La última imagen pública de Aileen Wuornos muestra a una mujer sin compasión, absorta en su furia, lista para admitir una y otra vez su culpabilidad frente a la justicia de Estados Unidos. La historia de Wuornos desafió la lógica de los relatos criminales. El camino no surge de una vida de búsqueda de poder ni de dinero fácil, sino de una existencia marcada por la violencia y el abandono desde la infancia. Las confesiones, las cartas y sus palabras ante la Corte llenan de matices el caso. En una carta que presentó ante la Corte suprema de Justicia de Florida a fines de 2001, Wuornos escribió: “Maté a esos hombres, los robé tan fríos como el hielo. Y lo volvería a hacer también”.
Qué pasó con Aileen Wuornos
Hasta los 33 años, Aileen Wuornos no cometió homicidios. Su vida entonces se definió por delitos menores y un tránsito constante entre la calle y la cárcel. Todo cambió la noche en que Richard Mallory intentó violarla, según narró Wuornos ante la Corte. En ese momento, la mujer disparó varias veces y mató al hombre en lo que llamó defensa propia. Tras ese crimen, el impulso de asesinar nunca la abandonó. Siempre utilizó el mismo método: se ofrecía sexualmente a automovilistas, se subía a sus autos, armada, y disparaba a quemarropa, muchas veces más de una vez. Arrojaba los cuerpos en la banquina y robaba a las víctimas sus pertenencias.
La policía de Florida no la identificó de inmediato. La pista más clara surgió cuando Wuornos perdió el control de un auto robado, se estrelló contra un poste, escapó con su pareja Tyria Moore y dejó testigos que aportaron una descripción detallada. Al verse acorralada, Wuornos confesó los asesinatos ante las autoridades y desligó a Moore de cualquier responsabilidad. En prisión, reiteró su deseo de morir y expresó el odio que sentía por la vida de los hombres que la contrataban. Según consignó Britannica, la mujer repitió ante la Corte: “No hay ninguna oportunidad en mantenerme viva o algo así, porque mataría de nuevo. Tengo odio arrastrándose por mi organismo”.
El tribunal la condenó a muerte por seis homicidios. En octubre de 2002, después de más de una década en el corredor de la muerte, ejecutaron a Wuornos mediante inyección letal en la cárcel estatal de Starke, Florida. Su última declaración fue desconcertante: “Solo me gustaría decir que estoy navegando con el rock y que volveré como en el ‘Día de la Independencia’ con Jesús, el 6 de junio, como en la película, con la gran nave nodriza y todo eso. Volveré”.
Quiénes fueron las víctimas de Aileen Wuornos
Según detalló CNN, Aileen Wuornos mató a siete hombres en las carreteras de Florida entre 1989 y 1990. El primero fue Richard Mallory, un comerciante y exconvicto por delitos sexuales, quien la agredió según sus afirmaciones. Las siguientes víctimas fueron David Spears, Charles Carskaddon, Peter Siems, Troy Burress, Dick Humphreys y Walter Antonio. Todos recogieron a Wuornos en sus autos y fueron ejecutados de la misma manera. Solo el cuerpo de Siems nunca apareció, pero su auto y rastros de sangre confirmaron su muerte.
Wuornos aseguraba que actuó en defensa propia ante los ataques de varios de estos hombres; sin embargo, en la investigación policial, el patrón se repitió siempre: la violencia fatal sucedía luego de la transacción sexual y el posterior robo. El sargento Bob Kelley, del Departamento del Sheriff del condado de Volusia, durante el proceso judicial declaró sobre Wuornos: “Es la primera depredadora femenina de que tengo noticia. Otras mujeres han matado a sus hijos, han matado a familiares o personas que conocen, pero ella es la primera que en realidad era una depredadora que cazaba a víctimas inocentes y les quitaba la vida”.
La vida de Aileen Wuornos antes de convertirse en una asesina serial
Aileen Wuornos nació el 29 de febrero de 1956 en Rochester, Michigan. Fue hija de Diane y Leo Arthur Pittman. No conoció a su padre, quien estuvo preso por abusos a menores y se suicidó en la cárcel. Diane, su madre, la abandonó siendo niña. Los abuelos maternos la adoptaron junto a su hermano Keith. Allí tampoco halló tranquilidad: sufrió abusos físicos y sexuales, sobre todo por parte de su abuelo. La convivencia se volvió insostenible y a los 15 años quedó embarazada y entregó a su hijo en adopción.
A partir de ese momento, la vida de Wuornos siguió fuera del sistema. Según CNN, la mujer habitó autos abandonados, dependió del Estado, buscó refugio en hogares para madres solteras, y a los 18 años optó por la calle. Realizó viajes solitarios, buscó dinero a través de la prostitución, usó identidades falsas y acumuló antecedentes por disturbios y posesión de armas. Con el cobro accidental de un seguro de vida tras la muerte de su hermano, Wuornos se trasladó a Florida. Allí vivió un breve matrimonio con Lewis Fell, que terminó en violencia y divorcio. En Daytona Beach conoció a Tyria Moore, con quien sostuvo una relación sentimental y una vida en común basada en los ingresos de la prostitución.
Esta etapa, atravesada por constantes arrestos y vagabundeo, finalizó cuando Wuornos comenzó a asesinar. Su historia recogió la atención de medios, cine y literatura. La encarnación de Wuornos por parte de Charlize Theron en la película “Monster” ganó el Oscar en 2004. La vida difícil de Wuornos y su perfil de víctima y victimaria dividieron a la opinión pública de Estados Unidos. Según Britannica, los defensores de Wuornos la percibieron como una mujer vulnerable que solo buscaba sobrevivir ante la agresión masculina.
¿Por qué fue llamada “la asesina de la autopista”?
La prensa de Estados Unidos etiquetó a Aileen Wuornos como “la asesina de la autopista” por la naturaleza de sus crímenes: la mayoría de los homicidios ocurrieron en rutas y caminos de Florida. Wuornos abordaba a sus víctimas en las banquinas, ofrecía servicios sexuales y las atacaba en el interior de los autos. Luego arrojaba los cadáveres cerca de las carreteras, lo que generó pánico en las comunidades rurales de la región y atención nacional sobre el caso.
Los medios también la llamaron “la prostituta de la carretera” y “la doncella de la muerte”. Su caso motivó reflexiones sobre los límites entre la legítima defensa y el asesinato premeditado. El método empleado, la presencia femenina y la frialdad en la ejecución convirtieron a Wuornos en un caso sin precedentes en la historia policial estadounidense. El eco mediático perdura, pues la figura de Wuornos expone la violencia contra las mujeres, los traumas infantiles y el costo mortal de la exclusión social.