El papa Fransico se quebró en llanto al recibir como regalo una obra del artista plástico argentino Gustavo Masó, en el Vaticano, en 2019

La relación entre el artista plástico argentino Gustavo Masó y el papa Francisco tiene un origen tan inesperado como profundo. Desde su primer contacto, en 2013, que comenzó con una carta enviada por Masó, hasta su encuentro más significativo, marcado por un emotivo gesto artístico, la historia de su vínculo está llena de emociones, arte y una profunda conexión espiritual.

El momento más especial que compartieron ocurrió en noviembre de 2019, cuando Masó le llevó un obsequio que quebró por completo al Papa. No solo por lo original e inesperado, sino porque venía con una dedicatoria de María Elena Bergoglio, hermana del pontífice fallecido el pasado lunes. Ella era la única de los cuatro hermanos del Papa que estaba viva y a quien no había vuelto a ver desde su asunción en el Vaticano.

“Quería llevar algo que no fuera un objeto común, como un mate o un poncho. No sabía bien qué regalarle hasta que se me ocurrió la idea de hacer una escultura con la mano de su hermana”, contó Masó a Infobae.

Para llevar a cabo esta idea, el artista se dirigió a Ituzaingó, en Buenos Aires, donde vivieron las hermanas del Papa, y allí consiguió el contacto con los hijos de María Elena. Encantados con la propuesta, lo llevaron hasta una casa de retiro donde ella se encontraba recibiendo cuidados médicos.

La obra de Masó es una réplica de la mano de María Elena Bergoglio, hermana del Papa, hecha en piedra líquida

María Elena, aunque con problemas de salud, accedió gustosamente a que el artista tomara el molde de su mano, un gesto que para Masó significaba más que una simple obra artística. “Ella sabía que esta pieza representaba un vínculo que nunca podría materializarse físicamente entre los dos hermanos. Fue un abrazo postergado que no podía darse por las circunstancias. A través del arte, logré acercarlos”, remarcó.

Masó recordó que se sintió profundamente conmovido por el entorno y por la sencillez de la situación, en la que ella lo recibió con mucha calidez: “Era un lugar tranquilo, donde se respiraba paz. Ella estaba delicada, pero lúcida y con energía”.

El proceso de toma del molde de la mano fue otro de los momentos emotivos. “Fue profundamente simbólico, ya que implicaba capturar una parte de la hermana del Papa, algo que representaba el vínculo que Francisco siempre había tenido con ella, pero que ahora, debido a sus responsabilidades en el Vaticano, ya no podía compartir de manera física”, recordó.

La obra de Masó se titula

Y agregó más detalles de ese trabajo específico: “Tomé el molde de la mano de María Elena utilizando una técnica especial que me permite captar la huella exacta, el contorno, las líneas y las huellas dactilares. Ella colocó su mano sobre un material suave y cuando lo retiré, obtuve el molde negativo, que era una réplica exacta de su mano”.

El artista detalló que la toma del molde fue una experiencia intensa para ambos. María Elena, consciente de lo que implicaba este gesto, lo vivió con mucha alegría: “Era una manera de enviar un abrazo que nunca se pudo dar. A través del arte, pude hacer algo que unía sus mundos”.

Una vez que el molde de la mano fue tomado, Masó tuvo que proceder a crear la escultura. El artista explicó que el siguiente paso consistió en rellenar el molde negativo con el material adecuado, que en este caso fue piedra líquida. “El molde es muy delicado porque debe capturar todos los detalles, desde la textura de la piel hasta las pequeñas líneas de la palma. Luego, trabajé sobre la pieza para darle forma y transformarla en una escultura que fuera fiel a la mano original”, detalló.

Para realizar el molde, el artista plástico utilizó una técnica especial que le permitió reproducir hasta el más mínimo detalle de la mano

El proceso de creación no solo consistió en replicar la forma de la mano, sino en dar vida a la pieza, impregnando en ella la esencia de la persona que representaba. “Cada obra tiene su propio carácter, y en este caso, la mano de María Elena transmitía una humanidad que no era solo visual, sino también emocional”, explicó Masó.

El resultado fue una escultura en la que la mano de María Elena aparecía con todos los detalles precisos, casi como si estuviera viva. La pieza, bautizada El deseo tangible, era tan detallada que parecía capaz de transmitir las emociones y el cariño que existían entre los hermanos Bergoglio.

“Lo que creé no era solo una escultura, era un puente entre dos mundos, una manera de acercar lo intangible a lo tangible”, reflexionó Masó sobre la estrecha relación que mantenían y a pesar de la distancia nunca dejó de existir. “María Elena me contó que, cuando aún era Arzobispo de Buenos, él la visitaba todos los domingos para almorzar a pesar de sus múltiples compromisos. Y que tras asumir como Papa la seguía llamando religiosamente todos los domingos”, agregó.

