
Aunque ya se venía insinuando, la elección de la nueva CGT dejó configurado un mapa sindical muy distinto al de las últimas décadas, cuyo afianzamiento, de todas formas, estará condicionado en forma decisiva por lo que suceda desde ahora con la reforma laboral, la relación con el Gobierno y la recomposición del peronismo.
En principio, el dato más impactante para el mundo sindical es el declive de “los Gordos” como el sector más determinante del gremialismo peronista: ya reducido a dos sindicatos poderosos (Comercio y Sanidad), más algunos aliados, se plantó junto con Luis Barrionuevo (gastronómicos) en el rechazo al ascenso de Cristian Jerónimo (empleados del vidrio) al triunvirato de la CGT, pero por primera vez en largas décadas no pudo imponer su postura y mantener su hegemonía: sin más respaldos, debió aceptar a un candidato “inaceptable” porque se exponía a romper la central obrera.
Un hecho inédito que se convirtió en un signo de estos tiempos de reconversión de los viejos liderazgos sindicales. Armando Cavalieri (Comercio) y Héctor Daer (Sanidad), unidos nuevamente luego de cierto distanciamiento, no consiguieron mantener el tablero de control de la CGT pese a su fuerza propia, a la alianza con Barrionuevo y con dos sindicatos clave del transporte (UTA y La Fraternidad) y al protagonismo de un histórico jefe sindical como Carlos West Ocampo, que en 2022 había dado un paso al costado en FATSA.

También fracasó otra jugada audaz del frente sindical “antijeronimista”: presionar por la postergación del nombramiento de la nueva CGT para prorrogar los mandatos del actual triunvirato durante 6 meses o un año porque “hace falta una dirigencia más fogueada para pelear contra la reforma laboral del Gobierno“.
La clave de la derrota de esos experimentados líderes sindicales, acostumbrados al manejo excluyente de la CGT, que que enfrente se estructuró un bloque liderado por sus ex aliados del sector independiente, Gerardo Martínez (UOCRA), Andrés Rodríguez (UPCN) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), con el que condujeron la CGT desde 2016 y que entró en crisis cuando el líder de la UOCRA reforzó su perfil dialoguista y promovió a Jerónimo luego de que éste quedó sin referente por la renuncia de Pablo Moyano a la central obrera.
¿Cómo hicieron tres sindicatos para vencer a semejantes oponentes? Se produjo una conjunción de factores, pero el primero fue la paciente tarea de persuasión de Martínez y Jerónimo en un amplísimo espectro de dirigentes sindicales. Pocas veces se dio que encumbrados líderes bajaran a tierra para hablar con gremialistas de organizaciones medianas y pequeñas que, en general, estaban fuera del radar de los poderosos.

Así, auspiciados por el jefe de la UOCRA, Jerónimo y Juan Pablo Brey, líder de la Asociación Argentina de Aeronavegantes (AAA), mantuvieron reuniones con Hugo Moyano, Luis Barrionuevo, José Voytenco (UATRE), Sergio Sasia (Unión Ferroviaria), Guillermo Moser (Luz y Fuerza), Omar Plaini (canillitas), Pablo Flores (AFIP), Alberto Fantini (carne), Juan Carlos Murúa (plásticos), Jorge Avila (petroleros), Juan Moreira (Ceramistas), Juan Carlos Crespi (SUPE), Alberto Cejas (correo), Daniel Mallotti (aduanas), Guillermo Mangone (Gas), Luis Pandolfi (tintoreros), Daniel Rodríguez (telefónicos), Fabián Montaño (APOPS) y Mauricio D’Alessandro (FATUN), entre otros.
De allí, como anticipó Infobae, surgió un nuevo sector sindical de fuerte signo dialoguista y que se presentó como emergente de una generación que representaba lo nuevo y, a la vez, la experiencia en la gestión.
En esa fracción cobró relevancia con el apoyo de la veintena de sindicatos que encabeza Sasia, otro exponente de la fracción dialoguista, y que debutó como corriente propia con el nombre de Agenda Siglo XXI. Confluyen en ese espacio dirigentes que formaron parte del Movimiento de Acción Sindical Argentina (MASA) y del SEMUN (Sindicatos en Marcha para la Unidad Nacional).

Por eso lo que generó la candidatura de Jerónimo no tuvo que ver solamente con su condición de dirigente joven (41 años) o apadrinado por una figura como Martínez sino también con el cuestionamiento a una forma más excluyente de ejercer el liderazgo en la CGT, que se viene incubando desde hace años con las decisiones concentradas sólo en 8 o 10 dirigentes de la mesa chica y el marginamiento del resto de los sindicalistas.
Aun así, en el debilitamiento de los opositores a Jerónimo fue crucial la decisión de Héctor Daer de flexibilizar su postura, a contramano de lo que pensaban Cavalieri y Barrionuevo e incluso West Ocampo, su antiguo jefe sindical, primero al desistir de la suspensión del congreso y luego con la aceptación del candidato que tanto resistía en busca de garantizar la unidad y evitar la fractura. También le reconocen al líder de Sanidad algo difícil en esta época: dio un paso al costado en la CGT y cumplió su palabra pese a que algunos colegas tramaban un “operativo clamor” para que siguiera en el cargo.
Mientras, Barrionuevo, Roberto Fernández (UTA) y Omar Maturano (La Fraternidad), sus aliados más intransigentes, no quedaron bien parados: hasta la mañana misma del congreso de la CGT insistían en vetar a Jerónimo y en proponer a Gerardo Martínez como único jefe cegetista como condición para aceptar incorporarse al esquema de la nueva central obrera.

