeron en la cultura occidental al preservar saberes ocultos y desafiar la ortodoxia religiosa (foto: REUTERS/Guglielmo Mangiapane)

Determinar qué es, en realidad, una sociedad secreta resulta una tarea compleja tanto para los historiadores como para los estudiosos de la cultura occidental. A lo largo de los siglos, surgieron grupos que nacieron bajo el sello del secreto y otros que debieron transformarse en organizaciones clandestinas para sobrevivir.

Las diferencias religiosas y políticas, junto al deseo de preservar saberes ocultos, derivaron en un fenómeno universal. Según resalta Britannica, en la Edad Media, este proceso fue especialmente intenso y sentó los cimientos para algunas de las organizaciones más influyentes del mundo moderno.

La Edad Media: caldo de cultivo de los herejes y las sectas

Durante la Edad Media europea, la división entre quienes “creen” y quienes “saben” dio origen a distintas formas de agregación secreta. Aquí surgen ejemplos como los cátaros y los albigenses, considerados “herejes” por sostener creencias alternativas a la ortodoxia católica, y los alquimistas, custodios de saberes prohibidos.

National Geographic señala que “el cristianismo, por ejemplo, fue definido inicialmente por los romanos como una secta judía”. Esta percepción de la diferencia como amenaza impulsó la creación de numerosas sociedades clandestinas.

Entre los grupos que abrazaron la clandestinidad por razones de fe destaca el movimiento valdense, nacido en el siglo XII en Lyon de la mano de Pedro Valdo. Tras repartir su fortuna entre los pobres y traducir la Biblia al habla común, Valdo y sus seguidores predicaron la pobreza evangélica frente a la riqueza eclesiástica.

Pronto, estos seguidores —conocidos como los Pobres de Lyon— se expandieron por Francia, Italia y Aragón. La Iglesia los declaró herejes, fueron excomulgados y forzados a la clandestinidad.

Sin embargo, lograron sobrevivir hasta nuestros días. “Bajo esa condición no solo consiguieron sobrevivir sino expandirse por América del Sur, donde hay actualmente varias iglesias valdenses que ejercen con libertad su antiguo ministerio”, agregó el estudio recogido por Muy Interesante.

Mucho más relevante en términos de impacto fue la aparición de los cátaros, cuyo auge y persecución ilustra a la perfección la violencia y el temor institucional ante lo diferente. Su doctrina mezcló viejas creencias como el maniqueísmo y el gnosticismo, redefiniendo el mundo material como creación demoníaca.

Se defendieron “con las armas”, lo que motivó la feroz respuesta de la Iglesia bajo el papa Inocencio III, quien instituyó la Inquisición y lanzó una cruzada de treinta años contra ellos. El asedio final a la fortaleza de Montsegur en 1244 marcó la derrota de los cátaros.

La caída de los cátaros en Montsegur en 1244 (foto: Wikipedia)

Entre el poder y la exclusividad

Al mismo tiempo que surgían sectas consideradas heréticas, florecieron grupos en la ortodoxia que funcionaron como auténticas sociedades apartadas, aunque no siempre secretas por necesidad. La Orden de los Caballeros Templarios representa un caso paradigmático.

De acuerdo con su “sociedad cerrada e impermeable al resto” operaba bajo sus propias leyes, reconocía solo la autoridad papal y acumuló una fortuna tal que llegó a inquietar a la realeza europea.

El caso del rey Felipe de Francia fue emblemático: “El fundamento de la causa consistió en acusar a la Orden de haberse convertido en una sociedad secreta de carácter satánico… En una campaña de tortura y muerte”, señaló National Geographic. El verdadero motivo fue la ambición por apropiarse del vasto patrimonio templario.

La percepción del secreto también recayó sobre segmentos vinculados a creencias populares, como las supuestas sociedades de brujas y hechiceros. Estas agrupaciones, vinculadas a saberes ancestrales transmitidos por druidas y chamanes, fueron perseguidas especialmente a partir del auge de la Inquisición y nunca desaparecieron del todo. Sus sacerdotes, druidas y chamanes se encargaron de transmitir hereditaria y secretamente los antiguos conocimientos, ahora reducidos a conjuros y herboristería.

Simultáneamente, existieron sociedades nacidas para custodiar y transmitir el saber. Desde los “sacerdotes egipcios y mesopotámicos hasta los constructores de Stonehenge y de las catedrales cristianas”, la transmisión secreta garantizaba la supervivencia de los conocimientos esotéricos frente a la represión. En la Edad Media, este fenómeno se asocia de forma especial con el hermetismo y la alquimia.

Los rosacruces y los francmasones surgieron de la tradición hermética y alquímica, influyendo en la historia y el pensamiento occidental (Imagen Ilustrativa Infobae)

Del secreto alquímico a la masonería: la herencia de los saberes ocultos

La alquimia medieval es posiblemente la más perdurable de todas las tradiciones esotéricas convertidas en sociedades cerradas. El secreto alquímico ha sido y es, seguramente, el más prolongado y respetado de la Historia. Y su propósito no era la transmutación de los metales, sino un conocimiento que transmutaba al propio alquimista. Operaban en discreta colectividad, donde “nada hermana más que estar al tanto de un secreto.

Su legado llegó a Occidente a través de figuras como Jabir al-Sufi, conocido en Europa como Geber, y se perpetuó mediante complejos símbolos e iniciaciones.

De la tradición hermética y alquímica emergieron las dos grandes sociedades secretas de la Edad Media: los rosacruces y los francmasones. La leyenda atribuye la fundación de los rosacruces a Christian Rosenkreuz. Aunque la versatilidad histórica del personaje es discutible, sus textos fundacionales —como Las bodas químicas— reflejan el vínculo con la alquimia.

Entre sus miembros figuraron personalidades como Newton, Descartes y Leibnitz, aunque muchos datos sobre su organización siguen envueltos en simbolismo e incertidumbre.

Por su parte, la masonería encuentra su origen en los constructores de catedrales medievales. El primer documento reconocido —los Estatutos de Bolonia de mediados del siglo XIII— establece un sistema jerárquico que perdura hasta hoy.

En ese sentido, la masonería superó persecuciones y excomuniones y, en siglos posteriores, llegó a tener un rol activo en la historia mundial.

En la actualidad, la masonería está extendida y fragmentada en diversas corrientes, lejos de la demonización que sufrió de parte de Estados totalitarios y religiosos: “Hay que olvidar definitivamente su demonización como sectas destructivas que siempre los sintieron como enemigos potenciales; y a menudo, como enemigos activos”, sentenció Muy Interesante.

El surgimiento de las sociedades secretas en el mundo medieval fue resultado tanto de la persecución y la represión como de la necesidad de proteger ideas o saberes que desafiaban los estándares de la época.