“Yo no fui, yo no hice nada. Si el fentanilo está contaminado con bacterias, los bichos los puso otra persona. Esa persona es Andrés Quinteros, un ex concejal del peronismo bonaerense, con nexos políticos con el kirchnerismo. Era su hombre de máxima confianza. Pero terminaron enfrentados. De hecho, el ex empleado y ex apoderado de los laboratorios para adquirir algunos productos lo denunció por amenaza contra su vida”.
El viernes, durante seis horas, Ariel García Furfaro fue indagado por el juez federal de La Plata Ernesto Kreplak. Como lo hizo antes de ser detenido, ante los medios de comunicación, el dueño de HLB Pharma Group SA y Laboratorios Ramallo, investigados por la producción, distribución y venta de al menos dos lotes de fentanilo contaminados con las bacterias Klebsiella pneumoniae y Ralstonia pickettii asociadas a la muerte de 96 personas, sobre todo el identificado con el número 31.202, intentó deslindar responsabilidades adjudicando todos los males a una mano negra, a una conspiración en la que involucra a la competencia farmacéutica, funcionarios políticos y empleados infieles.
Según su discurso, los directores técnicos de sus empresas son gente “espectacular”, “profesionales capacitados” y su maquinaria para la fabricación de medicamentos es la “mejor del país”. Sin embargo, en el despacho del juez Kreplak se acumulan evidencias que involucrarían al fentanilo elaborado en Laboratorios Ramallo el 18 de diciembre de 2024 en más pacientes muertos. El acusado es defendido por el abogado penalista Gastón Marano.
—En este país te pueden inventar, hacer, la Klebsiella si está, alguien la puso. Es imposible que esté adentro del laboratorio. Alguien la puso. Averigüé, si alguien estornuda te puede contaminar 10 ampollas multirresistentes, no la común. No tengo dudas de que está Andrés Quinteros atrás. Jamás tuve doble apellido. Todas cosas que eran de él. Yo me llamo García de apellido, no García Furfaro. Furfaro es el apellido de mi mamá. Quinteros estaba obsesionado con el fentanilo. Había otros productos peligrosos, pero no le importaba.
—En octubre me doy cuenta porque Quinteros se quiere robar 30 ampollas de morfina. Medio plantel en Ramallo lo puso él porque es de San Nicolás. Se quiso robar 30 ampollas de morfina, se las pidió a Héctor Vázquez. Lo voy a ver y le dije: ¿Sabés que eso sale con un vale? Lo voy a ver a San Nicolás, me cita en una estación de servicio, se me escapa. Voy a la casa, me ve por las filmaciones y me denuncia por amenazas. Después de eso, me aparecen tres ex empleados de Ramallo que me dicen que Andrés (Quinteros) nos está buscando, que nos va a hacer una maldad. Lo tienen grabado, habla de medicamento contaminado. “El tipo te quiere ver preso”, me dicen. Estas personas son Florencia Rivarola, Nancy Osorio y Ángel —sin más datos—, todos empleados de Ramallo. Hicimos una declaración en San Nicolás. Se excusaron cinco fiscales. El tipo está obsesionado, me quiere hacer quedar como narco.
—Yo tenía miedo de que me tire ampollas (de fentanilo) por algún lado. Le presté un departamento donde vivió hasta octubre. El 13 de febrero me manda un “hola llamame”, un paraguayo de la inteligencia de Paraguay. No le doy bolilla. Unos días más tarde me dice: “Este boludo metió mucha gente presa” (por Quinteros), llámame. En el mismo edificio que le presté estuve dos días. Me mandó una foto del auto. Esto habrá sido en marzo. Me dicen es un vecino del cuarto. Subo y me estaba esperando con la puerta abierta. No entré. Me llama, me dice te veo a las cuatro de la tarde. Lo llamo a mi hermano Damián para que me acompañe. Me cita en un bar, estaba el paraguayo, lo grabé, y estaba con la señora del cuarto. Me dice tal cual: “Andrés Quinteros te va a hacer un atentado con el fentanilo. Quiere tanta plata”. Lo mandé a pasear. Después de eso me junto de nuevo, lo tengo todo grabado. Mi amigo se llama Diego Castrillón y la mujer vive en calle (…). Estaba obsesionado con el fentanilo. De ese departamento salió diciendo que yo era narco.
—En 2023 tuve un problema con una habilitación (en HLB Pharma ubicada en San Isidro). La gestora recibe un papel trucho. La gestora me dio las conversaciones. Por esa habilitación me allanaron. Yo les dije quién la presentó. Quinteros mandó el papel trucho, la gestora lo presentó. Por qué hizo eso, por la morfina.
—Estoy seguro de que el que empezó a hablar de muerte por fentanilo desde el día uno fue Quinteros.
—En principio soy el más interesado en que se sepa qué pasó por los familiares y las víctimas. Yo soy una persona que trabajó desde antes de los 18 años. A los 18 años empecé con verdulerías, después restaurantes. Hago comercio, es lo que supe hacer toda mi vida. A los 20 años estuve imputado por defender a mi hermano de algo malo que le habían hecho. Por eso estuve detenido. Tuve empresas grandes de comida, de distintos rubros. Hasta que en 2013 compré el laboratorio Apolo en Rosario a Jorge Salinas.
