El comunicado fue contundente: “El CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas) tiene la alegría de comunicar que el archivo y la biblioteca de la intelectual, investigadora y docente Beatriz Sarlo ya se encuentran en su sede, en proceso de ordenamiento y catalogación”.

Suena, y es, un tema serio y formal. Pero tal vez haya empezado con un dato del orden de las emociones: cuando Sarlo estaba terminando sus memorias y les pidió a sus amigos que fueran a su oficina y encontraran determinada foto de su padre.

La institución -la misma donde fue velada la intelectual argentina- subraya en la nota que esa era la voluntad expresa de Sarlo. Y detalla: “Se trata de una biblioteca de unos 4000 volúmenes (la mayor parte de ellos, obras de literatura argentina y crítica cultural latinoamericana) y de un fondo de archivo personal que contiene cartas, fotos, versiones preliminares de sus libros, recortes periodísticos, entrevistas y fichas de investigación”. La delicia de cualquier investigador.

“Misión cumplida”, dice a Infobae el arquitecto e historiador Adrián Gorelik, uno de los amigos a quienes el CeDInCI agradece (los otro son Adriana Amante, David Oubiña, Sylvia Saítta, Ada Solari, Eduardo Stupía y Hugo Vezzetti). Misión cumplida: este material llegó adonde Sarlo quería, para que siguiera dando pie al desarrollo del pensamiento argentino.

El alivio de los amigos se da en el contexto del juicio por la sucesión de la autora. Los amigos respaldan a Alberto Sato, quien legalmente seguía siendo su marido aunque Sarlo se separó de él hace más de 40 años. Sato podría los bienes en un fideicomiso para, así, sostener el trabajo sobre la obra de la crítica. Luego apareció la noticia de que alguien estaba vendiendo discos y libros del departamento donde vivía Sarlo y el encargado del edificio, Alberto Meza, se presentó como heredero de ese inmueble. Finalmente una prima de la autora, Ernestina Susana del Río, reclamó ser la legítima heredera.

-¿Cómo fue que la biblioteca fue a dar al CeDInCI?

-Por pedido expreso de Beatriz, cuando ella estaba mal, pero todavía viva, nosotros nos hicimos cargo de sacar la biblioteca y el archivo que estaban en su oficina de la calle Talcahuano. Lo que pasó fue que no lo pudimos hacer en el acto porque ya era fin de año y en enero el CeDInCI estaba cerrado. Entonces, la pusimos en un depósito esperando entregarlo al CeDInCI para que pudieran empezar con la clasificación, cosa que hicimos hace un par de meses y el CeDInCI estuvo trabajando un poco hasta poder hacer pública la noticia. Nosotros veníamos hablando con Beatriz durante esos últimos dos años acerca del destino del archivo y de la biblioteca.

Adrián Gorelik. El historiador fue una de las personas más cercanas a Beatriz Sarlo. (Fernando Calzada)

-¿Cómo lo hicieron?

-Trabajamos en grupo. Y lo repartimos en distintos lugares que teníamos sin tocar nada, porque esa es una tarea para especialistas. No hay que meter las manos en un archivo hasta que los especialistas lo empiezan a clasificar, a ordenar, cosa que dejamos que hiciera directamente la gente bien capacitada para eso del CeDInCI.

-¿Quién sacó los libros de los estantes, quién eligió?

-Beatriz no tenía ni un gran archivo ni una gran biblioteca. En unas diez cajas entró todo, de lo que eran papeles y después en unas veinte cajas, todo lo que era libros y punto. Beatriz siempre tuvo la oficina en Talcahuano. Era una oficina chica y ella no era una bibliófila, tenía los libros que necesitaba. Y por supuesto que a medida que fue creciendo su carrera, recibía muchos libros de autores, de editoriales, etcétera. Pero tenía una capacidad extraordinaria para saber con qué se quedaba y con qué no. Beatriz nunca hizo un culto de tener una primera edición o tal libro, trabajaba con lo que tenía a mano.

-¿Qué importancia tiene conservar esos papeles y libros?

-Primero es que son libros anotados. Es decir, Beatriz escribía mucho en los libros. Tanto en los libros de teoría que más usaba, sus clásicos, como Barthes, Bourdieu, Williams, Benjamin, Foucault, Derrida. Son libros subrayados, anotados en los márgenes, con notas de ella, que organizan un poco y que muestran cómo iba su lectura. Y ni hablar los libros de literatura argentina, los libros con los que ella daba clases, digamos, o sobre los que investigaba: son libros que están absolutamente subrayados y anotados. Eso es invalorable para hacer una investigación sobre cómo ella leía, cómo pensaba, qué elementos tomaba, tanto de los autores teóricos como de los escritores. Es una biblioteca muy usada y con muchas marcas de ese uso.

