Manuscritos de la ensayista Beatriz Sarlo.

La verdad, nunca me hubiera imaginado a Beatriz Sarlo enamorada. Inteligentísima, cultísima, elocuente, una profesora que no había cómo no seguir con pasión, una interlocutora que siempre estaba un paso más adelante, una entrevistada que no les sacaba el cuerpo a las preguntas más difíciles. Todo eso sí se veía en Beatriz Sarlo. ¿Enamorada? Sin embargo, eso se ve en algunas páginas incluidas en el expediente por el que el encargado, Melanio Alberto Meza, reclama como herencia el departamento donde vivía la intelectual argentina.

No había visto a Beatriz Sarlo desparramar emociones. Un mes después de la muerte de su pareja de 40 años, el cineasta Rafael Filipelli, la crucé en una reunión y le pregunté cómo estaba. No un “cómo estás” al pasar sino uno cargado de intención, que ella entendió perfectamente. Me respondió: “Los que somos duros, somos duros”. Y a otra cosa.

Pero acá, en el expediente, se ve la ternura. ¿Qué hacen papeles así en una causa que, en definitiva, lo que va a decidir es el destino de un inmueble? Bueno, hay que contar un poco la historia para entenderlo. En 1960 Sarlo se casó con Alberto Sato, de quien se separó en la década del 70. Se separó, pero no se divorció. No lo hicieron en los 70 -no había divorcio en la Argentina-, ni en los 80, -cuando sí lo hubo- ni en los 90, ni nunca. Y mantuvieron el contacto.

Asi fue que cuando Beatriz Sarlo murió, en diciembre, la gente más cercana a la crítica literaria -es decir, muchos miembros de su círculo afectivo e intelectual- entendieron que quien en los papeles era su viudo sería su sucesor. Y creyeron que lo mejor sería usar los dos departamentos que tenía Sarlo para hacer un fondo con el que se cuidaran su archivo y su biblioteca -que se alojaría en el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI), donde la velaron- y designar como albacea la obra a Sylvia Saitta, su más clara sucesora. Un albacea decide si una obra se puede republicar, y cómo, si se puede traducir, si se puede incluir en antologías, esas cosas. Saitta es hoy la profesora titular de “Literatura Argentina II” , la materia que dio Sarlo en la Universidad de Buenos Aires por muchos años, después de la dictadura.

Beatri Sarlo en su estudio. (Gustavo Gavotti)

Pero pasaron cosas. Un par de meses después de la muerte de la profesora, Meza se presentó ante el juzgado con un papel manuscrito en el que ella decía que él quedaría a cargo del departamento y de la gata. Lo decía afectuosamente. Y no tenía ningún tipo de certificación ante escribano ni nada, pero, como se sabe, un testamento así puede ser válido de todos modos.

¿Qué se interpondría entre Meza y el departamento si se verifica que el papel es real? Un heredero forzoso. Por ejemplo, el marido. Sin embargo, en una primera instancia, el juez Carlos Goggi apartó a Sato de la causa, desestimó su posibilidad de heredar a Sarlo. En definitiva, era público y notorio que llevaban algo así como medio siglo separados.

Y es por acá por donde entra la historia de amor. Para probar que Sato no era el marido-marido de Sarlo, se incluyeron en el expediente las páginas manuscritas en que la autora le dedicaba su libro a su compañero de los últimos 40 años: Filipelli. “Rafito”, lo llama a veces: los diminutivos del amor.

Dedicatorias de Beatriz Sarlo, en el expediente

Rafael, vos sabés bien que este libro empezó lleno de dificultades, que vencerlas fue parte del camino que recorrimos juntos, que fuiste el primero en leer las primeras páginas escritas, que la forma de esa escritura tiene relación con cambios de los que sos parte. Por eso tardé tanto en dártelo: era como si lo tuvieras”, escribe ella el 16 de julio de 1985. El libro tiene un título sugestivo: El imperio de los sentimientos y no es autobiográfico -aunque quién sabe, ¿no?- sino que analiza la literatura sentimental de principios del siglo XX. Vencer la diificulates “fue parte del camino que recorrimos juntos”. ¿A qué secreto compartido aludía la crítica?

Para Rafael que estuvo en alguna de estas batallas, con el amor de Beatriz”, escribía Sarlo en el ejemplar de La batalla de las ideas (1943–1973), que salió en 2001. “Con amor para Rafito, que conoce todas estas historias”, escribe en Viajes. De la Amazonia a las Malvinas, ese libro en cuya tapa ella aparece tan joven.

Hay más: son muchos años, son muchos libros. “Para Rafael, que siempre lee antes y lee mejor, con todos los afectos y amores”, puso Sarlo en la primera página de ese ejemplar de Instantáneas : medios, ciudad y costumbres en el fin de siglo que Rafael Filipelli habrá guardado en su biblioteca. ¿Qué mayor de declaración de amor, que deslumbramiento demuestra una intelectual cuando dice que otro lee antes y mejor?

El tiempo pasa, los libros vuelven. En una reedición de El imperio de los sentimientos, Sarlo le escribe a Filipelli: “Para Rafael, esta segunda vuelta, quinceaños después. Con el amor de esos quince años“.

Dedicatorias de Beatriz Sarlo, una historia de amor.

Todo eso, esa vida en flor, se cuela ahora en las páginas de un expediente. Allí también aparece el encargado. Hay un ejemplar de Las dos torres, que salió en 2024, con la inscripción: “Para Alberto Meza, por su dedicación y cortesía, los mejores deseos de Beatriz Sarlo». Filipelli ya había muerto y Meza era una presencia y una ayuda cotidiana en la vida de la crítica literaria, según contaban en ese momento varios de sus allegados.

Sarlo habría escrito no una sino dos notas a favor de Meza. En la primera dice: “Yo, Beatriz Sarlo, quiero dejar certificada mi voluntad de que en caso de mi desaparición u otro accidente, mi gata Nini, deberá quedar a cargo de Alberto Meza“. Y en la segunda, de agosto de 2024, ”Alberto Meza quedó a cargo de mi departamento después de mi muerte. Y también quedó a cargo de mi gata Nini, que te aprecia tanto como te aprecio y valoro yo”.

Dedicación y cortesía. Las palabras de Sarlo para el encargado Alberto Meza.

Los amigos, los colegas de Beatriz Sarlo ya han dicho que no pretenden negar la buena relación de Meza con Sarlo ni su colaboración en los últimos tiempos. Tampoco sostener que Sarlo y Sato estaban en pareja, aunque, otra vez ¿por qué no se divorciaron?

Finalmente, dicen, lo que más importa en quién se hará cargo de la obra de la ensayista: Meza sólo reclama el departamento, si Sato es rechazado, el otro departamento -y la responsabilidad sobre la obra- le tocará al gobierno porteño.

Hace unos días, la Cámara Civil revocó el fallo de Goggi y habilitó a Sato a presentarse como posible heredero. Tal vez cuando todo haya terminado él hable y reponga algunos baches de esta historia. Tal vez no haga falta.