—En 2016, en junio, se suelta un caño de una caldera, porque la gente había parado para ver un partido de la selección argentina. Se soltó una caldera, se quemó un vecino en la pierna. Yo vivía en CABA. Me fui para Rosario, lo primero que hice es internar a la persona que se lastimó para que no se infecte. Lo saqué del hospital municipal y lo llevé al Británico. A partir de ese momento empecé a salir en los diarios de Rosario, que exploté la caldera, que cobré el seguro. Lo cuento porque es muy parecido en lo mediático a lo que pasa ahora.
—Los problemas que hay los maneja el laboratorio con ANMAT. Siempre lo cierra la parte técnica con ANMAT. Como le digo, todos los laboratorios tienen problemas.
—En la dirección de los laboratorios siempre puse a la familia (lo dice por sus hermanos Diego, Damián, su madre Nilda Furfaro y su abuela de 88 años Olga Arena, todos imputados en la causa). Nunca pensé que podía perjudicarlos. Mis viejos nos hicieron unidos. Si puse a mi familia es porque no tengo nada que ocultar. Damián se fue por Quinteros. Me decía que Quinteros era el encargado, como la serie de Francella.
La fiscalía le preguntó por qué ante la Inspección General de Justicia puso como responsables de Laboratorios Ramallo a Horacio Antonio Tallarico en calidad de “Presidente de Laboratorios Ramallo S.A. y principal accionista (titular del 90% de las acciones). Ejercía la representación legal de la empresa y tenía poderes de firma digital frente a la ANMAT”. Y a Rodolfo Antonio Labrusciano como “director suplente y vicepresidente de Laboratorios Ramallo S.A., con una participación del 10% del capital accionario”. La respuesta de García Furfaro fue: “Porque tenía un montón de empresas, estaba con mi mujer que me separaba. A Tallarico le estoy dando unos pesos, también porque cuando me explota Apolo me mataron en los medios”.
Tallarico es un jubilado, casi indigente, que al ser interrogado por el juez después detenido expresó angustiado: “Solo hacía trámites para Ramallo, compraba algún repuesto para llevárselo. De elaboración nada. Siempre fue una ‘gauchada’ que le hice. Le presté mi nombre. Soy humilde, vivo con lo mínimo, tengo a mi señora con un tumor en el intestino con tratamiento oncológico y estoy con ella en todo este tiempo, llevándola al oncólogo a aplicarse la quimio una vez por mes. Y con ellos tengo relación de amistad, pero de trabajo nada y de plata menos… la verdad no tengo un peso, esa es la pura verdad. De laboratorio nada, pero estoy en la calle todos los días”.
Rodolfo Antonio Labrusciano es mecánico. Ante el juez, y después de ser detenido, explicó: “Estoy pasando el peor momento de mi vida. Me agarra angustia. Yo aparezco acá porque soy amigo de ellos y fui a laburar de mantenimiento en el laboratorio y Ariel en un momento me dijo necesito alguien de confianza, yo después te saco. Le respondí: ‘¡Está bien, te firmo!’. Laburé 3 años y por cosas familiares me volví a Buenos Aires. Tengo 5 hijos, trabajo en un taller. Me levanto, laburo todo el día. Hace 7 años que me fui de ahí del laboratorio y hace 7 años que soy mecánico, laburo desde los 14 años. Con Ariel hablé una vez sola desde que me fui del laboratorio en estos años y nada más”.
En el resto de la indagatoria García Furfaro culpó a la ANMAT por no haber alertado antes sobre la infección de fentanilo y las muertes que se registraron en el Hospital Italiano de La Plata. Dijo que los mismos desvíos de calidad que detectaban en su laboratorio también ocurrían en la competencia, pero las actuales autoridades lo castigaban a él y no al resto. También que le armaron “una operación mediática” para relegarlo en el negocio de la venta de medicamentos al Estado. También sostuvo que él no sabía si existían problemas de calidad porque el personal autorizado de los laboratorios era el encargado de atender los requerimientos de la autoridad sanitaria.
Para finalizar, Ariel García Furfaro expresó que está en la ruina: “Sí, estoy fundido. Mañana, si descubren qué pasó, tengo que arrancar de cero. Eso no me preocupa. Por arrastre mi hermano de los cables (empresa Epuyén) hay clientes que no le compran. El otro tiene una verdulería de toda la vida, no sé qué va a pasar, si lo van a escrachar. La gente no consigue trabajo. Todo me perjudica. ¿Cómo va a ser una negligencia con un bicho que no puede estar ahí? Ya le pido plata a mi mamá. Dentro del laboratorio tenía una fortuna en materia prima/equipamiento. En Alfarma tenía para cobrar un montón de plata. Quiero que se sepa que soy yo. Yo me quedo a que me corten la cabeza si tengo responsabilidad”.