Un objeto, que parece ser un misil, vuela por el aire, mientras la Oficina General de Misiles de Corea del Norte afirma haber realizado con éxito una prueba de un importante sistema de armas (KCNA via REUTERS)

Corea del Norte reactivó la tensión en la península con un nuevo ensayo de misiles de crucero mar-tierra desde su costa occidental, justo en la víspera de la llegada del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a Corea del Sur. La agencia estatal norcoreana KCNA confirmó que los proyectiles fueron lanzados el martes, en una maniobra que duró más de dos horas y que se produce en el umbral de una intensa gira asiática del mandatario estadounidense.

El régimen de Pyongyang aseguró que las pruebas demuestran la “fiabilidad y capacidad” de su arsenal frente a “enemigos potenciales”. La operación estuvo dirigida por Pak Jong-chon, vicepresidente de la Comisión Militar Central del partido gobernante, sin la presencia del líder Kim Jong-un, una decisión que analistas interpretan como un gesto de normalización de los ensayos dentro de la rutina militar norcoreana.

Trump aterriza este miércoles en Seúl para mantener una reunión con el presidente surcoreano Lee Jae-myung y participar el jueves en la cumbre del foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), en la ciudad de Gyeongju, donde también se encontrará con el mandatario chino Xi Jinping. La coincidencia temporal entre la visita y el lanzamiento no parece casual: el régimen norcoreano acostumbra a acompañar los grandes eventos diplomáticos con demostraciones de fuerza.

Los misiles, según KCNA, fueron disparados verticalmente y se mantuvieron en vuelo durante más de dos horas. Aunque el tipo exacto de proyectil no ha sido especificado, la duración del vuelo sugiere un ensayo de largo alcance. Las fuerzas surcoreanas y estadounidenses aún no han publicado una evaluación oficial sobre las trayectorias o la zona de impacto.

El líder norcoreano Kim Jong-un inspecciona una nueva línea de producción de misiles en una empresa militar en un lugar no revelado en esta imagen sin fecha difundida por la Agencia Central de Noticias de Corea del Norte, 1 de septiembre de 2025 (KCNA via REUTERS)

Este tipo de lanzamientos forma parte del repertorio político-militar de Pyongyang. En enero, Corea del Norte ya había probado misiles de crucero estratégicos en lo que varios expertos interpretaron como un mensaje directo al nuevo gobierno estadounidense. Cada ensayo sirve tanto de ejercicio técnico como de recordatorio de que el régimen mantiene capacidad de alteración en la agenda internacional.

La decisión de que Kim Jong-un no supervise la prueba refuerza la idea de una institucionalización del aparato militar. El mensaje es claro: la preparación bélica norcoreana no depende del líder, sino de una estructura estable y operativa capaz de sostener el pulso con Washington y Seúl.

Para Estados Unidos, la prueba añade complejidad a una gira ya cargada de objetivos. Trump busca reafirmar su influencia en Asia y tender puentes tanto con Seúl como con Beijing, pero el gesto norcoreano reintroduce la variable militar en una agenda centrada, en teoría, en comercio, seguridad y cooperación económica.

El lanzamiento es también un aviso a China. En plena víspera de la reunión Trump-Xi, el movimiento de Pyongyang subraya los límites del control chino sobre el régimen norcoreano. Al mismo tiempo, le ofrece a Beijing un recordatorio útil de su valor estratégico: Corea del Norte sigue siendo un factor que puede agitar el tablero si sus intereses no son atendidos.

En una estación de ferrocarril de Seúl (Corea del Sur), varias personas observan un televisor que emite una noticia sobre el lanzamiento por Corea del Norte de un misil balístico de corto alcance hacia el mar frente a su costa oriental. 22 de octubre de 2025 (REUTERS/Kim Hong-Ji)

Según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), Corea del Norte ha incrementado notablemente el uso de misiles de crucero desde 2021, con modelos diseñados para volar a baja altura y evadir los sistemas antiaéreos aliados. Estos misiles, aunque menos llamativos que los balísticos, representan una amenaza creciente por su capacidad de precisión y su difícil detección.

Los expertos interpretan la secuencia como un mensaje con múltiples destinatarios: a Washington, que mantiene sanciones y busca reactivar las conversaciones nucleares; a Seúl, para probar la solidez de su alianza con EEUU; y a Beijing, como recordatorio de que Pyongyang no se subordina por completo a su patrocinio histórico.

La visita de Trump coincide con una coyuntura especialmente delicada. Mientras el presidente estadounidense insiste en su disposición a un encuentro con Kim Jong-un, el líder norcoreano guarda silencio. La diplomacia, por ahora, se expresa con misiles.

Cada lanzamiento reafirma la lógica de Pyongyang: el poder se demuestra en la escena, no en la palabra. Y en esa lógica, Corea del Norte se asegura de que ningún visitante internacional pise el suelo surcoreano sin sentir el eco del estruendo al otro lado de la frontera.