El relato de Lalo Mir sobre sus inicios en la radio argentina revela una historia de perseverancia y sacrificio que conecta con quienes han enfrentado grandes distancias para perseguir sus sueños. Hace aproximadamente 50 años, Mir emprendía diariamente el trayecto en tren desde San Pedro hasta Buenos Aires, una rutina que marcó el comienzo de una carrera que lo convertiría en una figura emblemática de los medios.
En una conversación distendida, Lalo recordó que su salida de San Pedro hacia la ciudad de Buenos Aires se produjo “en tren”, una respuesta sencilla que encierra años de esfuerzo. El viaje, que duraba entre tres horas y cuarto por trayecto, se repetía casi todos los días. Esto implicaba dedicar cerca de siete horas diarias solo al traslado, una rutina que, lejos de considerarse una pérdida de tiempo, representó para Mir la base sobre la que edificó su trayectoria profesional.

Las dificultades económicas formaron parte de ese camino. Mir admitió que, en ocasiones, la falta de dinero lo llevó a colarse en el tren, una anécdota que compartió con humor y que, según sus palabras, ya pertenece al pasado. “A veces no teníamos dinero y nos colábamos, sí”, confesó, aludiendo a la precariedad de aquellos primeros años y a la creatividad necesaria para sortear los obstáculos cotidianos.
La conversación con Mario Pergolini, quien lo acompañó en este repaso por el pasado, sirvió de marco para una reflexión sobre el sacrificio y la dedicación que exige la construcción de una carrera en los medios. Ante la sugerencia de que esas largas horas de viaje podían verse como tiempo perdido, Mir respondió con firmeza que cada jornada invertida en el tren fue parte fundamental de su desarrollo profesional.

Así, el testimonio de Lalo Mir no solo ilustra el esfuerzo detrás de una carrera reconocida, sino que también reivindica el valor de cada paso dado en el camino, por más arduo que haya sido. Su historia recuerda que el trayecto, con todas sus dificultades, es inseparable del destino alcanzado.
El recuerdo de Lalo Mir a Fernando Peña
En el aniversario de la muerte de Fernando Peña, Lalo Mir evocó el impacto del artista uruguayo en la radio argentina y su capacidad única para crear personajes. “No hubo ni habrá otro igual, era sobrenatural”, afirmó el histórico locutor en diálogo con Teleshow, al recordar el asombro que le provocó descubrir la voz de Peña durante un vuelo. El legado del artista se consolidó con una galería de personajes emblemáticos y una visión irreverente sobre la vida y la muerte. El actor y conductor hizo pública su condición de VIH en 2001 y, tras dejar el tratamiento en 2004, priorizó su calidad de vida. Su fallecimiento ocurrió el 17 de junio de 2009, a los 46 años, en el Instituto Fleming de Belgrano, luego de un diagnóstico de cáncer de hígado. “Quiero que mi despedida sea alegre”, había expresado, y su entorno cumplió ese deseo con un velatorio festivo en la Legislatura Porteña.

El primer encuentro entre Mir y Peña se produjo en un avión, cuando el locutor identificó que la voz de la supuesta azafata cubana “Milagros López” era, en realidad, una creación del artista. A partir de ese momento, Peña comenzó a grabar intervenciones para la radio, primero en Radio del Plata y luego en Rock and Pop, siempre de manera remota. “Lo más increíble que tenía era la capacidad para lo que llamaba la esquizofrenia… la facilidad de dividir su cabeza como en partículas”, describió Mir, quien destacó la naturalidad con la que el humorista alternaba entre cinco personajes distintos.
Nacido el 31 de enero de 1963 en Montevideo, Peña era hijo del periodista deportivo José Pepe Peña y de la actriz María José Malena Mendizabal. Creció en el barrio de Carrasco y, tras mudarse a Buenos Aires en 1970, estudió en el Saint Andrew’s School. Antes de alcanzar la fama, trabajó como maestro de inglés, profesor de equitación y auxiliar de vuelo en American Airlines.

Entre los personajes más recordados de Peña figuran Martín Revoira Lynch, Roberto Flores, La Mega, Palito, Mario Modesto Savino, Delia Dora de Fernández, Dick Alfredo y Rafael Oreste Porelorti. Estas “criaturas” interactuaban entre sí y solían irrumpir en sus programas, generando situaciones imprevisibles. El periodista Hugo Guerrero Marthineitz lo animó a revelar que él era el creador de todos esos personajes, lo que le permitió llevarlos al teatro en obras como Esquizopeña y Mugre .Hasta la semana anterior a su muerte, Peña condujo su programa en Metro 95.1 desde su casa. Un mes antes, protagonizó la obra Diálogo de una prostituta con su cliente, que dedicaba a su madre y a su abuela, la actriz Gloria Bayardo. “Sin arte, yo hubiera sido un puto triste”, solía decir tras cada función.
Además de su labor en los medios, Peña publicó tres libros: Gente como uno, Gracias por volar conmigo y A que no te animás a leer esto. Hablaba abiertamente sobre sus adicciones y mantenía una relación cercana con la memoria de su madre, cuyas cenizas conservaba en una urna.