A más de 19 mil kilómetros de distancia, el docente, editor y gestor cultural argentino Guillermo Bravo toma su bicicleta para ir a la Capital Normal University de Beijing, donde imparte clases de literatura en español, y regresar a su residencia, donde funciona el centro cultural Mil Gotas, una rareza que busca llevar el arte latinoamericano al gigante asiático.
Bravo llegó a China, por primera vez, en 2008, en una experiencia que duró apenas cuatro meses “motivado por la curiosidad y el deseo de conocer el país”, explica al otro lado de la pantalla, en un diálogo con Infobae Cultura.
Entonces, vivía en Francia, donde estudiaba y residió por seis años. Durante esa paso breve, escribió artículos para medios argentinos y trabó amistad con un profesor universitario, quien años más tarde le ofreció la posibilidad de enseñar literatura en una de las principales universidades de la capital asiática.
Allí, comenzó un extenso proyecto cultural, que de a poco comenzó a entrecruzar a la literatura con las artes plásticas. Poco después de instalarse, fundó la editorial Mil Gotas y, más tarde, una librería homónima, que se ha expandido a varias ciudades.
“A poco de llegar, lo primero que hice fue una editorial. Y ahí descubrimos lo difícil que es sacar libros en China. Por un lado, sacamos una biografía de Messi, porque nos pareció que era una buena mezcla entre algo medio literario, porque era una biografía muy bien escrita”, relata.
El proceso editorial en China implica desafíos particulares: “El ISBN, que en Argentina es gratis, aquí hay que pagarlo y sale por USD 3.000 (unos 27.000 yuanes). Hay que pagar la traducción, hay que pagarle a una persona del gobierno que va a leer el libro y puede autorizarlo o no. Implica una inversión enorme”, cuenta.
Para sortear estas dificultades, la editorial de Bravo ha optado por la coedición con sellos chinos, lo que les ha permitido publicar alrededor de 20 títulos en colaboración y cinco de manera independiente. En Argentina, la editorial publica literatura china traducida al español, mientras que en China se especializa en literatura latinoamericana traducida al chino.
Luego, llegó el momento de la librería Mil Gotas, que comenzó como un proyecto digital en 2016 y al año siguiente abrió su primer local físico en Beijing. Posteriormente, se expandió a Chongqing, una ciudad de 30 millones de habitantes, y a Shanghai, donde cuentan con un espacio dentro del Instituto Cervantes.
“En Chongqing no hay mucha oferta extranjera. Entonces llamó mucho la atención cuando abrió”, comenta Bravo. La presencia en estas ciudades responde tanto a la demanda de libros en español como a la oportunidad de acercar la cultura latinoamericana a un público chino cada vez más interesado.
Uno de los proyectos más recientes y ambiciosos de Bravo es la creación de una residencia para artistas latinoamericanos, que se encuentra en un barrio de artistas en las afueras de Beijing. La idea surgió tras conversaciones con colegas y amigos, y se materializó en 2023.
“Siempre tenía la idea de que no existía ninguna galería de arte latinoamericana en China y que eso no podía ser, que era muy raro. Organizábamos exposiciones para otras instituciones y después, hablando con amigos, surgió la idea”, dice.
“La idea es que al final de la residencia cada artista deja una obra, así que ya hay una pequeña colección de arte latinoamericano acá que yo venía armando desde antes. Además, se hace una exposición y las galerías chinas los invitan a exponer”, explica.
Por el espacio, que cuenta con dos casas y una galería, ya ha recibido a artistas como Sofia Roncayoli Lombardi, quien se convirtió en su pareja y co-directora del espacio, y Luciana Schnitman, Verónica Gómez, Cecilia Ivanchevich y en este momento se encuentra Lula Mari.
El proceso de selección para la residencia es abierto y flexible, aunque hasta ahora la mayoría de los postulantes han sido mujeres. “El 99% de los que se quieren venir son mujeres. Yo pensaba, bueno, también que vengan artistas hombres. Invité a tres artistas hombres y se lo pensaron y me dijeron que no, al final”, cuenta Bravo, quien espera a Tomás Espina para enero.
La experiencia de los artistas en la residencia se caracteriza por el intercambio cultural y la influencia del entorno chino en su obra. “A mí me parece que también lo interesante es cuando la residencia de alguna forma deja una marca en la obra del artista plástico, ¿no? Como tiene ese sentido”, reflexiona Bravo.
Y en ese sentido, destacó cómo mucha de la obra que Gómez llevó a la Feria de Arte de Chicago estuvo compuesta íntegramente por cuadros pintados en China, inspirados en la iconografía y los mitos locales.
En ese sentido, relata que el contacto con la sociedad china ha permitido a los artistas residentes observar diferencias y similitudes en la relación con el arte. “Para los chinos la poesía es algo mucho más cotidiano. Lo aprenden en la escuela, lo recita cualquier persona. Por decirte, un taxista sabe una o dos de memoria y también dichos de poesías clásicas”, señala.
En cambio, en el ámbito de las artes plásticas, percibe que el arte tradicional chino continúa más vigente que el contemporáneo, que está reservado a una élite.
“En Argentina hay muchas ideas detrás del arte, que son ideas políticas, de sociología, de lo que sea, que está bien, pero no tantas ideas plásticas. No es como que el artista empieza por la idea plástica, no empieza pensando cómo va a usar la luz o eso, sino ideas más conceptuales, filosóficas. Acá, en cambio, sucede lo contrario, el ojo está puesta en la técnica”, compara.
El gesto reconoce que, pese a su larga residencia, no domina completamente el idioma chino. “Es un error mío. Una discapacidad mía casi de no dominarlo bien y no haberme sentado a estudiarlo a full. Lo he estudiado con profesores, pero mi novia que lo habla y lee perfecto, sin ningún problema. Ella estuvo cuatro horas por día durante cinco años estudiando. Yo tengo que ser sincero. No lo hablo bien, bien, bien. Después, en el día a día, sí lo hablo”, admite.
El idioma, dice, no es el único de los desafíos que tienen que atravesar los extranjeros, sino también en la vida cotidiana, especialmente en lo que respecta a la tecnología y la burocracia. “Todo acá depende de la tecnología, quiero decir, del teléfono. No podés sacar entradas, no podés tomarte un café porque no hay una cafetería que uno vaya y haya alguien que te atienda, tenés que escanear y pedirlo por teléfono. O sea, está un poco difícil para los que vienen”, describe.
Con respecto a su profesión como profesor, comenta: “Es interesante porque los estudiantes locales se reciben de algo así como de Filología Hispánica, pero de lo que se reciben es prácticamente de ser expertos en el mundo en español. Entonces hablan el idioma, saben un poco la historia de América Latina, de la de España, de la economía regional, saben un poco de todo”, explica Bravo.
Cuenta, que una vez recibidos, los jóvenes pueden o no abandonar el país, pero se incorporan a empresas chinas con intereses en países hispanohablantes, o incluso a instituciones como el Real Madrid en Beijing.
Sin embargo, a partir de la irrupción de la Inteligencia Artificial, desde el Estado se comenzó a desalentar el estudio del idioma y hubo una merma notable de interesados: “Fue una burbuja. En un momento florecieron universidades de español. Y bueno, ahora de a poco ya hay dos versiones, unas que dicen que se han dado cuenta que tampoco era para que haya 20 universidades de español en Beijing. Y que los estudiantes están haciendo otra cosa. Y otra es que el Gobierno piensa que con la inteligencia artificial no va a hacer falta gente que hable español y que mejor que se estudie en otras cosas”.