Ricardo Iorio junto con su hija en una antgua postal familiar

El 24 de octubre el calendario se tornó lúgubre para cientos de miles de seguidores: se cumple un nuevo aniversario de la muerte de Ricardo Iorio, alma y voz de V8, Hermética y Almafuerte, el hombre que cimentó el heavy metal en la Argentina y dejó huérfana a una legión de fieles y a su propia familia. Ese vacío se sintió, sobre todo, entre quienes compartieron los silencios y las luces de su vida. Entre ellos, su hija mayor, Daiana Iorio, que eligió acudir al refugio de las palabras en su cuenta de Instagram: una carta a su padre, acompañada de una foto en la que el pasado y el presente se funden en un lazo inquebrantable.

Espero que estés ahí donde pretendo ir. Los padres que se la aguantan iluminamos un mapa por unos cuantos años, casi a ciegas, en un trabajo minúsculo y repetitivo; sembramos una semilla que podemos no llegar a cosechar nosotros pero que es ocupación ineludible para alcanzar la soberanía…”, escribió Daiana, y el eco de esa gratitud llenó la red como una plegaria. Había dolor; pero también una convicción: “Los obstáculos no son más que alicientes cuando ese intercambio entre mis oraciones y el empuje que tu memoria me genera, se activa en mí”.

La imagen compartida por Daiana Iorio a dos años de la muerte de Ricardo

¿Quién sostiene a quién en el recuerdo? ¿Cómo se tramita la ausencia de quien fue el faro, aún si su figura se mantenía velada a los ojos del público? La respuesta llegaría con rapidez. La comunidad que orbitaba alrededor de Iorio no tardó en ofrecer su abrazo. “Hablando de semillas, ¡el poeta dejó su pasión heredada!”, escribió un seguidor. Otro amigo, compañero del camino, imaginó un futuro distinto: “Espero con el tiempo este día se resignifique y pase a ser el día del metal argento o el día de la identidad nacional. Y que nos convoque para celebrar y homenajear”.

Las redes, ese espacio de memoria instantánea, se poblaron de mensajes: “Conmemoramos aún porque nos parece absurdo e injusto que no se encuentre físicamente, mas sí en el corazón y memoria de todo aquel que sienta. Y en su familia también…”. Un hilo invisible unía a los fanáticos y a los cercanos por igual. Su herencia se observa en gestos, palabras y hasta en las huellas de la escritura: “Daiana, la manera que tenés de escribir y expresarte es sin duda una marca que Ricardo dejó en vos como legado!! Se lo extraña mucho, abrazo!!”.

Pero en el marco de esta jornada, hay otra tirste y emotiva coincidencia. Es, justamente, el día del cumpleaños de Daiana Nacida en 1988, fruto del romance entre el líder metalero y Ana Mourín, una década después llegaría su hermana, Sofía. El vínculo de sus padres, intenso y desgarrado, terminaría en el año 2000. Solo un año después, la pérdida volvió a azotar: Ana Mourín eligió irse, consumida por la depresión. El dolor, en la familia, abrió nuevas grietas.

El posteo que reveló la coincidencia entre Ricardo Iorio y Daiana, su hija mayor (Instagram)

Cuando Ricardo falleció por un infarto en 2023, la noticia eclipsó esta otra fecha señalada, según recordó Melina Marciello, hija de Claudio Tano Marciello, guitarrista y hermano de ruta en Almafuerte:

“Mi cumpleaños de 12 años que Ricardo ofreció en su casa de Devoto para juntarnos y realizarlo allí. Hoy es 24 de octubre, día del cumpleaños de mi amiga Daiana Iorio, hija mayor de Ricardo. Lamentablemente le tocó este día para despedir a su papá. Qué dolor”. Quién podría acomodar tanto duelo en el calendario.

Reacio a los focos sobre su vida privada, Iorio apenas había barajado detalles íntimos en el espacio público. La mayor parte de sus declaraciones sobre sus hijas fueron escasas, pudorosas. “Yo no las llevo a mis conciertos, porque mi padre me llevaba al trabajo y terminé odiándolo. No quisiera que ellas odien a la música”, admitió alguna vez para la revista Epopeya. Esas palabras quedaron preservadas en la biografía El Perro Cristiano, escrita por Ariel Torres, donde el músico se permitió una pequeña concesión al hablar sobre Daiana, hoy fotógrafa.

Ricardo Iorio falleció en 2023

En 2005, una anécdota quebró la coraza. En los camarines de un festival, se cruzó con Virginia Da Cunha, por entonces una de las voces de Bandana. “Sofía era re fanática de Bandana, tenía la película y todo eso… Ese día la vi pasar a Virginia y no me importó nada lo que iban a decirme los demás. Le dije: ‘¿No querés sacarte una foto conmigo?’ Me acuerdo que fueron varios periodistas a sacarme fotos… Ellos querían su primicia y pensaron que me iban a hacer un daño con eso, pero yo logré lo principal: llegué a mi casa y le mostré la foto a mi nenita, que se puso re feliz. ‘Mirá qué lindo, hijita’, le dije. Y ella se emocionó y me abrazó”, recordó el músico.

“No soy un tirano como dicen. Porque si a mi hija le gusta Bandana, ¿cómo no le voy a dar la oportunidad de escuchar esa música? ¡Voy y le compro el CD!”, sostuvo en diálogo con su biógrafo. “También le di otros gustos que tienen que ver con la música a Sofía, y la mandé a recitales como el de Avril Lavigne”. Bajo la imagen de un hombre áspero y feroz, se colaba la ternura de un padre dispuesto a romper códigos y prejuicios para ver sonreír a sus hijas.

Hoy, a dos años de su partida, el legado de Ricardo Iorio parece encontrar nuevas voces en quienes lo amaron: la de Daiana, fuerte y vulnerable, la de una multitud que conserva en la memoria al padre del heavy metal argentino y sigue diciendo “presente”. ¿Cuánto tiempo más resistirá su voz en el aire? ¿Puede el amor familiar desafiar al olvido? Quizás la respuesta esté en las semillas, en el trabajo minúsculo y repetitivo que Iorio supo alumbrar y que germina, terco, en cada aniversario.