Al momento de entregarle la escultura, Masó estaba acompañado por su mujer, Ana; y su hijo Luca

Al encuentro con Francisco en Vaticano, Masó viajó acompañado con su mujer, Ana y su hijo Luca. Antes de destapar la obra, el artista se salió del protocolo y extrajo un teléfono celular de su bolsillo, algo que está expresamente prohibido. Lo hizo con una razón. Tenía un mensaje de María Elena para Francisco.

“Lo pensé como una obra multimedia. Mientras Francisco destapaba la obra, le hice escuchar las palabras que ella había grabado especialmente para él, con música de Mozart de fondo”, contó.

Y recordó que Francisco “se quedó unos segundos en silencio, acariciando la pieza como si estuviera abrazando simbólicamente a su hermana María Elena”.

La imagen del instante previo a que el papa Francisco destapara la escultura y se emocionara hasta a las lágrimas

Según Masó, el Sumo Pontífice tenía lágrimas en los ojos, y su reacción mostró que el regalo había tocado profundamente su corazón. Aunque el gesto fue breve, la conexión espiritual y emocional entre el Papa y la obra fue palpable, lo que hizo que el momento fuera memorable.

Sin embargo, todavía faltaba algo más. Después de recibir la escultura de la mano de María Elena, el Papa decidió conservarla en un lugar especial dentro de su residencia en Santa Marta, en el Vaticano. “Desde el entorno del Papa me confirmaron que la obra había sido colocada en su escritorio, como un objeto preciado”, se enorgulleció.

La mano del papa Francisco

Masó contó que el Papa quedó tan fascinado con la escultura que le pidió que también tomara el molde de su mano. Vos sabrás que tenés que hacer con ella”, le deslizó al artista sin querer interferir en su nueva creación.

El molde fue tomado en su residencia de Santa Marta, dos días después del encuentro en el Vaticano. “Ese encuentro no estaba en la agenda oficial. Pude ingresar a su casa gracias a una autorización especial que había sido gestionada por él mismo”, recordó.

La relación entre Masó y el Papa comenzó por carta y luego continuó con visitas al Vaticano. En todos estos años llegaron a reunirse en diez oportunidades

De esa iniciativa artística surgió un proyecto titulado Manos por la Paz, que contó con la participación de otras personalidades importantes como el expresidente uruguayo José Mujica, el cantautor León Gieco, y el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.

Consultado acerca de por qué nunca dio a conocer esa obra al mundo ni explotarla mediáticamente, el artista fue contundente. “Esa obra fue un acto de confianza y respeto mutuo, algo muy íntimo que representaba un vínculo personal con él. Nunca quise darle visibilidad”, explicó. Sin embargo, con la muerte Francisco, se está replanteando esa posibilidad.

De un contacto epistolar a una relación estrecha

La relación entre Masó y el Papa comenzó en 2013, poco después de que Jorge Mario Bergoglio asumiera el papado. Si bien él no lo conocía personalmente, sentía que algo lo conectaba. Tras atravesar una experiencia personal muy dolorosa relacionada con la salud de su hijo durante la gestación, Masó se sintió impulsado a escribirle una carta al Papa.

Uno de los cuadros que Masó le regaló a Papa consiste en un retrato del escritor Jorge Luis Borges, cuando se cumplieron 120 años del nacimiento del autor de El Aleph

En esa carta, no solo expresaba sus sentimientos sobre la situación, sino también compartía con Francisco la historia de su fe renovada, una fe que surgió tras un milagroso embarazo, que se sobrepuso a lo que inicialmente parecía una pérdida. Ese gesto de fe y esperanza sería el primer paso hacia una relación que cambiaría la vida del artista.

En respuesta a su carta, Masó recibió una respuesta inmediata, lo que sorprendió y emocionó al artista, quien nunca imaginó que tendría una comunicación tan cercana con Francisco. A partir de allí, el contacto se consolidó, no solo mediante cartas, sino también a través de la entrega de sus obras.

A lo largo de los años, el artista tuvo alrededor de diez encuentros con el Papa. Durante esas visitas, Massó aprovechó para obsequiarle cuadros varios cuadros. Uno con motivo de los 120 años del nacimiento del escritor Jorge Luis Borges, otro dedicado a Gustavo Cerati y otros relacionados con las canonizaciones de Juan Pablo II y Juan XXIII.

Todas las obras hoy se exhiben en el Museo del Vaticano.