Finalmente, la disidencia se trasladó a una votación de los 2186 congresales que fue clave: se determinó a mano alzada si se mantenía un triunvirato o se volvía al liderazgo de un solo secretario general. Barrionuevo y sus socios sufrieron una derrota abrumadora (aunque fue una saludable victoria del ejercicio democrático) y todo terminó con la mayoría dentro de la nueva CGT y la única deserción de la UTA, que prefirió irse de la central. Es cierto que se perdió un sindicato que puede paralizar los colectivos, pero sus colegas recuerdan que hace bastante que el gremio de Roberto Fernández “juega la personal”.
El resto del flamante andamiaje de la CGT tendrá en el triunvirato a otro dialoguista como Jorge Sola (Seguros), propuesto por “los Gordos”, y a Octavio Argüello, el más alineado con Hugo Moyano del Sindicato de Camioneros.
En el mapa sindical delineado hace pocas horas también se afirmó lo que se perfilaba: el moyanismo no existe como sector porque ya no contiene a otros gremios, el “pablomoyanismo” terminó de desaparecer al agruparse alrededor de Jerónimo y el líder de Camioneros afianzó su poder al retener un codiciado lugar en el triunvirato.

Para el sindicalismo kirchnerista, el balance es dispar. Excluído de las negociaciones, Abel Furlán (UOM) debió dejar la Secretaría del Interior (donde junto con Horacio Otero normalizaron 80 regionales de la CGT) y aceptó la Secretaría Gremial, puesto para el que designó a Osvaldo Lobato, titular de la Seccional San Martín.
Fue una forma de irse de la conducción de la CGT en términos personales pero mantener a su sindicato. Lo mismo hizo Sergio Palazzo (bancarios), que mantuvo la Secretaría Administrativa y nombró allí a la dirigente de su sindicato Rosa del Carmen Sorsaburu. En el caso de SMATA, perdió la Secretaría Gremial y el sindicato de Ricardo Pignanelli se quedó con la primera vocalía.
Aun así, otros dirigentes alineados con Cristina Kirchner ganaron con el cambio o salieron airosos, como Horacio Arreceygor (SATSAID), que será secretario de Prensa, y Víctor Santa María (encargados de edificios), seguirá en la Secretaría de Estadísticas y Registros.

Cavalieri, mientras, había amagado con asumir la Secretaría de Relaciones Institucionales, pero finalmente ubicó en ese cargo al dirigente Daniel Lovera, ex senador nacional y actual diputado provincial de La Pampa.
Seguirán en los mismos cargos Andrés Rodríguez (Secretaría Adjunta) ,Gerardo Martínez (Relaciones Internacionales), José Luis Lingeri (Acción Social) y Sergio Sasia (Vivienda), entre otros dirigentes que mantendrán el control de la CGT desde la mesa chica, junto con Héctor Daer y Hugo Moyano.
Mantuvieron su porción de poder dirigentes de peso como Sergio Romero (UDA), en Políticas Educativas; Rodolfo Daer (Alimentación), en Industria; Juan Carlos Schmid (Dragado y Balizamiento), en Políticas de Empleo; Julio Piumato (judiciales), en Derechos Humanos, y Gastón Frutos (panaderos), en Finanzas, entre otros, y el barrionuevista Hugo Benítez (textiles) pasó de una vocalía a la Secretaría de Seguridad Social.

Los ex cotitulares cegetistas se quedaron en otros puestos: Héctor Daer, en la Secretaría del Interior y Carlos Acuña (estaciones de servicio), en Turismo.
Curiosamente, quienes quedaron disconformes con el armado final de la CGT fueron muchos de los que trabajaron para el encumbramiento de Jerónimo: Brey, que estuvo a punto de ser Secretario Gremial, continuará en Deportes, y Plaini pasó de una secretaría a una vocalía. Será el primer desafío del más joven miembro del triunvirato: contener a quienes hoy lo miran de reojo.
Pero el máximo desafío de esta CGT de sesgo más dialoguista, con el kirchnerismo recluido y una nueva relación de fuerzas, será obviamente la negociación de la reforma laboral del Gobierno. ¿Podrá atenuar los artículos que jaquean al poder sindical y afectan a los trabajadores? De eso dependerá tempranamente el signo que tendrá esta CGT surgida del nuevo mapa gremial.