Beatriz Sarlo y las cajas donde se guardaron sus papeles. (Imagen compuesta)

-¿Hallaron alguna sorpresa o documento inesperado durante el proceso?

—No, el archivo nosotros no lo revisamos, no husmeamos en el archivo, nos pareció que no correspondía… Ella dejó un archivo muy ordenado. Es decir, las cartas están en carpetas por años. Las libretas de sus notas están todas fechadas, etcétera. Es un archivo pequeño, muy ordenado. Pero todo esto, en realidad, empezó cuando se estaba terminando de editar su libro y eso movió a Beatriz, a pedirnos que fuéramos a la oficina a buscar fotos.

-Y ahí vieron cosas.

-Beatriz lo primero que nos pidió fue eso y ahí nosotros empezamos a ver y a revisar las fotos. Ella estaba muy interesada en que apareciera una foto del padre que ella recordaba que tenía y que no había aparecido inmediatamente. Efectivamente, estaba en Talcahuano. Y a partir de entonces fue que empezamos a hablar con ella: “Fuimos a Talcahuano, está todo, ¿qué hacemos con eso? Y ella nos pidió quenos ocupáramos de llevarlo al CeDInCI.

-¿El Cedinci permitirá el acceso de investigadores y del público al archivo de Sarlo?

—Por supuesto, esa es la idea.

—¿Habrá distinción entre público general e investigadores en el acceso?

—No, no. El CeDInCI no distingue, digamos. Pero por supuesto que los que van son investigadores, no van curiosos a mirar. Va a estar todo digitalizado, el CeDInCI es enormemente meticuloso. Cada documento está separado por papeles especiales contra la humedad, se digitaliza, se clasifica y se ficha. Entonces uno va a poder entrar en un índice del archivo y ver cartas de quién, notas sobre qué, etcétera. Va a estar todo, va a estar todo ordenado y disponible para el público.

Beatriz Sarlo con María Laura Santillán, en Infobae.

El futuro del archivo y la biblioteca de Beatriz Sarlo no depende únicamente de las voluntades ni de los procedimientos meticulosos; también enfrenta serias dificultades económicas. Según Adrián Gorelik, el centro ha visto reducirse drásticamente los recursos en los últimos años, tanto por las restricciones presupuestarias de la Universidad de San Martín como por la desaparición de subsidios estatales. Como respuesta, el CeDInCI gestiona pedidos de apoyo a fundaciones privadas para poder costear la conservación y digitalización del patrimonio.

El problema de la sucesión

La cuestión económica también está atravesada por la disputa judicial sobre la herencia de Sarlo. “Pero lo más importante de todo son los derechos de autor”, dijo el historiador. Según explicó, incluso en el caso de una autora tan reconocida, los derechos de autor no generan grandes sumas de dinero, pero su administración es crucial porque garantiza las futuras ediciones. “Las las fuentes que están en el archivo son para los investigadores, pero también podría ser para que un día se edite un epistolario, una edición genética, como hace ahora la crítica literaria, no sé, de Una modernidad periférica con todas las notas que ella dejó, con los borradores que modificó, etcétera. Entonces, el problema es que al, al no estar resuelta la cuestión de la sucesión, el archivo y la biblioteca están disponibles para los investigadores, pero no disponibles para seguir renovando la obra de Beatriz. Y eso nos preocupa mucho.

-Y eso no tiene plazos.

-Supongo que el juez tomará algunas decisiones ahora después de la feria. El juicio llegó al juzgado donde aparentemente va a quedar, porque antes estuvo cambiando de juzgado. El primer juez de la causa no aceptó el pedido del abogado del Sato de hacer un inventario del departamento de Hidalgo y, luego de no haber aceptado, empezamos a ver que se vendían los discos. Entonces, la causa realmente empezó muy mal. Ahora el juez tomó buenas decisiones: hacer el inventario en Hidalgo, hacer el inventario en Talcahuano. Veremos qué decisiones toma a partir de que además se ha presentado una prima de Beatriz.

alberto Sato, que legalmente fue el marido de Sarlo hasta su muerte. (Jaime Olivos)

-¿Eso les sorprendió?

-Bueno, sí, porque realmente era alguien que no formaba parte de la vida de Beatriz desde los primeros años 70. Además es una persona muy mayor que aparece patrocinada, que ni siquiera puede firmar. La verdad que nosotros estamos dispuestos a que la justicia decida a quién le corresponden los derechos de autor. El problema es que, con Alberto Sato eso habría estado acompañado por la decisión de formar una comisión, presidida por Sylvia Saitta, que fue la persona que Beatriz siempre quiso que fuese su albacea. Mientras que si el juicio lo gana la prima de Beatriz o las personas que patrocinan a la prima, no tenemos ni siquiera idea de qué piensan hacer. No han dicho una palabra de qué piensan sobre el legado y el patrimonio cultural que significa la obra de Beatriz.